“Caminar es una manera de luchar contra la prisa actual”

La escritora Carolina Reymúndez reivindica la importancia de pasear para parar el ritmo frenético

Thaïs Gutiérrez
3 min
Dos homes caminant per Collserola

BarcelonaMartín Echegaray Davies es un argentino de más de 60 años descendiente de vascos y galeses, como sus apellidos dejan entrever. Y es también un apasionado del caminar. En 2017 empezó a andar en la Patagonia, su tierra natal, con el objetivo de llegar a Alaska al cabo de tres años. La pandemia le truncó los planes a Fargo, la ciudad norteamericana que tiene ecos de crímenes de película, donde tuvo que coger un avión que le llevó de vuelta a casa después de 884 días de travesía a pie, a pesar de que él asegura que quiere volver para acabar un hito grandioso como es recorrer a pie los 14.000 kilómetros que separan la Tierra del Fuego de Alaska, y que en su caso son unos cuantos más, puesto que se fue desviando de la ruta porque quería pasar por todas las capitales argentinas.

Esta es una de las muchas historias apasionantes que la periodista de viajes Carolina Reymúndez ha reunido en el libro Millones de pasos, que edita Geoplaneta y que pretende ser un homenaje a un acto tan aparentemente banal como andar. “Andar es mucho más que dar un paso ante el otro, ir de un lugar a otro sin usar ningún medio de transporte”, dice la autora del libro, que hace tiempo que decidió que siempre que pudiera iría a pie a todas partes.

“Hay mucha gente que me pregunta por qué lo hago, ellos lo ven como una pérdida de tiempo porque en realidad podría llegar más rápido en coche o con algún otro medio de transporte, pero yo pienso que tenemos una prisa instalada adentro y que nos obliga a ir rápido, siempre más rápido, y que no entiende el motivo de andar. Para mí andar es una manera de luchar contra la prisa actual”, dice. “Yo reivindico que andar es una manera de ser en la vida, de ver las cosas, sobre todo sin prisa. Y yo creo que se resuelven muchas cosas andando”, dice Reymúndez en una conversación por videoconferencia desde su casa, en Buenos Aires.

Carolina Reymúdez

Andar más después del confinamiento

La escritora reconoce que después del confinamiento su reivindicación tiene más seguidores que nunca, puesto que los meses que muchos pasamos cerrados en casa nos hicieron darnos cuenta de la importancia de andar. “Aquí en Argentina la gente buscaba cualquier excusa para salir de casa y poder andar un poco. Sacaban a pasear al perro de un amigo o iban al súper que tienen a dos kilómetros de su apartamento solo para poder andar. A mí también me pasaba lo mismo. De hecho, tengo que reconocer que yo me escapaba y hacía caminatas clandestinas e iba a comprar en alguna tienda lejos de casa. Pero eran paseos extraños, con un poco de miedo, con mascarilla y con la sensación de miedo hacia los otros... Fue un periodo muy complicado que todavía no se ha acabado”, reconoce.

En este libro ha querido recopilar historias –tanto personales como de otros caminantes – que ponen de relieve “los beneficios psicológicos de esta actividad”. “Todo aquello físico está mucho más unido con aquello psíquico de lo que nos pensamos, y lo que beneficia a nuestro cuerpo también beneficia a nuestra mente”, dice Reymúndez, que aconseja “el andar repetitivo y ancestral, aquel que dicen que es el ideal y que es a unos cuatro kilómetros por hora y que hace que pensamiento y acción vayan alineados”. Es igual si se hace en una gran ciudad o en un pueblo, en el campo o en la montaña o en una playa, la acción de andar ayuda a asear los pensamientos y a amansarlos. “Para mí andar es calibrar lo útil y lo inútil”. “En un mundo en el que todos vamos con prisas, donde el bien más preciado es el tiempo, o esto parece, y el gran pecado es perderlo, cada día crece más este club de caminantes incansables", remacha.

La biblioteca del caminante

Antonio Muñoz Molina, Mario Vargas Llosa, Miguel Delibes... Carolina Reymúndez cita muchos escritores que forman parte del club de amantes del caminar, pero cuando se le pregunta por un libro imprescindible para la gente que le gusta hacer paseos interminables dice, contundente, que elegirlo es imposible. Así que apunta tres: el primero es Wanderlust, una historia del caminar, de Rebecca Solnit (Captain Swing). “Es un libro fundamental y que para mí es una gran referencia que siempre me acompaña. De hecho, cuando lo descubrí me pensaba que ya estaba todo escrito sobre el hecho de andar y Solnit me demostró que no era así, y fue una revelación”. El libro es un relato apasionado de todas las posibilidades que tenemos cuando vamos a pie, y analiza desde la evolución anatómica del cuerpo humano hasta el diseño de las ciudades, pasando por las cintas de correr o los clubes excursionistas, haciendo un repaso también de los caminantes más significativos de la historia.

Su segunda recomendación es Tipos de agua, de Anne Carson (Vaso Roto), uno de los ensayos menos conocidos pero más emocionantes de esta poeta canadiense, en el cual narra su experiencia como peregrina en el camino de Santiago. El libro tiene formato de dietario, dividido en 40 capítulos muy breves en que con una prosa concisa, enjuta, la autora narra lo que ve a su paso y cómo esto conecta con sus emociones.

Y el último libro que recomienda Reymúndez es Del caminar sobre hielo, de Werner Herzog (Gallo Negro). La obra nos sitúa en invierno del 1974, cuando el cineasta decide empezar un viaje en solitario y a pie de Múnich a París, donde vivía Lotte Eisner, historiadora, crítica de cine y amiga de Herzog, que estaba gravemente enferma. El cineasta estaba convencido que si conseguía llegar a París a pie, atravesando media Europa congelada, ella se curaría. Una obra llena de reflexiones sobre el amor, la amistad, la soledad, las peregrinaciones y el proceso creativo.

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