Josep Ramoneda

El grado cero de la política

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El número dos de Podem, Íñigo Errejón, durant l'entrevista amb l'ARA aquest dijous a la seu del partit, a Madrid. JOSÉ LUIS ROCA

1. Parálisis. En las elecciones del 20-D la ciudadanía echó un cable: castigó el bipartidismo y amplió el espectro de la representación parlamentaria, con un claro mensaje de potenciación del poder legislativo ante el omnipotente poder ejecutivo. No queremos más mayorías absolutas. Parecía, pues, que llegaba una oportunidad de regeneración y de dinamización política. Incluso se llegó a decir que el nuevo Congreso tendría una función constituyente de una nueva etapa democrática.

De momento, la política española ha entrado en parálisis. Debería ser el momento de la gran renovación. Y nadie es capaz de romper el miserable círculo del "Yo no gobernaré, pero tú tampoco", que es la peor y más vieja de las políticas.

Todo el mundo dice que volver a votar sería un fracaso, pero desde que PSOE y Ciudadanos fracasaron en la investidura, porque cada uno contamina las aspiraciones del otro, nadie hace nada para evitar las elecciones. Si los resultados no difieren mucho de los actuales, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez deberán marcharse y todo será más fácil, me decía el presidente de una gran compañía española. ¿Para eso hay que volver a votar y perder unos cuantos meses más? La resistencia de Sánchez se entiende: es ahora o nunca. Pero la de Rajoy, que ya lo ha sido todo en política, forma parte de los inescrutables misterios de la autoestima.

¿Por qué el momento de la oportunidad se ha convertido en absurdo callejón sin salida? Porque todas las partes son demasiado débiles para poner en marcha un cambio profundo y sumar aliados. El PP ni puede ni quiere. Corroído por la corrupción, tiene demasiado por esconder y poco por proponer. Rajoy recibió de Aznar un partido que abarcaba todos los registros ideológicos de la derecha. Ahora sólo le queda la fidelidad del sector más conservador, por lo tanto más refractario a los cambios. Ciudadanos ha ocupado un agujero, pero ahora necesita demostrar que es útil. La alianza con el PSOE lo refuerza como partido que entiende la voluntad pactista del electorado y coopera, pero su peso sólo le permite jugar a mensajero de los acuerdos, y al PP no le hace ninguna gracia. El PSOE ha obtenido los peores resultados desde el 77. El inmovilismo del PP le ha permitido salvar la cara. Pero no tiene un proyecto con poder de atracción para hacer de eje de la nueva izquierda. Y si Sánchez cae y sube Susana Díaz, puede quedar reducido a un gran partido del Sur. Podemos tiene que crecer. Su irrupción ha sido muy rápida. Su condición asamblearia lo hace inestable, aunque durante un tiempo le permitirá afrontar las crisis, porque a diferencia de los partidos tradicionales hay más margen para los movimientos interiores. Está en un punto clásico de la historia de los partidos de izquierdas: el conflicto entre reformistas y radicales (ahora está de moda usar la palabra peyorativa populistas). Si el PSOE no entiende que ha perdido el monopolio de la izquierda y que, si no se quiere desdibujar en el espacio vaporoso del centro, tiene que encontrar alianzas con Podemos, sufrirá. Podemos tiene que pasar del grito a la palabra. Y todavía no ha llegado ahí. De repente, cosas de la política, Errejón se ha convertido en la esperanza blanca. Incluso en el mundo del dinero hay quien lo mira con simpatía. Mala noticia para el PSOE. ¿Cómo reformar el régimen si los partidos han llegado al grado cero de la política? La ciudadanía tendrá que presionar más. Y a los políticos se les tendrá que recordar a quien se deben.

2. Euskadi. Sin embargo, es curioso que con Cataluña en fase de auto-neutralización -hasta que se haya asimilado el estruendo post 27-S- y con España atascada, donde haya más política en este momento sea el País Vasco. El PNV se afirma en la idea confederal y se disputará el poder con Podemos, que ha entendido lo que los demás partidos españoles no quieren ver: que no se tiene que regalar el espacio identitario a los nacionalistas. Mientras tanto, PP y PSOE por un lado y la izquierda abertzale por el otro están en fase de buscar su lugar en el escenario post-violencia.

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