Toni Soler

Una buena noticia para la paz

2 min
Otegi, durant l'homenatge que li han fet a Elgoibar, el seu poble natal

No conozco a Arnaldo Otegi personalmente y no me siento cerca de los que lo comparan con Nelson Mandela o Mahatma Gandhi. Él homenajeó a una etarra a la que le estalló una bomba en las manos y a mí, en cambio, me alivió que aquella activista no cumpliera su criminal objetivo. Pero no tengo duda de que Otegi es una persona inteligente, que entendió -por imperativos políticos y éticos- que la violencia de ETA tenía que terminar y que el independentismo vasco tenía que emprender otro camino. Un líder que tuvo la audacia de encabezar un proceso de cambio histórico, del que hoy en día se benefician todos sus conciudadanos.

También creo que es justamente eso lo que lo ha mantenido en prisión durante seis años, como preso político (digámoslo con todas las letras), mientras criminales confesos como los generales Enrique Rodríguez Galindo y Alfonso Armada, condenados a largas penas de prisión, se beneficiaban de indultos arbitrarios. Y culpo de ello a un aparato del estado miope y vengativo, que ha tratado a Otegi no como un activo para la paz, sino como una amenaza para la unidad de España.

Nuevas perspectivas en Euskadi

La salida de Otegi de la cárcel de Logroño es una gran noticia para la paz en Euskadi -un proceso que no está, ni mucho menos, culminado, aunque las armas hayan callado- y es una bofetada para todos los que han utilizado la lucha contra el terror como una excusa para liquidar un movimiento político que ahora mismo tiene una posición firme y consolidada en las instituciones vascas. Bildu, por cierto, no pasa por un buen momento, tras dos batacazos electorales consecutivos -las municipales y las generales del 20-D-, en parte causados por la fuerte irrupción de Podemos.

El retorno de Otegi a la arena política abre nuevas perspectivas que habrá que seguir de cerca. Pero lo más relevante es que el hombre que más hizo para acelerar el fin de ETA, asumiendo errores y culpas, puede dormir de nuevo en su casa y servir sus ideales con libertad. Un paso más hacia la normalidad, en un estado que aún sienta en el banquillo a dirigentes políticos que en su momento osaron poner urnas en la calle.

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