Muere Carles Capdevila, periodista vital

El fundador y primer director del ARA deja a miles de lectores huérfanos, un gran equipo comprometido con el periódico y un valioso legado periodístico personal marcado por una especial sensibilidad educativa y social

àlex Gutiérrez
8 min
Carles Capdevila, en una imatge del 2014

BarcelonaEnlazó el periodismo con la vida y lo hizo dedicando hasta la última de sus energías. Carles Capdevila murió ayer, a los 51 años, tras una dura lucha contra el cáncer, en una batalla que libró a cara descubierta, haciendo pública su enfermedad. Era así fiel a su propósito de desplazar el periodismo del rígido corsé político y acercarlo a las cuestiones que afectan de manera más profunda a las personas. Quien fue director del ARA cinco años -desde su fundación, en noviembre de 2010, junto a un equipo editorial formado por Albert Om, Toni Soler, Antoni Bassas y Xavier Bosch- decidió que su último foco periodístico (y Capdevila era un periodista de gran tenacidad) lo dedicaría a iluminar a los héroes anónimos, como enfermeras, médicos y cuidadores, que trabajan para aliviar el dolor de la gente que sufre.

Nacido en Hostalets de Balenyà el 13 de agosto de 1965, tocó micrófono por primera vez en Ràdio Pista, aún adolescente: son tiempos en que las radios municipales hacen escuela y allí se le despierta el hambre de periodismo. Se licencia en filosofía y letras y da sus primeros pasos como profesional en la sección de Sociedad del diario 'Avui'. Se convierte pronto en el jefe esta área, que revoluciona con los planteamientos imaginativos de sus reportajes. Es en aquella redacción donde conoce a quien será su mujer, y madre de sus cuatro hijos, la también periodista Eva Piquer.

La agilidad es su divisa. Un ejemplo es la aventura menor -en cuanto a duración- pero mayor -en cuanto a la transcendència- del 'Diari de la Pau'. Con un grupo de periodistas, editó este rotativo en 1991, mientras duró la Guerra del Golfo, como manera de protestar por cómo la gran prensa silenciaba las críticas al conflicto. Fue una idea pensada y ejecutada en una semana. Una locura, en definitiva, pero que se convirtió en éxito gracias a su olfato y sentido de la oportunidad. Capdevila recordaría a menudo a sus compañeros de profesión que los periodistas escribimos para ser leídos, así que la comercialidad no es 'per se' ningún deshonor, al contrario.

Capdevila y Piquer marchan a Nueva York entre 1992 y 1994, en una aventura que tiene mucho de viaje iniciático y ensanchamiento de horizontes. Desde un pequeño piso de Manhattan elaboran mil y una historias sobre lo que se cuece en la capital cultural de América. Ella, enviando crónicas al 'Avui'. Él, escribiendo para revistas y medios deportivos, mientras redacta también el libro 'Nova York a la catalana', en el que recopila cantidad de vínculos de la ciudad con su país en los últimos ciento cincuenta años.

De Nueva York a Barcelona

De vuelta a Barcelona, afila otra de las herramientas de su maleta periodística: el humor. Lo hará con un espacio satírico en Catalunya Ràdio: el 'Alguna pregunta més?', que nutre de humor el magacín matinal presentado por Antoni Bassas, con quien forjará una profunda complicidad profesional y también una gran amistad. Aquel microespacio aporta una música nueva en la radio en catalán: la del montaje frenético de cortes que recogen pifias de todos colores. En el fondo, se trata de nuevo de desnudar al emperador. Y de hacer ver cómo, por muy formales que sean los poderosos, hay siempre una rendija que les muestra menos regios de lo que ellos quisieran. El 'APM?' desmitifica con técnicas de guiñol y, por el camino, deja docenas y docenas de frases memorables.

Mientras tanto, el Capdevila más costumbrista se expresa en forma de columnas de opinión, en el 'Avui' y 'El Periódico', y también en 'El 9 Nou' de Vic, donde colabora desde 1995 y hasta el 2010. sus artículos tienen siempre una moral -deudora de su formación humanística-, pero parten de la pequeña anécdota o de la frase cazada al vuelo que dice más de lo que parecía que pretendía en principio.

