Mujeres en lucha: nueve retratos de la PAH

El fotoperiodista Isidro García Puntí dedicó varios meses de los años 2013 y 2014 a seguir de cerca las actividades de la PAH en varios puntos de Cataluña, especialmente en Salt y Sabadell. El resultado es un reportaje en el que retrata la vitalidad de un puñado de mujeres en lucha por un techo digno

Isidre García Puntí
10 min

Las mujeres son la fuerza que mueve la PAH. Un aspecto que no se ha tenido muy en cuenta o que incluso se ha ignorado de la crisis es su efecto sobre el modelo patriarcal, que empieza en las familias -en las cuales el hombre ya no puede cubrir las exigencias económicas del hogar o pagar la hipoteca- y se extiende a toda la sociedad. La Plataforma d'Afectats per la Hipoteca (PAH) es un ejemplo perfecto. Es una de las formas de protesta en las que la presencia y la importancia de las mujeres se ha hecho más evidente, en parte porque de lo que se trata es de luchar para salvar el núcleo doméstico y la propia casa. Si muchas veces los hombres, privados del rol al que estaban habituados, se derrumban y en demasiadas ocasiones lo que hacen es abandonar a la familia, las mujeres buscan soluciones, bajan a la calle a luchar, van a las reuniones, toman iniciativas y decisiones, paran desahucios y ayudan a otras familias a superar los momentos de desconsuelo.

Aunque no es fácil tener datos exactos sobre el número de desahucios que se han hecho durante la crisis, se calcula que desde 2008 se han iniciado en España unas 600.000 ejecuciones hipotecarias. El Banco de España no empezó a calcular las ejecuciones que afectaban a primeras viviendas hasta 2012, y la cifra entre el 2012 y el 2014 es escalofriante: 97.577 familias sufrieron el embargo de su casa. Este ha sido un drama que se ha hecho visible gracias al trabajo de entidades como la PAH, que desde la incomprensión inicial han conseguido que administraciones y partidos adopten medidas para hacer frente a una emergencia social que ha estado mucho tiempo a la cola de las prioridades económicas. La rapidez con que se ha ayudado a la banca no es proporcional a la lentitud a la hora de ayudar a las víctimas de la voracidad de las propias entidades financieras.

La PAH, nacida en 2009, fue la respuesta ciudadana a este problema, y a lo largo de estos años ha conseguido paralizar más de 1.600 desahucios y ha realojado a más de 2.500 personas. El trabajo de realojamiento lo ha realizado en el marco de su campaña Obra Social, que consiste en ocupar viviendas vacías -propiedad de entidades financieras rescatadas con dinero público- para realojar a las familias con menos recursos y más riesgo de exclusión. Sólo en Sabadell, donde se centra el grueso de este reportaje, ya hay cuatro bloques liberados.

Las mujeres de la PAH son fuertes, y esto es algo que muchas han descubierto hace poco. Se han hecho fuertes luchando para conseguir un techo para sus familias, pero a la vez también están reescribiendo las reglas de la sociedad. No es casualidad que muchos de los edificios ocupados por la PAH sean, de hecho, una sociedad matriarcal en la que las mujeres, que son mayoría, toman decisiones, escogen cómo protestar y son el alma de la comunidad. Lo que sigue es el retrato de algunas de estas mujeres, de sus historias y sus luchas.

Deborah Sastre, 23 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Deborah Sastre, 23 años

Entré en la PAH para apoyar a mis padres, que perdieron su vivienda tras quedarse sin ningún ingreso laboral, todavía con dos hijos menores a cargo y sin posibilidades de pagar la hipoteca. La PAH de Sabadell nos ayudó, cediéndonos uno de los pisos ocupados en el barrio de Gràcia de Sabadell, donde todavía vivimos, y guiándonos en los pasos que había que dar para conseguir la dación en pago de lo que había sido nuestra casa. Ser de la PAH nos ayudó a perder la angustia, se acabaron las llamadas de los bancos, la tristeza, el miedo. Conseguir la dación en pago fue lo mejor que nos podía pasar, porque ahora podemos volver a vivir. Yo ahora estoy formándome, haciendo cursos y módulos de formación y trabajando temporalmente cuando sale algo. Pero ahora sé que no debo tener miedo de lo que pueda pasar y que hay que luchar.

