Esther Vera

Sexo, mentiras y miedo

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Barcelona"¿Por qué no llevamos 50 puntos de ventaja"? Se lo preguntaba con un punto de amargura Hillary Clinton el pasado miércoles en un mensaje a un grupo de apoyo a su campaña. La candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos tiene un expediente académico brillante, ha sido primera dama ocho años, senadora por Nueva York, secretaria de Estado y se enfrenta a un empresario tramposo, estrella de la televisión frívola que se mueve entre la mentira, la apariencia de éxito y el desprecio abierto a mujeres, minorías e inmigrantes. Las encuestas dicen que sólo el 38% de los americanos consideran que el candidato está calificado para ser presidente.

Parece incomprensible, pero la candidata demócrata no tiene 50 puntos de ventaja. Ni 10. Lo máximo que ha tenido ha sido un 7,9% más de apoyos que Trump, tras la convención de Filadelfia.

Dado que las descalificaciones no explican problemas complejos, las razones del apoyo de muchos americanos a Trump son diversas. El hecho es que incluso el partido menospreció la candidatura de Trump y ahora, aunque refunfuñando, los republicanos van volviendo a casa.

Clinton es la segunda aspirante a la presidencia menos valorada en el ranking histórico de candidatos. Lo única tranquilizador es que la lista la encabeza Trump. Clinton no resulta simpática porque representa el viejo establishment de Washington, los políticos profesionales y las fundaciones convertidas en negocios multimillonarios de contactos, pero también porque se la juzga con criterios diferentes. La expectativa es que ella sea impecable mientras él supera las expectativas y se subraya su moderación cuando sencillamente no insulta o consigue mantener la serenidad.

¿Qué explica el fenómeno del candidato republicano? Básicamente una cuestión de sentimientos: el miedo, la rabia, la frustración del sueño y -sí, da tanta pereza escribirlo como leerlo- también una cierta misoginia.

¿Por qué Hillary no despierta confianza?

Quizás la pregunta debería ser directamente si están preparados los EEUU para una presidenta.

Cuando Hillary Clinton era secretaria de Estado tenía un 66% de aprobación en las encuestas. En 2015 Hillary Clinton era la mujer más admirada por los americanos. Era percibida más positivamente que Michelle Obama, Malala Yousafzai o Oprah Winfrey. ¿Qué ha pasado? El centro Shorenstein de la Harvard Kennedy School ha publicado un análisis que concluye que, en la cobertura mediática de los candidatos, el 84% de las menciones que se hacen de Hillary Clinton son negativas, frente al 43% de menciones negativas de Donald Trump o el 17% de Bernie Sanders.

Uno de los candidatos mejor preparados de la historia para el cargo recibe el doble de comentarios negativos que un candidato frívolo que ha llevado a sus empresas a la quiebra cuatro veces y que despierta dudas sobre la capacidad de autocontrol y de respeto por las mujeres, las minorías y los inmigrantes.

El cambio de percepción se empezó a producir cuando se tuvo claro que se presentaría a la elección y las redes jugaron un papel importante. No es determinante que otros cargos hayan tenido cuentas de correo privados, que Trump flirtee con Rusia o menosprecie a los veteranos de guerra.

PolitiFact, un organismo ganador de un Pulitzer por su labor de control de la veracidad de las informaciones, afirma en una comparación entre los candidatos que Clinton muestra "más honestidad que ningún otro candidato" y que su balance de votaciones en el Senado fue más progresista que el del propio Obama.

Mentiras

En un reciente artículo, Paul Krugman citaba otro dato del mismo organismo que deja en evidencia la laxa relación de Trump con la verdad. PolitiFact ha examinado 258 declaraciones del candidato republicano y 255 de Clinton. La gradación iba de la verdad a lo que sería, en traducción libre, mentira podrida. El resultado es que Trump tenía 48 mentiras absolutas y Clinton 6; y 89 falsedades frente a 27 de la demócrata.

De la impunidad de la mentira somos responsables los medios. Las exageraciones y salidas de tono de Trump tienen una repercusión reverberada en todo el mundo. Sobre todo en la televisión. ¿Quién renuncia a publicar una provocación de la que todos hablan? Por otro lado está el juego sucio de la campaña. Como dice Krugman: "Hay intensas presiones sobre los medios para comprometerlos en la distorsión. Señala una mentira de Trump y recibirás un increíble correo, dejando ya de lado ataques a tu raza, etnia, acusaciones de traidor, etc., con descalificaciones de mal periodista porque no criticas a los dos candidatos por igual".

De vez en cuando hay periodismo. Por ejemplo, cuando el Washington Post explica las prácticas deshonestas de la Fundación Trump, que utilizó las donaciones altruistas para pagar facturas de las empresas del magnate y dos retratos de sí mismo.

El resultado de la cobertura mediática es que en febrero Trump había obtenido en EEUU unos 400 millones de dólares en presencia gratuita en los medios, más del doble que Hillary.

Primer debate y el miedo como motor

Mañana lunes los dos candidatos a la presidencia de EEUU se enfrentarán en el primer debate de los cinco que se televisarán. Las presiones republicanas ya se ejercen de entrada. Como decía Trump esta semana: "Es un sistema falso. Todos los moderadores son demócratas. Es un sistema injusto ". Lo decía en Fox News.

Las diferencias ideológicas entre Clinton y Trump no responden a las de la izquierda y la derecha tradicional. No se trata de más o menos dimensión del estado, ni de debate sobre temas de libertad individual o éticos como el derecho al aborto. Se trata más bien de reacción a la globalización, a la cruda realidad del estado calamitoso del Sueño Americano y de todos los sueños. A la diferencia entre los que ven el mundo abierto y diverso, como una oportunidad, y los que lo ven como una amenaza a sus comunidades. Las elecciones estadounidenses presentan una fractura. Los demócratas tienen mayoría de apoyo entre los ciudadanos con estudios de las grandes ciudades y los republicanos captan básicamente a los blancos sin estudios y obtienen buenos resultados en las zonas con menos población. Hay un 20% de abstencionistas y quedan seis semanas para saber si los estadounidenses siguen intentando mejorar un mundo muy imperfecto o si optan por el peligro de la antipolítica.

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