Josep Ramoneda

Cuanto peor, mejor

3 min
El president del govern espanyol, Mariano Rajoy, durant la declaració institucional sobre Catalunya i el 9-N / EFE

1. MISERIAS. ¿Quién puede estar contento del fracaso de los partidos políticos españoles a la hora de convertir los resultados electorales en una mayoría de gobierno? Sólo aquellos que por intereses muy miserables todavía crean que cuanto peor, mejor. Quien representa hoy esta posición es el PP. La derecha, a fin de no perder el poder, lo puede quemar todo. La política española arrastra un serio déficit de legitimidad. Las elecciones del 20-D expresaron una cierta voluntad de la ciudadanía de seguir apostando por la política. Castigaron seriamente a los dos grandes partidos tradicionales, por estar instalados en el Estado como si fuera una finca privada, y dieron voz y peso a otras organizaciones que habían tenido la osadía de desafiar a los señores de las instituciones. Sin embargo, a nadie se le otorgó manos libres. Ninguno de los proyectos en escena mereció un apoyo mayoritario.

Ante esta situación el PP optó desde el primer momento -Rajoy lo dijo bien claro a sus colegas en Bruselas- por dejar pudrir la situación. Al presidente le importa poco que la esperanza de unos ciertos cambios en un sistema de gobernanza agotado se haya estrellado en la incapacidad de formalizar acuerdos, y que la desconfianza en la política crezca y se vaya a votar en un clima de frustración. Si la gente se desentendiera del todo de la política, Rajoy sería feliz, no tendría que hacer eso que tan poco le gusta: dar explicaciones o tener que pensar un proyecto político. Dicen que hay tres tipos de electores: la gente de orden sensible a los que mandan, los que quieren cambiar las cosas y los electrones libres que van de un lado a otro y se quedan en casa cuando se cansan (y a menudo acaban siendo decisivos). La apuesta de Rajoy es que sólo vayan a votar los que lo hacen resignadamente y sin preguntar, que es como él ve a los suyos, desde la pirámide de arrogancia y desdén en que está instalado, con más vanidad que orgullo.

Sólo así se explica que el PP piense organizar su campaña sobre tres puntos: estabilidad política, experiencia de gestión e ilusión de futuro. Ciertamente, dichos desde el PP, parecen dirigidos a gente que ni vea, ni oiga, ni piense. ¿Qué estabilidad política puede proclamar quien ha visto como bajo su mandato el bipartidismo se hundía y el independentismo se multiplicaba, es decir, el régimen quedaba boca abajo? ¿Quién puede valorar positivamente una experiencia de gestión que ha sembrado de corrupción gran parte de las instituciones que ha tocado, sin que Mariano Rajoy, con poder absoluto sobre el partido, se haya sentido responsable de lo que ha pasado? Y ¿cuál es la idea de futuro de un partido sin más proyecto que capear las exigencias europeas poniendo cara de obediente, pero con enormes dificultades para ir aprobando los exámenes?

2. PROYECTOS. La estrategia del PP de dejar pudrir la situación, esperando matar las expectativas de la gente y confiando en la resignación de una parte del electorado, es la misma que ha practicado en Cataluña con un éxito perfectamente descriptible. Lleva cuatro años anunciando la desmovilización inminente del soberanismo y, de momento, todavía mueve. La dejadez del PP es un icono de estos meses tirados, que dejan la imagen de la política española muy tocada. ¿Esto es bueno para el proyecto soberanista? ¿El proceso independentista sale reforzado de este periodo?

Ciertamente, ha demostrado pérdida de peso en la política española. Pero la duda está en la evaluación que se haga de las complicidades ganadas de cara a un referéndum. Para algunos, la nueva izquierda es un caballo de Troya; para otros, es el espacio para sumar y llegar a la mayoría necesaria. Pero el independentismo tiene trabajo propio: resolver las propias contradicciones y no vivir sólo a golpe de calendario. En todo caso, el episodio español de estos meses ha sido una suma de impotencias. Nadie ha dibujado un proyecto de cambio que fuera atractivo, creíble y plausible, y que obligara a otros partidos a compartirlo. Hace tiempo que el cambio no pasa del nivel de palabra mágica. Y va camino de perder el aura.

stats