Mònica Planas

Pancartas contra La Sexta

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Ana Pastor, periodista, presentadora d''El Objetivo' a la Sexta

BarcelonaEl domingo por la noche El objetivo de Ana Pastor, de La Sexta, instaló el plató en el centro de la Puerta del Sol para analizar en directo qué queda, cinco años después, del movimiento del 15-M. El invitado era Íñigo Errejón. El resultado se terminó haciendo insoportable por culpa del revuelo que provocó la iniciativa: el escenario improvisado se vio rodeado de gente que empezó a gritar, a silbar y a mostrar pancartas en contra de La Sexta y el espectáculo televisivo en general: "¡Fuera de la plaza, no es un plató!", "La plaza es nuestra, no de La Sexta!", "¡Televisión, manipulación!" y "¡Fuera de aquí!" eran algunas de las consignas que se podían leer o escuchar desde el sofá de casa. Pastor fue haciendo referencia a ello con naturalidad: "Hay algunos que están pidiendo que se cierre La Sexta", decía la presentadora. Pero también le sirvió para justificar la filosofía del programa. "Desde las azoteas a la gente no se la escucha", decía Pastor, dando a entender que quien había bajado a pie de calle para escucharlos a pesar de las consecuencias era La Sexta. Una lectura con el punto de demagogia propio del espectáculo televisivo que intenta atribuirse unas virtudes y una voluntad de servicio que son, en realidad, más teatrales que auténticas.

En cuanto al contenido, El objetivo 15M era un programa más, de estructura convencional, que se habría podido hacer exactamente igual desde el plató de siempre. Entrevistaron también a Margarita Robles, recién fichada como número dos del PSOE, para soltar su argumentario político, que se alejaba totalmente de la temática principal.

A la hora de la verdad, lo que veíamos era un escenario levantado por encima de las cabezas de la gente, a la que se mantenía a una distancia prudencial gracias a unas vallas de seguridad controladas por vigilantes. La proximidad con la calle es una medalla muy reluciente que al periodismo le resulta fácil colgarse, pero es también una frase muy barata de decir y muy fácil de fingir. Que cinco años después del estallido de la manifestación de los indignados sea un plató quien ocupe su lugar en la plaza es una alegoría de lo que pretende el espectáculo televisivo. Subliminalmente se conquista su espacio mediático, se capitaliza la repercusión del movimiento, se escenifica el rol de intérprete exclusivo y oficial y se hace una apropiación de los valores más nobles de la protesta. Pero lo que en realidad vimos fue un programa convencional que utilizó a los indignados, el espacio simbólico y sus pancartas como simple decorado para darse una imagen periodística.

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