ENTREVISTA

Amarna Miller: "Mi discurso no es sobre el porno sino sobre libertades"

La actriz porno afirma no creer "en el concepto de la pornografía mainstream que nos convierte en maniquís"

Borja Duñó Aixerch
10 min

Amarna está en Barcelona por la ceremonia de los premios Ninfa, donde acabará ganando el premio a la mejor web. Hace un año y medio que vive en Los Ángeles, pero ahora acaba de llegar de Andalucía, donde ha estado rodando su primera película de cine convencional, una comedia adolescente de la que aún no puede decir nada. Lleva una camiseta de Cyndi Lauper bajo el abrigo, el móvil dentro de una funda gigante con la forma de Totoro, el personaje de Miyazaki, y pide leche con Cola Cao. Nada en ella hace pensar en la idea estereotipada de una estrella del porno, sino más bien en una adolescente que viaja con una mochila en la espalda. Hoy, además, la acompaña a todas partes una periodista de Vice, que escribirá sobre cómo es un día con Amarna Miller. Habla del feminismo pro sex y parafrasea a Virginie Despentes, siempre con voz dulce pero disparando los pensamientos a gran velocidad: "Dentro de una guerra tan fría como es el capitalismo, a las mujeres no se nos puede quitar la opción de empoderar-nos de nuestro propio estigma..." y continúa con palabras suyas:" A las mujeres se nos ha dicho tantas veces y de tantas maneras cómo debemos utilizar nuestra sexualidad que ya es hora de que la utilizamos como nos dé la gana", aunque ahora empieza a tener algunas dudas sobre si hay ciertos límites que se deberían respetar. "Estoy en este dilema moral: ¿hasta qué punto hacer lo que quiera con mi propio cuerpo tiene unos efectos a nivel social que no estoy terminando de entender? ¿Hasta qué punto mi libertad colisiona con lo que tengo que representar? Y esto es algo que también pasa en el cine convencional, es una pregunta abierta en mi cabeza".

¿Como era tu infancia?

Mi padre era portero, mi madre conserje. Hasta los 14 años vivíamos en Vallecas y entonces nos trasladamos al centro, lo que me fue muy bien porque así pude hacer el bachillerato artístico en la escuela que yo quería. Cuando era más pequeña vivía como en una burbujita, en una casa muy guay que heredamos de mi bisabuela, una casa de tres plantas, con un jardín y un mastín que la guardaba, pero el barrio fue empeorando, entraron a robar en casa tres veces, nos la ocuparon dos veranos diferentes... Me dio mucha rabia dejar la casa porque me gustan mucho las antigüedades y la historia familiar y aquello era como un pequeño museo. Al final la vendieron y la derruyeron, ni siquiera se construyó nada.

¿Qué cosas te gustaban?

Con 14 años pedí a mis padres que me apuntaran a clases de restauración y me acabé especializando en muñecas antiguas, muñecas alemanas y francesas anteriores a 1940. Tuve mucha suerte porque uno de los mejores restauradores de muñecas de España estaba relativamente cerca de mi barrio y yo iba dos o tres veces por semana a aprender. Como era la más pequeña era la mimada de la clase. Era mi vía de escape del universo, porque mi vida entonces no me gustaba mucho.

¿Por qué?

Porque no tenía los mismos intereses que la gente de mi entorno. Mis padres no me dejaban ver la tele... Yo estaba en este mundo de antigüedades, un poco aislada del mundo real. Las discusiones en casa eran sobre quién había ganado la batalla de Calais y no sobre lo que salía por la tele. Y, claro, llegas a la escuela con siete años hablando de historia y los niños te hacen el vacío. Además, yo llevaba un parche en el ojo porque tengo estrabismo, gafas, después me pusieron hierros en los dientes... En el sorteo del bullying de la clase yo tenía todos los números. Lo pasé bastante mal de pequeña, pero eso me ha ayudado a tener un carácter bastante intenso y bastante consolidado.