Emma Giné, 31 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Emma Giné, 31 años

Formo parte del grupo de personas que impulsamos la PAHC de Sabadell hace cinco años. Pensábamos que era necesario y urgente dar respuesta a la avalancha de familias que comenzaban a ver cómo su vida se tambaleaba. Personalmente trabajo como técnica de comunicación y comparto una casa de alquiler con tres personas más. Luchar contra el capitalismo para transformar la sociedad es uno de mis objetivos vitales, y por eso estoy en la Plataforma d'Afectats per la Hipoteca i la Crisi de Sabadell. Esta militancia es una de las experiencias más duras y a la vez más enriquecedoras que he vivido nunca, porque estar allí me ha permitido luchar codo con codo con personas con las que quizás no nos habríamos cruzado nunca. Es un proceso de aprendizaje permanente que ha hecho posible que haya podido ser testigo del proceso de metamorfosis de muchas personas, que han pasado de sentirse culpables a víctimas empoderadas. Las familias que participan en la PAHC tienen un perfil de carácter patriarcal, en las que el hombre había tenido tradicionalmente el papel de ser el que llevaba el dinero a casa, trabajando fuera, y la mujer se encargaba de las tareas del hogar, de los niños y de la familia. La crisis provocó la expulsión de muchos de estos hombres del campo laboral; se quedaron en el paro y, por lo tanto, perdieron su rol. Haciendo un análisis muy superficial, podemos decir que hemos detectado que la sensación de fracaso es mucho más acentuada en los hombres que en las mujeres. Ante esta nueva situación, las mujeres sacan fuerzas y energía de donde sea para continuar desarrollando el trabajo de atención a la familia: siguen llevando la casa y los hijos y se buscan la vida para trabajar unas horas en cualquier trabajo. Esta sensación de fracaso de los hombres conlleva que normalmente las mujeres tomen más la palabra cuando presentan su caso ante la asamblea y que en general tengan una actitud mucho más activa dentro del colectivo. El proceso de empoderamiento que hacen las mujeres en la PAHC es brutal, rompe con los roles de género patriarcales y lo convierte en un colectivo muy feminizado.

Urimari Bustillos, 37 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Urimari Bustillos, 37 años

Empecé a militar en la PAHC en marzo del 2013, cuando se agravaron mis problemas económicos y ya no podía pagar el alquiler. Tengo tres hijos que están conmigo porque el padre de los dos grandes murió, y estoy separada del padre de la pequeña, aunque me ayudó hasta que también perdió el trabajo. No llegaba a fin de mes, y primero ocupé un piso de un banco hasta que me desahuciaron. Gracias a la PAHC pude hacer frente a los costes y me facilitaron el acceso a una vivienda liberada del barrio de Gràcia de Sabadell. Ahora trabajo en la limpieza de casas unos días a la semana y estoy más tranquila. Mientras pasaba por los diversos desahucios tenía la moral baja y un gran sentimiento de culpa, pero cuando fui a mi primera asamblea de la PAHC vi que éramos muchas personas las que teníamos problemas similares, e incluso peores, y entendí que no era sólo un problema mío, sino que era un problema social. En mi caso la experiencia me ha llenado tanto que también me ha animado a participar en otros colectivos y a trabajar en proyectos de comunidad. Trabajar con la comisión de apoyo y participar en acciones de la asamblea hace que te sea más fácil hacer frente a los problemas, que siguen existiendo pero que ya no tenemos que combatir en soledad. Si algo tiene la PAHC es la diversidad y la igualdad. No hay diferencias de clases ni de color de piel. No hay jerarquías ni superioridad: todos nos integramos y trabajamos en la medida de nuestras posibilidades, y el aprendizaje lo hacemos sobre la marcha.

Rosa Bernaus Sánchez, 57 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Rosa Bernaus Sánchez, 57 años

Con mi marido, Julio, teníamos un pequeño negocio que no pudo aguantar los vencimientos de los pagos. Cerramos el negocio pero el banco nos desahució porque no podíamos hacer frente a la hipoteca. Nos ha quedado una deuda que nos condena al embargo de todos los ingresos que podamos tener, y ahora, además, estamos luchando para impedir que el banco desahucie a mi madre, que me avaló con su propiedad. Yo trabajo como monitora en una escuela dos horas y media a la semana y con mi marido vivimos en un piso de alquiler. Conocía la PAHC porque había asistido a alguna de las charlas que habían hecho durante las acampadas del 15-M, pero hasta que no me llegó el procedimiento ejecutivo no reaccioné. El primer día que pisé la PAHC de Sabadell fue el 12 de octubre de hace poco más de tres años. En ese momento había perdido la ilusión. Yo siempre había sido una mujer alegre, pero me habían hecho volver muy negativa y miedosa. Ahora he perdido el miedo y he ganado cosas que no tenía, como capacidad de adaptación, positivismo y muchas ganas de salir adelante. Me gusta que las personas que están a mi lado también sean así. Por eso fui, con mi marido, una de las impulsoras del grupo de apoyo. Tengo ganas de cambiar las cosas y creo que lo estamos haciendo. He salido ganando como persona y me siento mucho mejor conmigo misma.