Currante de raza -orgulloso hijo de carpintero y con una ética del trabajo de piedra picada-, compagina radio y televisión. Sea como subdirector del programa 'Malalts de tele' o como artífice de la versión televisiva del 'APM?', sea como director y conductor de los espacios 'Qui els va parir!' (en TV3) y 'Eduqueu les criatures' (a Cataluña Radio): de nuevo emerge la voluntad de poner las herramientas periodísticas al servicio de una actividad cotidiana pero esencial, como es educar a las nuevas generaciones. Se convierte en un referente en este campo y nunca tendrá un no para acudir a charlas y conferencias a las que le invitan por toda Cataluña.

La locura del ARA

Hasta que, en 2010, llega otra locura, tal como él la calificaría a menudo: el ARA. Estamos en un año de máximo desconcierto para los medios en general y para los diarios de papel en particular. La crisis ha destruido buena parte de los ingresos de la publicidad y las ventas en el quiosco caen trimestre tras trimestre, mientras el público migra hacia plataformas digitales que han malacostumbrado a los lectores a no pagar por los contenidos. En Cataluña, esto coincide con unos tiempos en que se impone la sensación de que el sistema autonomista está agotado y, por tanto, hay que empezar a trabajar por un nuevo país. En este contexto, los impulsores del ARA piensan en Capdevila para que lidere el proyecto y sea el primer director. Durante nueve meses pare esta otra criatura y afina el modelo. Hay que ser radicales, sin dejar de ser un diario. Hay que escuchar realmente a la gente. Hay que ser ágiles. Y hay que ser optimistas. Porque se trata de explicar el mundo, el país y el periodismo que viene, pero no vale la pena hacerlo desde el cinismo -uno de los rasgos que más le inquietan- o la crispación.

El 23 de agosto de 2015 los trabajadores de este diario reciben un correo electrónico que hace recorrer la electricidad por toda la redacción: Capdevila explica que le han detectado un cáncer colorrectal, detalla el tratamiento que le han asignado y se reafirma en la voluntad de seguir comandando la redacción, y publicando artículos, aunque ahora tenga que dividir la atención con este nuevo frente, para lo cual pide complicidad al equipo. En su más puro estilo, el asunto del mensaje es "Mi nueva vida".

Pocos días después, el 30 de agosto, comparte la noticia con sus lectores, en un artículo titulado "Es difícil decir que tienes cáncer". Allí, dice: "Como para mí hacer vida bastante normal es compartir ahora y aquí mis inquietudes, ilusiones, miedos y alegrías, creo que os lo tengo que decir así de entrada, el día que vuelvo [a publicar columnas tras el parón estival]. Ya está, queda dicho. [...] El cáncer me acompaña, y es lógico que en mis manías habituales, que ya conocéis y que inspiran estos artículos, ahora se añada la obsesión por sobrevivir ". Hablará ocasionalmente en los artículos de su enfermedad -siempre en clave de aprendizaje y de esperanza- tras reflexionar que puede ser útil para otras personas que la padecen, si la ven normalizada en boca de una figura pública que se dirige en primera persona y sin complejos.

Después de unas semanas de trabajo intenso y emotivo, Capdevila cita los trabajadores del ARA: es el 24 de noviembre, el día antes de que lo ingresen para extirpar el tumor. "Quiero anunciar que el consejo de administración me hizo una oferta generosa para dejar la dirección del ARA y ocupar una nueva posición más adecuada a mi situación, y la acepté, agradecido", explica. "El ARA ha sido el proyecto de mi vida y ahora mi proyecto es mi vida". De nuevo, la vida. El periodista acepta el cargo de director fundador y sigue publicando su artículo diario, además de entrevistas a pensadores y educadores de primer orden.