Transmites mucha seguridad en ti misma. ¿No la tenías antes?

Yo era una niña muy frágil y con mucho miedo, era muy pequeñita y estaba siempre enferma, no me gustaba comer... No me sentía nada fuerte. Me daba miedo el mundo, salir fuera de mi burbuja. Para mí el mundo de las muñecas era estar con unas amigas que estaban ahí de manera incondicional en comparación con una gente de mi edad que me odiaba por motivos totalmente ajenos a mí. Era una niña inquieta, muy curiosa, a quien le gustaba mucho mirar cosas nuevas, aprender, leer, pero no era una niña fuerte de carácter. Mis padres siempre me han llevado a museos y me han comprado libros, pero nunca me enseñaron a ir en bici, han sido muy sobreprotectores, han tenido mucho miedo de que el mundo me hiciera daño, eso me ha dificultado hacer amigos pero me ha hecho tener un universo interno hiperdesarrollado.

¿Cómo haciste el cambio?

Fue a los 14 o 15 años, porque estaba harta. Muchos de mis referentes son literarios, personajes de libros, y estos personajes fuertes me hicieron pensar que el cambio comienza desde dentro, que nadie lo hará por ti. Yo tenía clarísimo que quería hacer bellas artes, con la gente del bachillerato artístico como mínimo teníamos que tener cosas en común y no fue exactamente así, pero era un incentivo, es la edad en que empiezas a rebelarte del yugo paterno, cultivar tus intereses... Nunca he sido una rebelde, pero sí que empecé a ser más firme con mis decisiones. Por ejemplo, una cosa que tenía muy clara era que yo quería viajar y descubrir cosas nuevas.

¿Como han vivido tus padres que te dedicaras al porno?

Es una dicotomía interesante, porque desde pequeña me han enseñado que tenía que hacer lo que yo quisiera, que tenía que luchar por mis sueños... Me han enseñado a ser perseverante, a ser ambiciosa y sobre todo que me he de centrar en ser feliz y luchar por lo que deseo. Pero, ¿qué pasa? Que cuando lo he hecho y he salido de lo políticamente correcto, ha habido una pequeña disyuntiva. Creo que tenían miedo de que esto del porno fuera una tontería de adolescente. Al principio se lo tomaron bastante mal, pero con los años ven que tengo la cabeza en su sitio, y pienso que ahora mismo lo que más les preocupa son las críticas que hago a la Iglesia o a la política, pero entienden mi posición y se han informado para comprender mi perspectiva: mi madre ahora está muy metida en el feminismo, viene a mis charlas...

¿Llegas un día en casa y dices: "Papás, me dedico al porno"?

Explotó de golpe, fue horripilante. Se enteraron justo cuando estaba terminando la tesis de fin de carrera y mi pareja, que era un maltratador psicológico, me echó de casa. Me encontré literalmente con mis cosas en la calle. Un amigo me ayudó a encontrar un piso para dos meses, porque luego me iba a Australia, y pude terminar la tesis con muy buena nota. Al principio se lo tomaron muy mal, pero al cabo de los años hemos ido arreglando las cosas.

¿A qué edad empezaste?

A los 19 años. Soy una persona que siempre se había interesado por la sexualidad y con la libido muy alta, por tanto, tenía en la cabeza dedicarme a algo relacionado con el trabajo sexual, pero más como una fantasía. En bellas artes descubrí la fotografía y el vídeo y empecé experimentando con temas sexuales, haciendo fotos a las amigas, primero desnudas y luego cada vez más explícitas, y llegó un punto en que eran pornográficas. Yo había escrito a algunas productoras españolas para tantear un poco el terreno y no me había gustado nada lo que ofrecían, de manera que buscando hacer las cosas diferentes surgió Omnia X, la productora que dirigí durante cinco años. Una productora australiana, Abbywinters.com, contactó conmigo y me pidió si quería hacer de modelo para ellos. Me presentaron una cosa que se adaptaba totalmente a mi ideal de lo que debería ser el porno: no dejan llevar maquillaje, insisten mucho en que la belleza femenina debe ser natural, no quieren chicas operadas, las modelos llevan su propia ropa... Yo no creo en el concepto de la pornografía mainstream, que nos convierte en maniquís, todas iguales, con las mismas pestañas postizas, los mismos tacones y la misma lencería. Y algo que me atrae es poder descubrir la personalidad del chico o la chica a través de la acción, del vestir, de su propio estilo.

