Mònica Planas

Has engordado

2 min
T’has engreixat

La niña de diez años entra con su madre al relojero para cambiar la pila de un reloj. Mientras el hombre trabaja en el mostrador, levanta la mirada y le dice a la criatura: "¡Qué delgada que estás! ¿Ya comes?" La niña baja la cabeza y dice que sí muy bajito. Después mira a su madre con los ojos brillantes. En casa se ha quejado varias veces de que las personas le dicen que está delgada y a ella no le gusta. La madre le ha repetido veinte veces que está perfectamente bien, que la pediatra le dice que está sana y que no tiene ningún problema con su peso. Ahora la hija le clava la mirada como diciéndole: "¿Ves? ¿Ves como me lo dicen?" Cuando salen van a comprar unos zapatos. Mientras la niña se los prueba la dependienta comenta: "Claro, ¡está tan delgada que hasta las sandalias le bailan!" La niña se aguanta las lágrimas y la madre querría echarle la bronca a la dependienta. Pero no lo hace.

En el Camp Nou, en el descanso de un partido, un vecino de butaca le dice a un hombre hecho y derecho: "¡Has engordado! ¡Hace quince días te vi más delgado, pero hoy me parece que has vuelto a engordar bastante!" No se tienen ningún tipo de confianza. Se saludan cuando juega el Barça y a veces comentan alguna jugada con cordialidad. El hombre responde, cohibido: "Pues peso lo mismo. Será que hoy llevo chaqueta..." Y el otro replica: "¿Seguro? No sé, me lo ha parecido...", y se va a los urinarios a vaciar la vejiga.

Una adolescente sube a los Ferrocarriles con una carpeta de la Universidad de Barcelona. Cuando está en el vagón se acerca a saludar a una señora que también acaba de entrar y se sientan juntas. Se conocen porque la mujer es conocida de sus padres, aunque hace tiempo que no los ve. Pregunta por ellos y la chica le dice que están muy bien y que a ver si se encuentran algún día. La señora le pregunta dónde va y ella le explica contenta que acaba de empezar a estudiar derecho en la universidad. Y, de repente, la mujer le mira la cara y le comenta: "Te han salido muchos granos, ¿verdad? Antes no los tenías..." La chica se sonroja y rápidamente comprueba si los que estamos sentados delante hemos oído el comentario. Disimulamos. Ella dice un sí muy flojito. "¡No comas chocolate!", sentencia la señora. Ella se justifica: "No, si no como..." La chica saca unos apuntes de la carpeta y simula que repasa. Ya no tiene ganas de darle conversación. Le han estropeado el día. Es fácil imaginarse que su cerebro estará fabricando tacos contra esa señora, y debe de arrepentirse de haberla buscado para saludarla cuando ha subido al vagón. La mujer saca, muy arrugado, el suplemento del domingo pasado de un diario y hunde en él la mirada como si se lo aprendiera de memoria.

Algún día un valiente o una valiente deberá responder con serenidad y educación: "¿Y usted quién se cree que es para darme su opinión sobre mi cuerpo?" El día que osemos mandar a la mierda a estos personajes que juzgan a los demás por su físico sin ningún tipo de tacto ni confianza, las personas educadas habremos ganado, por fin, una batalla.

stats