El discurso más emotivo

El discurso de despedida se convierte rápidamente en viral por lo que contiene de crítica al poder. "Todos los directores tenemos finales bruscos. Si no se te carga un cáncer se te carga un dueño, o un gobierno, o un banco, o una combinación de algunas de estas cosas". Reivindica la ingenuidad en el oficio y, con la ironía habitual, dedica uno de los agradecimientos: "A todos los que intentaron que el ARA no saliera o que no lo consiguiéramos. Personas con nombres y apellidos que hicieron de todo. Algunos ahora lo han olvidado y me abrazan y me dicen que ellos ya lo sabían, que iría bien. Yo no olvido lo que hacían. No lo olvido porque se lo agradezco. Confieso que he estado muchas veces a punto de dejar la dirección, por agotamiento, en momentos difíciles. Pero por la noche pensaba en la alegría que tendrían y decidía continuar". Algunas de sus columnas más punzantes -libre ya del arnés inherente al cargo- aparecerán justo después de esta despedida.

Los meses siguientes son de descompresión, después de haber estado todos los días desde las siete de la mañana y hasta la medianoche con el diario. Su monólogo 'Educar con humor' se convierte en un fenómeno viral y se embarca en una gira por Cataluña y España, donde llena teatros con sus reflexiones humorísticas, fruto de años de reflexionar sobre el arte -o tal vez oficio- de hacer crecer a los niños. Son unos tiempos en los que se acumulan también los premios. Entre los más importantes, el Marta Mata de educación, el Ciutat de Barcelona y el Premio Nacional de Comunicación de la Generalitat.

Mantiene, mientras tanto, la gimnasia del artículo diario, que lo liga al mundo. Y, a pesar de la convalecencia intermitente a la que le obliga el tratamiento con quimioterapia, sigue involucrándose en proyectos. Prepara una recopilación de sus entrevistas relacionadas con la educación para la editorial Arcadia. También una selección de sus artículos más significativos, entre los más de 3.000 que ha publicado. Y sigue entrevistando a pensadores de primer nivel, fiel a su voluntad de acercar el periodismo a la filosofía, es decir, al conocimiento.

Siempre en positivo

Cierra el 2016, un año difícil, reflexionando de nuevo en positivo: hace la lista de dieciséis cosas que, a pesar de encontrarse en medio de unas circunstancias tremendas, ha podido aprender: "Aceptar las limitaciones tiene un punto doloroso y otro liberador. Sueltas peso y te puedes dedicar en cuerpo y alma a lo que te queda, si aprendes a dejar de lamentar lo que pierdes. Cuando se cierra una puerta se abren solitas un montón de ventanas".

Una recaída en su enfermedad, a principios de año, le obliga a dejar el artículo diario. Pero se rehace y recupera la pluma -amable e incisiva a la vez-, aunque limitándose a los fines de semana. La esperanza rebrota con la primavera y vive un Sant Jordi excepcional: finalmente ha aparecido su libro de artículos, titulado 'La vida que aprenc', que se convierte en el libro más vendido de la fiesta literaria en la categoría de no ficción.

Son semanas de actividad intensa. A pesar de la dureza del tratamiento al que se somete, le queda fuerza para llevar su monólogo 'Vivir con humor' al teatro la Atlántida de Vic, este pasado 23 de mayo, y es un éxito abrumador. Semanas atrás, el auditorio AXA agota las 600 entradas disponibles para la presentación de 'La vida que aprenc', que también ameniza con su monólogo. Las personas que organizan el acto le preguntan si quiere que se limite las firmas a unos minutos después de la presentación, por no abusar de su resistencia física. Dice que de ninguna manera, y firma ejemplares tanto antes como después del acto. Se alimenta de la proximidad de los lectores y escucha, escucha mucho, siguiendo uno de sus últimos propósitos periodísticos.

Esta última semana, el periodista había necesitado un nuevo ingreso hospitalario. Después de unos días, la enfermedad finalmente se impone y, anoche, trasciende que Carles Capdevila ha muerto.

La noticia de su desaparición deja un vacío intolerable en el ánimo de esta redacción, que ha tenido que despedir -también injustamente y antes de hora- a los compañeros Ignasi Pujol y Tatiana Sisquella. Con la muerte de Capdevila, el periodismo catalán se queda sin una de las personas que más han contribuido a renovarlo. Y el país queda huérfano de una de sus voces más queridas.

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