'Wearables', el regalo que no deberías hacer esta Navidad

La tecnología para llevar puesta tenía que comerse el mundo hace sólo dos años, pero la realidad es otra: ventas estancadas, retirada de productos y caídas en la bolsa. La industria renuncia a morir pero, si quieres un 'wearable', es mejor esperar

Paula Solanas
6 min
Apple Watch

La tecnología es, sin duda, uno de los protagonistas de las compras de Navidad. Móviles, tabletas, drones y 'gadgets' de todo tipo volverán a llenar los carros en las colas sin fin de las grandes superficies. Este año, sin embargo, hay un regalo electrónico que no harás, o que no deberías hacer. Después de un par de años de expectativas infladas, el sector de los 'wearables' -la tecnología que se lleva puesta, como los relojes inteligentes o las pulseras que registran las constantes vitales durante el día- se está desinflando cada mes que pasa y la duda es si está herido de muerte o sólo es una crisis producto de su escasa madurez. Por ahora, esta industria no ha cumplido los vaticinios (fue el producto estrella en el Mobile World Congress de hace dos años) y está sufriendo el estancamiento en las ventas, que están prácticamente al mismo nivel que el año pasado. Según la consultora IDC, uno de los oráculos que recoge estadísticas del sector, las ventas sólo crecieron un 3% anual en el tercer trimestre, un ritmo bajo para un producto que en teoría tenía que explotar. Este efecto es aún más evidente en el mercado de los 'smartwatch', en el que las ventas se recortaron a la mitad. "Era un mercado con unas expectativas de crecimiento muy grandes y que se ha estancado por debajo de su potencial", dice Juan José Río, socio de Delta Partners, una consultora que también tiene un fondo para invertir en compañías tecnológicas, y residente en Silicon Valley.

Las previsiones optimistas que hicieron las consultoras no encajan con los resultados de los fabricantes. IDC vaticinaba que las ventas superarán los 100 millones de unidades en 2016. Un objetivo difícil de alcanzar, teniendo en cuenta que los nueve primeros meses del año se vendieron 60 millones.

"Se esperaba que quien tuviera un smartphone compraría un 'wearable', pero las ventas son muy pequeñas en comparación con el mercado de los móviles", explica Marc Cortés, director general de la consultora tecnológica RocaSalvatella y profesor de Esade. Efectivamente, mientras que en el mundo se venden unos 350 millones de teléfonos inteligentes por trimestre, sólo se venden 20 millones de 'wearables'. Algunos creen que es un problema de expectativas: los dispositivos todavía son demasiado precarios para hacer todo lo que se había dicho que podrían hacer, pero esto cambiará a medida que la tecnología vaya progresando.

Algo va mal cuando ni siquiera Apple consigue salvar la situación. La compañía ha sufrido para remontar las ventas del famoso Apple Watch, que cayeron un 71% en el tercer trimestre respecto al mismo periodo del año pasado hasta situarse en sólo 1,1 millones de relojes vendidos. Su consejero delegado, Tim Cook, contraatacó asegurando que la nueva versión del producto vivió su mejor semana comercial a principios de diciembre. "Nuestros datos muestran que el Apple Watch será uno de los regalos más populares esta Navidad", dijo recientemente. Lo que es un hecho es que Apple no ha conseguido dominar el mundo de los 'wearables' como esperaba.

La también estadounidense Fitbit, a pesar de tener un nombre menos conocido para la mayoría de los consumidores, ha conseguido obtener el liderazgo en el mercado gracias a sus pulseras inteligentes. Hasta septiembre, este fabricante acaparó un 24% de las ventas de 'wearables', mientras que Apple sólo tenía un 6%. Aún así, Fitbit tampoco ha satisfecho los anhelos de los inversores. La compañía fue una de las salidas a bolsa más esperadas del 2015 y lo hizo con unas cifras escandalosas. En su debut en los parqués, el valor de la empresa de San Francisco se disparó un 55% en pocos segundos, hasta alcanzar una valoración de 2.000 millones de dólares. En julio del año pasado, la empresa vivía su momento dorado particular, rozando los 47 dólares por acción. Pero el idilio fue breve: un año y medio después, Fitbit ha perdido cerca de un 85% de su valor. Esta semana sus acciones bordeaban los 7 dólares.

A pesar de la bajada bursátil, últimamente Fitbit se ha comido a Pebble, uno de los pioneros del sector, que ya apostaba por el 'smartwatch' tres años antes de que lo hiciera Apple. Pebble, también estadounidense, ostenta el título de la campaña más exitosa de la plataforma de micromecenazgo Kickstarter: sumó 42 millones de dólares entre varias rondas de financiación. Pero su legado no tendrá continuidad: Fitbit la compró el mes pasado (por sólo 40 millones de dólares, 700 millones menos que las ofertas que había recibido un año antes) y ya ha avanzado que sólo le interesa el 'software' de la empresa y que no garantizará el mantenimiento de los relojes que ya tienen los usuarios de Pebble.

