La batalla contra los productos concebidos para durar poco

La economía circular propone fórmulas contra la obsolescencia programada

Elena Freixa
3 min
En l’obsolescència dels béns es donen dos fenòmens: la curta vida dels productes i la dificultat per reparar-los.

Cuando nos compramos un microondas, un televisor o incluso un smartphone, pagamos y cruzamos los dedos deseando una larga vida a ese aparato, pero nos resignamos ante la certeza de que la inversión es para pocos años. El acortamiento de la vida de los bienes ha ido en aumento y muchos ven en ello la mano de unos fabricantes interesados en garantizarse ventas futuras y que, deliberadamente, actúan durante el proceso de producción para determinar la vida útil que tendrá un bien. Es lo que se llama la obsolescencia programada.

"Todos los productos electrodomésticos o los de electrónica tienen obsolescencia programada", asegura Benito Muros, que preside la fundación Fenisa, que se dedica a divulgar y combatir este fenómeno. La obsolescencia programada, cita a modo de ejemplo, consiste en condensadores de placas de teléfonos móviles preparados para durar un cierto tiempo, carcasas que no dejan salir el calor y someten el aparato a temperaturas más elevadas de las que puede soportar a largo plazo o incluso placas electrolíquidas que en algunos casos, cuando se vacían, sueltan un ácido que hace el aparato inservible. Diversos trabajos y documentales, como Comprar, tirar, comprar, de la alemana Cosima Dannoritzer, han recogido prácticas de limitación de la vida de aparatos como los teléfonos, las impresoras e incluso los coches. "La obsolescencia nació después del Crack del 29 en EEUU, cuando se decidió que para mover la economía había que montar fábricas y vender una y otra vez las mismas cosas", añade Muros.

¿Activa o pasiva?

La directora de Creafutur, Charlotte Bouchet, ve la obsolescencia programada no como un reloj programado dentro de los electrodomésticos para que se estropeen "un mes después de que venza la garantía", sino como una realidad causada por la baja calidad y resistencia de los materiales con los que están fabricados los productos. "Además, la fabricación de muchos de estos aparatos hace difícil la reparación porque no pone fácil separar las piezas para sustituir la que no funciona, lo que aboca al consumidor a comprar uno nuevo", añade Bouchet. La responsable de Creafutur apunta todavía otro frente de obsolescencia programada, el tecnológico. Los rápidos avances a menudo obligan a actualizaciones de software constantes y los bienes tienen una capacidad limitada para absorberlos. Justamente esta caducidad tecnológica ha hecho que muchos usuarios tomen conciencia porque lo viven como una "injusticia", opina Bouchet.

Un cambio del consumidor

"Si continuamos consumiendo a este ritmo y generando la cantidad de residuos que este modelo conlleva, el planeta se colapsará", insiste el presidente de la fundación Fenisa. ¿Hay alternativas? La economía circular, que gana adeptos entre consumidores y empresas, puede aportar algunas respuestas. La presidenta de Creafutur explica que la Comisión Europea ya ha empezado a abrir ayudas para fomentar este ciclo económico circular, basado en dar una segunda vida a los productos (reutilizar), repararlos cuando se estropean y, en último caso, reciclarlos para reducir su impacto sobre el medio ambiente.

Algunas empresas se van apuntando al cambio, y la fundación Fenisa ha creado un sello de certificación para las empresas que no fabrican con obsolescencia programada. Actualmente ya tiene una quincena de compañías certificadas. Entre ellas se encuentran multinacionales como Casio y también pequeñas start-ups catalanas como Light & Life, del campo de la iluminación led.

Bouchet cita el caso del cambio que hizo el grupo multinacional Ricoh, que no vende sus impresoras sino que las alquila, y así tiene más interés para que sean robustas. "Imaginemos este cambio en el mundo del electrodoméstico", propone. Un caso de lucha contra la obsolescencia programada es el del fabricante de pequeños electrodomésticos francés SEB, que hace diez años que permite la reparación de todos sus productos durante diez años gracias a recambios que ahora se imprimen con tecnología 3D.

La fuerza del consumidor será clave para impulsar cambios en muchos sectores, y cada vez más plataformas y asociaciones los promueven. Ahora bien, la presidenta de Creafutur también subraya que la legislación tiene mucho que decir. La garantía legal de los productos puede ser una vía para combatir la obsolescencia programada. En España, la mayoría de garantías duran dos años, en Suecia tres, en Noruega llegan a los cinco y el Reino Unido a los seis.

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