Ernesto Ekaizer

El fantasma del PASOK se pasea por Ferraz

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Sánchez va arribar a la secretaria general del PSOE l'estiu del 2014 a través de les primeres primàries en la història del partit. EFE

La voz de Felipe González desde Santiago de Chile, como en un film, inició la conspiración. “Me siento engañado”, le dijo a Pepa Bueno en una entrevista grabada que se difundió a partir de las ocho y media. “Pedro Sánchez me dijo el 29 de junio que se abstendría”. Y 17 miembros de la comisión ejecutiva nacional presentaban horas después su dimisión. La comisión ejecutiva que preside Pedro Sánchez se declaraba en funciones y el Comité Federal convocado por la anterior comisión permanente para el sábado 1 de octubre, suspendido.

Hoy una reunión de la ejecutiva convocará otro Comité Federal que, a su vez, dada la situación en funciones de la ejecutiva actual, deberá, por estatutos, convocar un Congreso Federal Extraordinario. ¿No quieres caldo? ¡Pues toma dos tazas!, es lo que les ha dicho Sánchez a sus adversarios.

Pedro Sánchez situó el debate entre él, que es partidario del no a Mariano Rajoy y al PP, y los que quieren la abstención para que gobierne Rajoy y se lo callan. La salida a las ondas de Felipe González y las 17 dimisiones han confirmado que es así. Los que quieren quitarse de en medio a Sánchez quieren evitar a cualquier precio nuevas elecciones el 18 de diciembre. Si el precio es la abstención para que gobierne Rajoy, pues que así sea.

En realidad, todos, Sánchez y sus rivales, han estado jugado al póquer. Todos asumían que, al final de la escapada, el PSOE se abstendría. Felipe González se tranquilizó cuando Sánchez le confió el 29 de junio que así se haría. No solo eso. El 7 de julio pidió la abstención públicamente.

Pero los barones querían que el liderazgo de la abstención lo ejerciera… Pedro Sánchez. El secretario general llegó a la conclusión de que la abstención era el nudo de la horca que sus adversarios estrecharían para acabar, por una larga lista de facturas pendientes, con su carrera política en un Congreso Federal pendiente de fecha. Y decidió construir el relato del no es no sabiendo que no podría, después de la experiencia con Pablo Iglesias y Albert Rivera, llegar a puerto alguno con ambos.

Al menos, era su razonamiento: el PSOE acudiría el 18-D a unas elecciones con una posición coherente de rechazo de Rajoy y del PP y, quién sabe, quizá podría recuperar votos de Podemos. Ello, de ocurrir, le permitiría salvar el pellejo y mantener a raya a sus adversarios.

No se lo dijo a Felipe González, quien se quedó con la copla del 29 de junio. O, largo él, al menos hizo como que no conocía o atisbaba los nuevos planes de Sánchez. Pero los barones desconfiaban de Sánchez. Al tiempo tampoco querían hablar de la abstención en público porque dejar gobernar a Rajoy y al PP era como colocarse sobre sus espaldas una roca como la de Sísifo. ¡Animémonos y da tú el paso, Pedro! Esa era la idea.

La última jugada al ver que los barones se le echaban finalmente encima –sabía que los ex presidentes González y José Luis Rodríguez Zapatero estaban en la movida- fue la de proponer, antes de los malos resultados previstos en Galicia y Euskadi, unas elecciones primarias a secretario general el 23 de octubre y Congreso Federal para el 2,3 y 4 de diciembre. Ello movilizó a las fuerzas de la abstención.

Las espadas están en alto. Susana Díaz y los barones quieren acabar con Sánchez y… con las elecciones del 18- D. Sánchez quiere ir a las elecciones. Ambas facciones conducen al PSOE a convertirse en el PASOK griego.

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