Manuel Vázquez Montalbán, 1997
07/10/2017

El Che en el supermercado de la transgresión

2 min
El Che en el supermercado  de la transgresión

Peces històriques triades per Josep Maria Casasús[...]

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Como una pesadilla para el pensamiento único, para el mercado único, para la verdad única, para el gendarme único, emerge de nuevo el Che como sistema de señales de insumisión, una provocación para los semiólogos y para la Santa Inquisición del integrismo neoliberal. […] El retorno de la iconografía del Che tiene diversas causas. Alguna de ellas está emparentada con el ascenso a los altares mitológicos de Lady Di y la Madre Teresa de Calcuta, la primera como extraño prototipo de princesa adúltera pero virgen y mártir, y la segunda como monja beneficiente preconciliar hecha a la medida de una impía economía global que parece ricardiana, maltusiana. Se necesitan mitos transgresores para tiempos en los que la transgresión no parece tener ninguna finalidad histórica, se consuma en sí misma y ante la mirada de una clientela social amenazada por todos los miedos y desprovista de cualquier esperanza, tan transgresora puede parecer Lady Di como el Che. No todas las lecturas del retorno del Che deberían ser tan desencantadas. Sobrevive una sombra de la memoria del Che como emancipador transmitida de padres a hijos y convertida en mercancía mediática con motivo del aniversario. Que una parte de la sociedad se apropie de un referente simbólico quiere decir que lo necesita, que sacia alguna de sus necesidades y el Che sería consumido como el médium de la propia conciencia irritada ante el falso orden establecido y el desorden que ocultaría. También podría interpretarse el retorno guevariano como fruto de la selección de un valor revolucionario puro, de un profeta vencido pero puro más allá de tanto profeta vencido y además impuro, después de todas las catástrofes sufridas por las utopías revolucionarias materializadas tras la Revolución soviética. El revolucionario que una vez ganador de la Revolución cubana no quiso instalarse como un burócrata, sino que encarnó la aspiración del internacionalismo revolucionario hasta el sacrificio personal, sigue ofreciéndose como una obra abierta, rey Arturo beneficiado por excelentes fotografías, en vida y en muerte, que han dado a su máscara fúnebre cualidades de sudario santo, de santa sábana reproduciendo el rostro del justo asesinado. Estamos ante un caso de romanticismo militante que al reaparecer con tanta fuerza en el mercado de los símbolos demuestra una carencia de vitaminas históricas, un evidente raquitismo épico y lírico, es decir, la perpleja orfandad de los consumidores de la Historia pasteurizada.

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