Otra empresa que parecía que podía cambiar el sector para siempre era Jawbone. Desde que nació, hace diez años, ha captado casi 1.000 millones de dólares entre varias rondas de financiación, y creó algunas de las pulseras más atractivas para monitorizar el sueño y la actividad física. La empresa, sin embargo, está ahora bajo mínimos. Según la publicación 'Business Insider', Jawbone no pasa por su mejor momento financiero (incluso tiene problemas para pagar a los proveedores) y ha tenido que parar la producción de su línea de pulseras.

El lanzamiento del Apple Watch, en abril de 2015, animó a todos los grandes del sector a hacer sus propias apuestas. Nadie quería quedarse fuera de una moda disruptiva que prometía unos ingresos potenciales de miles de millones. Pero ahora que no salen los números, la tendencia es la contraria. Marcas como Intel y Nokia han cancelado sus planes para expandirse en este segmento. Mientras tanto, otros como Huawei, LG o Motorola han decidido esperar y no lanzar nuevas versiones de sus dispositivos este año. Según Juan José Río, este aumento de la competencia también explica el colapso de la industria: diferenciarse de los vecinos es cada vez más complicado y han aparecido competidores de bajo coste, como los chinos Xiaomi, que se pudo permitir reventar los precios.

Pero los mencionados anteriormente no son los únicos muertos de la industria de los 'wearables'. El fracaso más sonado hasta ahora fueron las Google Glass. El gigante tecnológico terminó cerrando este intento de llevar al mercado las gafas inteligentes. El problema? Según Dani Blanco, jefe de investigación en 'wearables' y sensores del centro tecnológico Eureca, la sentencia de muerte de esta tecnología fue su diseño incómodo. "Era un aparato muy invasivo y que creaba muchos problemas a la hora de desarrollar aplicaciones", explica. De hecho, la quiebra no fue un golpe duro sólo para Google, sino que arrastró a miles de empresas -algunas, catalanas- que se habían animado a crear aplicaciones para el invento.

El caso de Google podría ser anecdótico, pero la evolución del sector deja en el aire una pregunta: ¿por qué los 'wearables' no han seducido al consumidor? Según Juan José Río, las marcas atraparon enseguida a los 'early adopters' -los adictos a la tecnología que compran cualquier novedad-, pero no consiguieron que el mercado siguiera la tendencia. En resumen, la minoría de gente que quería un dispositivo de este tipo ya lo tiene. Para Marc Cortés, la principal barrera para el público masivo está en las funciones. "No puede ser que la única propuesta de valor sea tener una extensión del teléfono móvil en la muñeca", razona. Esta conclusión, con matices, es la misma a la que llegan todos los expertos consultados.

La poca autonomía de las baterías de los productos tampoco ayuda a hacerlos más atractivos. El investigador Daniel Blanco recuerda que, si se quiere mantener la estética y el diseño del producto, las marcas no tienen mucho margen. "Poner una batería que dure más es hacer un aparato que pese más y sea menos cómodo", explica. Y el precio tampoco ayuda: los 'smartwatch' se mueven en una horquilla de entre 200 y más de 1.000 euros, mientras que las pulseras para monitorizar bordean los 100 euros.

¿Cuál es el futuro del sector? "Ahora no es el momento de invertir, pero no hay que pensar que está herido de muerte", defiende Juan José Río. Él asegura que este mercado no ha tocado techo, pero que está en la etapa de niñez y aún debe invertir para encontrar un modelo de negocio que le permita crecer al mismo ritmo que lo hicieron los 'smartphones'. En su opinión, la estrategia del sector podría ser no quedarse sólo en la venta de los dispositivos sino también comercializar 'software', tales como aplicaciones para crear entrenamientos o dietas personalizadas. Por ahora, sin embargo, los que lo han intentado no lo han conseguido.

Para el consultor Marc Cortés, los 'wearables' tienen dos opciones, mantenerse como el aparato conectado que son ahora o reenfocar el negocio hacia el ámbito que hasta ahora ha mostrado más interés: el mundo del deporte.

La otra salvación podría ser la industria. Según Virginia García, investigadora en 'wearables' textiles de Eureca, las grandes multinacionales deportivas y sanitarias no han perdido el interés por aplicar esta tecnología a sus productos, pero todavía cuesta que las pruebas piloto acaben llegando al público masivo. En definitiva, reinventarse o morir es lo único que le queda a un sector que ya llega tarde para hacerse un lugar a los pies del árbol esta Navidad.

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