Hiciste campaña en contra de la propuesta de ley 60 en el estado de California. Cuéntanos en qué consistía.

Decía que todo intercambio de fluidos grabado con cámara dentro del estado de California o comercializado en el estado de California se tenía que hacer con preservativo y otras cosas absurdas como gafas de protección o protectores dentales y que cualquier ciudadano de California podía demandar de manera particular a las personas que están actuando ante la cámara por no usar protección. Esto habría hecho que cualquier fan rabioso te pudiera demandar y querría decir que yo habría tenido que hacer público mi nombre y registros médicos, por lo que la propuesta ponía en riesgo la privacidad de los actores y asumía que sólo hacen porno las productoras, cuando los actores y actrices también comercializamos nuestras propias escenas y decidimos si ponernos protección o no... Además, hace más de once años que no hay un contagio de VIH en un set de rodaje en Norteamérica. No prosperó pero era un despropósito, no ya por el hecho de que nadie debería decidir qué haces o dejas de hacer con tu propio cuerpo sino porque esta ley era una excusa barata para poder eliminar la pornografía del estado de California.

¿Cómo se garantiza la seguridad en los rodajes?

Nos hacemos pruebas de ETS (enfermedades de transmisión sexual) cada 14 días. Tu nombre nunca se hace público pero tienes un número de identidad que das a la productora con la que vas a rodar y ellos comprueban que tienes los tests en regla. Es imposible falsificar porque la conexión es directa con la base de datos.

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Defiendes el porno ético. ¿Cómo lo defines?

Siempre utilizo la definición de una sexóloga y educadora que se llama Tristan Taormino: son aquellas producciones en las que tanto los actores como las actrices se sienten valorados, remunerados de forma justa, las condiciones de seguridad laboral son estrictas y existe un marco legal bajo el que hacen su trabajo. A mí me recuerda al comercio justo, una serie de normas que se deberían cumplir siempre detrás de las cámaras para obtener un sello de calidad.

¿Qué pasa con las escenas que se puedan percibir como machistas o violentas?

Lo que yo considero porno ético es lo que pasa detrás de las cámaras. Es muy complicado definir lo que para otra persona puede ser humillante o degradante, placentero o terrible. El otro día tuve una discusión por Twitter con Lucia Etxebarria porque había escrito un texto poniendo en duda que a las mujeres nos pudieran gustar las eyaculaciones faciales, que nos digan guarras en la cama o que se nos corran en la boca. Bueno, esta es su opinión personal, pero no todo el género femenino considera que estas prácticas sean humillantes, de hecho yo soy una persona que las disfruto, y no por el contexto heteropatriarcal, sino porque verdaderamente las disfruto, por lo que es complicado poner barreras dentro del deseo o la fantasía. Al final, lo que hacemos dentro del porno es representar una fantasía, hay fantasías de muchas clases, colores y sabores, no se pueden juzgar. Lo que sí echo de menos dentro de la industria pornográfica es exactamente eso, la variedad. La mayoría de visiones representadas ahora mismo en la pornografía mainstream están destinadas al hombre, son muy falocentristas, están muy centradas en el placer masculino. ¿Qué pasa con el resto del universo? Es la crítica que yo le hago al porno. No existe el porno para lesbianas, o para transexuales, etcétera. Está representando la sexualidad desde un prisma muy reducido y yo echo de menos los demás.