Elisa Moreno, 54 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Elisa Moreno, 54 años

Fui a la PAH por un problema un poco diferente del resto. Nuestra vida cambió cuando me detectaron un tumor en el páncreas y el hígado. Como la mayoría de gente de aquella época, en casa trabajábamos los dos, y nuestra hipoteca era de 1.200 euros. Yo trabajaba de cocinera en un restaurante y mi jefe me pagaba una parte del sueldo legalmente y la otra en negro: en total, 1.000 euros. Cuando me puse enferma dejó de pagarme la parte en negro, por lo que en casa ya no entraba todo mi sueldo, aunque con el otro íbamos pagando la hipoteca. Hasta que por la crisis despidieron a mi marido. Durante dos años explicamos el problema a nuestra entidad bancaria, pero sólo nos hizo una carencia corta esperando que mi marido encontrara trabajo. Pero no encontró y mientras se iba engordando la deuda. Entonces oí hablar de la PAH, y ir fue una de las mejor decisiones de nuestra vida. Llegué con sentimiento de culpa, por la situación, por la enfermedad. Allí encontré comprensión, afecto y ganas de ayudar. Se pusieron en marcha e hicieron un gran trabajo, porque en poco tiempo lograron la dación en pago de la vivienda, aunque también perdimos un local heredado por mi marido que tiempo atrás nuestra entidad no nos había aceptado. Ahora vivimos en un piso de alquiler y mi marido ha encontrado trabajo. Yo estoy esperando una nueva operación. Gracias a la PAH pudimos respirar tranquilos, hemos perdido el miedo y hemos aprendido que tenemos que luchar y no dejar de hacerlo nunca.

Gloria Santin, 47 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Gloria Santin, 47 años

Empecé a formar parte de la PAH en mayo de 2013, después de dos desahucios seguidos. Ya no podíamos seguir pagando la habitación que alquilábamos con mi marido porque los únicos ingresos que tenemos son 400 euros, ya que Manuel tiene una enfermedad "no catalogada", fibromialgia, que le impide trabajar pero que tampoco le da derecho a la baja o a ningún tipo de ayuda. Fui a la PAH a pedir asesoramiento para tratar de ocupar una vivienda. Vivimos en el bloque de Gràcia desde junio de 2013. Nadie me había ayudado: ni la asistencia social, ni la Generalitat, ni el Ayuntamiento... No me daban alternativa. Pero ahora he vuelto a tener esperanza y siento que tengo una familia.

Tamar Córdoba, 27 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Tamar Córdoba, 27 años

Cuando mi marido, Juan, perdió el trabajo no pudimos seguir pagando el alquiler y nos desahuciaron. Era en plena crisis y Juan no pudo encontrar ningún otro trabajo, por lo que decidimos ocupar una casa por nuestra cuenta. Yo no tengo trabajo y mi marido sólo tiene la mitad del subsidio -213 euros- porque en su contrato sólo constaba la mitad de la jornada laboral. Aparte de la familia la única ayuda con la que podemos contar es la actividad parroquial, la despensa que cada quince días nos ofrece un paquete de comida. En el momento de crisis hicimos dos ocupaciones y de los dos lugares nos desahuciaron. El segundo fue muy duro, por la agresividad de la policía, la detención de Juan ... Yo estaba embarazada y perdí el niño. La PAH nos acogió con mucho cariño y nos quitaron de la cabeza la idea de volver a ocupar por libre. De hecho, nos incluyeron entre las familias que viven en el edificio liberado de Gràcia, en Sabadell. Fuimos en julio de 2013, y ahora vivimos ahí felices. Quedé embarazada y nuestra hija, Anika, que ahora ya tiene un año, es preciosa. Seguimos y seguiremos luchando con la PAH, porque ellos nos apoyaron cuando nos hizo falta y nosotros queremos hacer lo mismo por los demás.

Neus López Rodríguez, 46 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Neus López Rodríguez, 46 años

Yo vivo en mi propia casa, pero conocí la PAH por una afectada, que me insistía para que fuera porque eran una familia y quería que formara parte de ella. Lo hice, y el amor a los demás, a los más necesitados, removió algo dentro de mí, y hace dos años empecé a militar. Mi vida cambió. Hasta entonces era una madre que ayudaba en lo que podía a la gente del barrio, pero la PAHC me hizo libre. Tomé decisiones que por mi etnia no eran correctas para una mujer. Fue una lucha dentro y fuera, y ahora puedo decir que soy libre de hacer lo que me parece correcto y que me apoyarán en todo. Estoy orgullosa de formar parte de ello.

Khouloud Akid, 5 anys, dones de la PAH / ISIDRE GARCÍA PUNTÍ

Khouloud Akid, 5 años

"Vivo en el bloque de Gràcia con mis tres hermanos y mi madre. Me gusta la casa y poder jugar con los otros niños del bloque", explica Khouloud. Su madre, Ahlam Rassala, tuvo que dejar la habitación que alquilaba porque no tenía ingresos ni tampoco recibía la ayuda de su marido, que vive en Marruecos. No tiene trabajo ni recursos para mantener a la familia. Hasta que no pasen dos años de residencia ininterrumpida en España no podrá tener derecho a ningún tipo de ayuda estatal, y por ahora su subsistencia depende de la solidaridad de los vecinos del bloque, del proyecto de autogestión que organiza la misma PAH y de lo que puede conseguir de asociaciones humanitarias y organizaciones como la Cruz Roja.

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