El 15-M de Pedro Sánchez

Su rival, Susana Díaz, ignoró que el blanco era una amplia movilización del PSOE

Ernesto Ekaizer
4 min
Susana Díaz, Patxi López i Pedro Sánchez abans del debat

PeriodistaLos adversarios de Pedro Sánchez, y principalmente su archirrival Susana Díaz, han ignorado cuál era el objetivo a batir. Han centrado los ataques ad hominem sobre el ex secretario general y parecen –lo veremos esta noche- haber errado al negar un hecho: el jinete está montado a horcajadas de un amplio movimiento de militantes y plataformas espontáneas en todas las regiones españolas.

La táctica tan americana, el llamado character assassination o asesinato de la reputación de Sánchez, la campaña negativa, vamos, ha agudizado el choque de los militantes con el elenco del aparato del PSOE. Los actos de su candidatura han reflejado ilusión y entusiasmo, todo lo contrario de los muy minoritarios que convocó Susana Díaz en las casas de pueblo y donde se ha logrado saber que Sánchez es un bluf- Pepe Bono dixit- pero no por qué razón hay que votarla a ella.

Sánchez llega al desenlace tras haber extendido y reforzado una movilización que experimentó esa gran remontada con la primera vuelta de los avales, cuando caló la idea de que podía ganar en la segunda vuelta de hoy. Aunque mucho dependerá de hacía dónde se inclinen los avalistas y votantes de Patxi López, el candidato que ha dividido el campo de Pedro Sánchez, y que espera la noche para negociar con quien resulte ganador, no es menos cierto que se ha producido, con todo el valor relativo presente en las analogías, un 15-M en las entrañas del PSOE.

Susana Díaz y los suyos cayeron solamente al final en la cuenta de que la táctica superagresiva y personal de asesinar la personalidad de Sánchez no había hecho más que dar alas a su adversario. El pasado viernes por la mañana, como después del último día de campaña la presidenta andaluza dio un viraje espectacular.

Ya no atacó Susana Díaz la personalidad de Sánchez, que esa noche iba a reunir en el Muelle de la Sal de Sevilla a más de dos mil personas, entre afiliados y simpatizantes, con el respaldo de la alcaldesa de París, la socialista de origen gaditano Anne Hidalgo; la presidenta andaluza congregó a un número mayor de militantes de la mano de Alfonso Guerra.

Felipe González ni estaba ni se le esperaba, fiel a su premonición hecha pública en noviembre pasado: “Ningún candidato al que he apoyado ha ganado”. Pero cuatro meses después, cuando llegó la hora, el 26 de marzo, González cambió y estuvo al pie del cañón junto a la candidata, a la que arroparon José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Bono, Alfonso Guerra y Pepe Blanco, entre otros.

La campaña de las primarias se ha cerrado con la posibilidad de una victoria de Pedro Sánchez. No parece que los militantes esten acudiendo a votar en el día de hoy al que ven como el próximo presidente o presidenta del Gobierno.

La votación se perfila más bien como una catarsis post 1 de octubre de 2016, esa fecha del Comité Federal en el que, según ha quedado grabado en la memoria del partido, el aparato encabezado por Susana Díaz logró desensillar a Sánchez de la secretaría general.

En las última semanas, han cundido en las filas de Susana Díaz, en petit comité, argumentos extremos, vamos, que la opción de hoy es poco menos que la francesa entre Emmanuel Macron (Susana Díaz) y Marine Le Pen (Pedro Sánchez).

Otro de los razonamientos es que si Sánchez gana hoy, la batalla se trasladará al Congreso Federal del PSOE del 16, 17 y 18 de junio, donde las federaciones potentes lideradas por Susana Díaz estarían en condiciones de darle la vuelta a las primarias. No deja de ser cierto que la elección de delegados es un proceso que el aparato puede controlar con mayor eficacia que la votación en primarias, y que si bien el ganador pondrá en pie una nueva ejecutiva federal al Congreso toca ratificarla. O no.

Pero el solo hecho de proyectar un ajuste de cuentas en el Congreso pone en el retrovisor el fantasma tan presente que se pasea en esta campaña: el del Comité Federal del 1 de octubre.

Gane quien gane, y según la diferencia de votos cosechados, se abre en el PSOE una fase no menos traumática que la iniciada el 1 de octubre.

Una victoria de Susana Díaz supondrá vencer pero de ningún modo convencer; un triunfo de Pedro Sánchez, en cambio, se presenta, por la movilización que lo obtendría, como la apertura de un periodo más entusiasta con expectativas de recomposición del PSOE hacia la izquierda.

Y no solo eso: tendría el significado de compensar el desalojo forzado del ex secretario general, por un lado, y su renuncia posterior al escaño para cumplir la promesa que con el tiempo –corrupción rampante y manipulación de las instituciones por el gobierno del Partido Popular mediante- gana, retrospectivamente, cada vez más enteros: la de no votar a favor de la abstención del PSOE en la investidura de Mariano Rajoy.

Hoy se podrá comprobar si, como parece, éste es uno de los grandes activos que ha provocado una especie de 15-M, por así decir, en el interior del PSOE.

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