Pero hay ciertas representaciones que pueden condicionar, por ejemplo, la conducta sexual de un adolescente.

No se puede utilizar como excusa la educación sexual. El porno no es un educador sexual y si se utiliza como tal es porque los adolescentes y los niños no tienen la educación suficiente por parte de padres y educadores. Si llevas al niño a ver Spiderman y el niño se tira por la ventana no es culpa de Spiderman, es culpa del padre, que no le ha explicado qué es ficción y qué es realidad, que es lo mismo que se debería hacer con la pornografía. Estoy de acuerdo en que se deberían cambiar cosas, pero no por pedagogía sino por contexto social, porque tenemos que romper el heteropatriarcado y tenemos que empezar a formar un contexto en el que la mujer sea un ente empoderado. El porno no está hecho para educar, si alguien se educa con el porno, el problema viene de mucho más atrás.

Y aún así es lo que ocurre en la mayoría de los casos.

Es que no hay educación sexual. El sexo es tabú, tiene un estigma muy grande. Los padres tienen miedo de hablar de sexo con los hijos, de modo que cuando necesitas información sobre sexo no se la pides a ellos. Si en la escuela lo único que te enseñan del sexo es la función reproductiva... A mí en la escuela me dieron una clase de sexualidad y era algo muy aséptico. Entonces tienes dos opciones, el boca-oreja con gente de tu edad o internet, y es un problema porque no aporta información.

Aparte de la cuestión educativa está también el factor de la sensibilidad.

Sí, últimamente pienso mucho en eso, porque yo misma he representado cosas en pantalla de las que no me siento orgullosa. Pero, por otra parte, soy una trabajadora y el 99 por ciento de las veces no sé el argumento de la escena hasta que no llego al rodaje. Y muchas veces el argumento es lo que lo jode todo. Cuando lo sabes antes puedes rechazar escenas, yo he rechazado escenas por ser machistas, racistas o clasistas, pero muchas veces no tienes opción de hacerlo. No sé, esto me está creando una especie de crisis existencial, porque estoy harta de rodar escenas con las que no estoy de acuerdo, pero, por otra parte, no siempre tengo manera de seleccionarlas. Es complicado.

¿Cuáles son tus límites?

Sólo hago en pantalla cosas que me gustan, porque mi sexualidad es algo muy bonito y muy frágil que quiero mantener vivo durante mucho tiempo y no quiero hacer cosas únicamente porque me están ofreciendo dinero. Rechazo un sesenta por ciento de las escenas que me proponen, pero aún así se me cuelan muchas que habría rechazado. Incluso siendo una figura relativamente popular, no es tan fácil como cabría esperar.

¿La presión social es lo más difícil?

Lo peor del porno no tiene que ver con el porno sino con cómo la sociedad entiende el sexo y el estigma constante al que tienes que enfrentarte. Cansa muchísimo. A muchos niveles.

¿Y las redes sociales?

Las redes sociales te deshumanizan, en el momento en que eres un personaje público la gente piensa que no tienes sentimientos, que pueden opinar sobre ti de cualquier manera, y yo eso ya lo tengo superasumido. Lo que me da más rabia es cuando me descontextualizan o me citan mal, cuando cogen un trocito de lo que digo para hacer un titular y parece que sea gilipollas.

¿Cómo te gustaría que te vieran?

Es que hago muchas cosas. Mi discurso sobre el porno no es sobre el porno sino sobre libertades y me gustaría hablar sobre ello. Para mí no se trata tanto de dedicarme al porno sino del hecho de ejercer mi libertad de dedicarme a lo que quiera le pese a quien le pese. No es que sea una persona a la que le gusta follar con todo el mundo, sino que soy una persona que ha logrado vencer su miedo a la sociedad y dedicarse a lo que quería.

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