David Miró

Más peso de Madrid y Andalucía: así sería una España sin los catalanes

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Més pes de Madrid i Andalusia:  així seria una Espanya sense els catalans

¿Cómo sería una España sin Cataluña? Este es un ejercicio de política-ficción que normalmente se hace partiendo de la base de la enorme pérdida que representaría para el estado español. A grandes rasgos podemos afirmar que sería una España más pequeña, más pobre y más desigual.

Si echamos un vistazo a las cifras, vemos que el nuevo estado resultante pasaría de tener una superficie de 505.944 km a 473.854 km, con una pérdida del 6,3%. Más importante sería, sin embargo, el descenso poblacional, que sería del 15,9%. De una población de 46,4 millones de habitantes a 39 millones. Es decir, supondría volver a las magnitudes demográficas de los años 90. Y en términos económicos, el nuevo estado español tendría un 19% menos de PIB, perdería el 25,5% de las exportaciones y una cifra similar del negocio turístico.

Pero hay un enfoque que no se suele hacer y que también resulta interesante: ¿cuál sería la correlación de fuerzas interna en España sin los 7,4 millones de catalanes? ¿Quién ganaría peso? ¿Hacia dónde bascularía el poder? Este análisis nos mostrará nuevas realidades y arrojará más luz sobre el papel actual de Cataluña en el Estado: demasiado pequeña para decantar la balanza, demasiado grande para poder prescindir de ella, pero clave para el equilibrio interno.

Con Cataluña fuera del mapa, la primera conclusión es que Andalucía aumentaría de forma considerable su peso demográfico, ya que pasaría de representar el 18% del total al 21,5%. Para hacerse una idea de lo que significaría esto, podemos hacer otro ejercicio. Si con el 18% a Andalucía le corresponden hasta 61 diputados en el Congreso, con el 21,5% esta cifra podría subir hasta los 75. Desde ese mismo punto de vista habría dos actores más que ganarían un peso considerable: por un lado Madrid, que de ser el 13,7% pasaría al 16,3%, y también el País Valenciano, que del 10,6% aumentaría hasta el 12,6%. Andaluces, madrileños y valencianos serían los actores principales en la nueva geopolítica española. Entre los tres superarían por poco el 50% del total de población. Ahora bien, el País Valenciano, sin Cataluña, lo tendría difícil para hacer solo de contrapeso del conjunto castellanoandalús. La suma de la población de Andalucía, Madrid, las Castillas, Extremadura y Murcia superaría ampliamente la mitad y subiría hasta el 56%. Esto tendría un fuerte impacto también en términos de diversidad cultural y lingüística. Sin Cataluña la preeminencia del castellano no sólo sería mayor sino que se quedaría sin ninguna alternativa real.

La España resultante también sería, como hemos dicho, más pobre y desigual. La renta per cápita española retrocedería entre 700 y 800 euros por habitante, el índice de desempleo también subiría y la brecha entre ricos y pobres -Madrid y las comunidades forales por un lado, y el resto por el otro- sería más profunda porque se perdería el efecto reequilibrador que ejerce Cataluña. De hecho, Madrid pasaría a representar el 22,3% del PIB y no tendría rival en volumen económico. Lejos quedarían Andalucía (16%) y el País Valenciano (11%), que aún así aumentarían su peso relativo.

Exportaciones y turismo

La marcha de Cataluña tendría dos consecuencias directas en dos sectores clave: las exportaciones y el turismo. Automáticamente, el País Valenciano pasaría a ser la principal comunidad exportadora del Estado, mano a mano con Madrid y a cierta distancia de Andalucía. Los valencianos pasarían de ser el 11,4% de las exportaciones al 15,3%. En el ámbito turístico el relevo de Cataluña lo tomarían las Islas Baleares, que pasarían de recibir el 19,2% de los turistas internacionales a recibir el 25,7%.

Pero, en cambio, estas dos comunidades perderían su principal aliado para presionar a Madrid a favor de una infraestructura como el corredor mediterráneo. Después de todo, el efecto estadístico convertiría a los valencianos en un actor más importante en el conjunto español, pero sería un espejismo. La superioridad demográfica andaluza y la preeminencia económica madrileña configurarían un estado en que el poder bascularía (aún más) de la periferia hacia el centro y sur.

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