Ni son un modelo ni son sexis: son niñas

La sexualización de los niños es un fenómeno al alza: se observa con preocupación la sexualización en edades cada vez más precoces y, sobre todo en las niñas, con cargas de estereotipos y presión social sobre la imagen

Laura Pinyol
6 min
Ni són un model ni són sexis:  són nenes

Quizás su nombre no te dice nada: Thylane Blondeau. Pero en 2011, cuando era considerada la niña más bonita del mundo, apareció en portada y en un amplio reportaje interior para la edición francesa de la revista Vogue Paris Cadeaux (número de diciembre 2010 - enero 2011) con ropa, joyas y complementos de marcas muy exclusivas que abrió un debate en todo el país. Sólo tenía 9 años y las fotografías, donde también aparecían otras niñas menores de diez años, fueron criticadas por mostrar modelos infantiles maquilladas, vestidas y en actitudes como si fueran adultas. La polémica sobre la sexualización de niñas tan pequeñas hizo que la revista decidiera, a partir de ese momento, no contratar modelos que fueran menores de 16 años.

La sexualización es un debate que se abre recurrentemente y enciende las alarmas, sobre todo cuando coincide con casos flagrantes muy fáciles de identificar. Campañas comerciales y de publicidad para Navidad que anuncian juguetes sexistas o la campaña reciente de venta y distribución de disfraces para Carnaval sirven para encontrar ejemplos en los que, a través de diferentes artículos de venta, se refuerzan roles tradicionales y estigmatizados vinculados al género.

Pero, ¿qué es la sexualización?

En el año 2012 el Parlamento Europeo presentó un Informe sobre la sexualización de las niñas en la comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género, donde definía este fenómeno como el enfoque instrumental de la persona mediante la propia percepción como objeto sexual, al margen de su dignidad, la calidad de la cual se valora en función de su atractivo sexual. Su autora, la eurodiputada Joanna Katarzyna Skrzydlewska, advertía que este fenómeno supone "una imposición de una sexualidad adulta a las niñas, que no están ni emocionalmente, ni psicológicamente ni físicamente preparadas para este papel, que topa con el desarrollo normal y saludable de la sexualidad".

Previamente, en 2011, por encargo del primer ministro David Cameron, el gobierno británico hizo público el Informe Bailey, que definía el concepto de hipersexualización infantil como "la sexualización de las expresiones, actitudes y códigos de vestir precoces" y se alertaba de la presión, sobre todo, sobre las niñas como medio para vender productos: desde videojuegos, alimentos, muñecas o ropa, pero también productos de consumo destinados a adultos como coches, joyas o viajes. El informe, asimismo, recogía algunas recomendaciones como la de comprar ordenadores con contenidos para adultos ya bloqueados o la regulación de ciertos productos audiovisuales.

Pero uno de los documentos pioneros es el que en 2007 publicó la Asociación de Psicología Americana (APA), denunciando la tendencia a sexualizar niños en las sociedades del siglo XXI. Advertía del peligro que tanto los productos como los medios utilizados para llegar al público infantil se sirvieran del erotismo y el valor sexual propagando el mensaje subliminal del éxito social vinculado al atractivo sexual.

La hipersexualización, por tanto, consiste en establecer un canon de belleza en función del deseo sexual que se despierta, fundamentándolo todo, pues, en el culto al cuerpo y la apariencia física por encima de todo.

Culto al cuerpo y espejo de la sociedad adulta

Para Jesús Vilar, pedagogo y profesor de la Facultad Pere Tarrés - URL, "este fenómeno global de las sociedades modernas" hace confluir dos tendencias. Por un lado, "la marca sexual: una clara involución hacia modelos tradicionales machistas y patriarcales que conlleva un proceso de socialización de las niñas con un adiestramiento muy claro, consciente e insistente" no sólo en adolescentes sino en niñas mucho más pequeñas. Por otro, una "desaparición de la niñez", un concepto acuñado por el sociólogo y pedagogo Neil Postman (1931-2003), que en el libro The Disappearance of childhood (1994) defendía la tesis de que la niñez, un producto social que como idea había nacido apenas hacía doscientos años con la Ilustración, estaba a punto de perderse por la influencia de los medios de comunicación en el proceso de socialización y la concepción del niño como un público consumidor.

En este sentido, el doctor Vilar asegura: "Vivimos un tiempo peligroso en que se ha dejado de respetar el espacio de la infancia como un período protegido de crecimiento y descubrimiento".

La Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por las Naciones Unidas en 1959, y la Convención del 79 significaron un gran avance en el respeto a los derechos de los niños a ser niños y "dejar de considerarlos como el adulto que será mañana para centrarse en la persona que ya es hoy ". Hasta entonces, explica Vilar, "la historia había aniquilado el concepto de niñez: es un déficit, un adulto incompleto".

Lo más peligroso es la visión acrítica

Culpar a los medios de comunicación o al auge de las nuevas tecnologías y las redes sociales cuando hablamos de sexualización o hipersexualización es probablemente tramposo. Los niños y las niñas reproducen modelos sociales. La decisión de padres y madres de contagiarles conscientemente estos roles o arquetipos debe ser el primer escollo para "evitar este adoctrinamiento". Para Vilar, "el fondo no es la novedad, sino las formas sofisticadas y la insistencia" en transmitir valores que "pensábamos tener superados" como los masculinos en los productos para niños (virilidad, determinación, coraje, valentía, aventura) o los femeninos en los de las niñas (princesas, belleza, distinción, feminidad, seducción).

El informe del Parlamento Europeo que citábamos anteriormente considera, por ejemplo, que la sexualización de las niñas distorsiona las relaciones entre iguales y debilita su capacidad de forjar relaciones saludables, perjudica la autoestima, provoca trastornos de alimentación y limita las aspiraciones profesionales. Degradar el valor de las mujeres contribuye al incremento de la violencia en su contra y refuerza las actitudes sexistas, que pueden derivar en discriminación laboral y acoso. Un ejemplo de esto que parece banal podría ser aquella denuncia que circulaba por las redes hace unas semanas sobre un disfraz de enfermera sexy (dirigida a 4-6 años) y, en paralelo, el de un cirujano.

La familia: escollo y solución

La familia como filtro de este bombardeo de mensajes subliminales es la recomendación que hace el pedagogo Jesús Vilar: "Las familias chocan contra agentes muy potentes que envían mensajes precisos, por lo que las decisiones no pueden ser acríticas", porque el niño acabará reproduciendo el modelo que vea en sus padres y madres.

En este mismo sentido, y haciendo hincapié en una de las advertencias del informe europeo, la psicóloga Cristina Carretero, de la Fundación ABB, de prevención y tratamiento de enfermedades como la anorexia y la bulimia, corrobora que uno de los principales riesgos es que "padres y madres hagan de la imagen del niño lo más importante", porque contribuyen a "amplificar la presión social sobre la imagen". En este sentido, la hipersexualización es "un factor de riesgo más, porque basa la autoestima exclusivamente en el físico y en la aprobación del otro".

La familia debería ser, por tanto, el principal "agente de prevención", pero esto choca con modas "como el Instagram que, con perfiles propios o gestionados por madres, bombardean con impactos basados exclusivamente en la apariencia", una realidad que ha supuesto el adelanto del debut de enfermedades como la anorexia y la bulimia: "de los 13 años hemos pasado a los 11, y seguimos teniendo una proporción de 9 niñas por cada niño".

Y mientras, en Princelandia...

La responsabilidad de la familia es la de elegir. Mientras los expertos alertan sobre esta presión ejercida sobre las niñas y la involución social que representa, acompañada de una tendencia a ensalzar la vida doméstica, la exaltación de la maternidad y la sexualidad femeninas (las mujeres deben ser jóvenes y guapas, siempre), se importan modelos como Princelandia. Esta cadena de fanquicias originarias de los Estados Unidos tiene centros en Granollers, Sabadell y Barcelona. Tanto en la página web como in situ se pueden contratar servicios para niñas y madres o para fiestas infantiles donde se ofrece un circuito de spa (que refuerce "el vínculo entre madres e hijas", dice la web) que consiste en vestuario de fantasía (tutús de tul o albornoces de color rosa chicle o lilas), sesiones de maquillaje, manicura y pedicura y un desfile final (al que sí pueden asistir padres y madres).

Este tipo de servicios que acentúan los roles sociales arcaicos podrían entrar en conflicto con la ley 17/2015 de igualdad efectiva entre hombres y mujeres, al menos en el apartado 23 de juegos y juguetes. Con todo, tal como explica Mireia Mata, directora general de Igualdad de la Generalitat, la ley "no tiene aún desplegado el reglamento y el gobierno no puede prohibir establecimientos donde no se demuestre que hay trato discriminatorio". Estos fenómenos se observan con "mucha preocupación porque son pasos atrás que se hacen en la estereotipación de géneros y refuerzan la sexualización de las niñas".

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