¿Qué le pasó a Pedro Sánchez con el Open Arms?

Iván Redondo, José Manuel Albares y el síndrome de las tres T: torpeza, tardanza y timoratez

Ernesto Ekaizer
3 min
¿Qué le pasó a Pedro Sánchez con el Open Arms?

MadridEl incidente español internacional del verano del 2019.

Son muchos los dirigentes del PSOE que han seguido desde la barrera y, todo hay que decirlo, no sin estupor, el espectáculo que ha montado ante la sociedad el gobierno de Pedro Sánchez en relación con lo que ya quedará como el incidente español internacional del verano del 2019: el rescate de 163 migrantes por el 'Open Arms'. Empezó irritado con el barco y con su capitán, Òscar Camps, y acabó en guerra -amenazas mediante- contra él tras el desembarco forzoso en la isla de Lampedusa por la fiscalía italiana.

Hace algo más de ochenta años, en mayo de 1939, el transatlántico alemán St. Louis zarpaba de Hamburgo con destino a La Habana con 937 pasajeros, todos ellos judíos alemanes, algunos procedentes de los primeros campos de concentración nazi, quienes habían pagado caro las visas que les había vendido el gobierno de Cuba, dominado por la llamada Pentarquía, el gobierno impuesto por el golpe militar de 1934 instigado por el sargento, ascendido a coronel, Fulgencio Batista (tema de la película titulada El viaje de los malditos en España).

Las autoridades cubanas impidieron el desembarco de los pasajeros en el puerto de La Habana y, tras aguardar varios días en puerto, el barco enfiló rumbo a Florida con la esperanza de que Estados Unidos acogiera a los refugiados. Pero la Administración Roosevelt denegó el permiso, situación que secundaron los gobiernos de Canadá y República Dominicana. El barco tuvo que regresar a Europa, donde se permitió a los pasajeros bajar en el puerto de Amberes a mediados de junio de 1939. Un año después, en mayo de 1940, Bélgica caía ante el avance del ejército nazi. Según la obra El viaje de Voyage of the damned (El viaje de los Malditos), el célebre libro de Gordon Thomas y Maz Morgan-Witts, 256 pasajeros del St. Louis fueron más tarde víctimas de Hitler.

Esta disgresión, metafórica si se quiere, viene a cuento porque el Mediterráneo es, en estos años, escenario de múltiples viajes de condenados o malditos. Ahí está esperando el Ocean Viking de Médicos sin fronteras con 356 inmigrantes a bordo. En el caso del Open Arms, también los pasajeros venían de las consecuencias de una guerra. En este caso, de las costas de Libia, país que fue objeto de los ataques aéreos y de una desintegració interna, provocados por las llamadas "guerras humanitarias" de las administraciones de Estados Unidos y de Europa, en la que tomó parte, en 2011, todo hay que decirlo, el gobierno español.

A diferencia de la conducta de Pedro Sánchez ante el Aquarius tras ser investido presidente el 1 de junio de 2018, el Open Arms recibió la hostilidad del Gobierno. Fue el ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luís Ábalos, quien sin complejos criticó al barco e implícitamente a su responsable, Óscar Camps, en una entrevista a el diario 'El País' el domingo 11: "Me molestan los abanderados de la humanidad que no tienen que tomar nunca una decisión, los que creen que solo ellos salvan vidas, desde el ámbito privado".

Nada estaba perdido todavía si, por ejemplo, el gobierno hubiese seguido el consejo del periodista Jordi Évole quien, el martes 13, envió el siguiente tuit: "Señor Ábalos 'abanderado de la humanidad' fue su gobierno con el Aquarius. Recuperen esa bandera antes de que sea tarde. Gracias".

¿Había alguien ahí, en el Gobierno, partidario de recuperar esa bandera? Fuentes socialistas admiten que hubo una cierta división interna. Por un lado, el director de gabinete de Moncloa, Iván Redondo, con la sensibilidad puesta de punta respecto a una posible repetición de las elecciones generales, enfatizó la necesidad de no abrir flancos a la derecha con pasos en falso de heroísmo, estilo Aquarius.

Y por el otro, José Manuel Albares, secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G-20 y Seguridad Global, se manifestó a favor de una intervención temprana, en línea con la conducta de Pedro Sánchez ante el Aquarius. Albares es el militante socialista y diplomático que ha diseñado y ejecutado paso a paso la agenda internacional del presidente.

Sin embargo, el puntapié inicial de Ábalos se terminaría imponiendo. La vicepresidenta, Carmen Calvo, dedicaría gran parte de sus intervenciones a cuestionar a Oscar Camps y al Open Arms. Finalmente, tarde y mal, después de ofrecer el puerto de Algeciras, el gobierno envió hacia la isla de Lampedusa a un buque de la Armada con tan mala suerte –a perro flaco todo son pulgas– que momentos después de zarpar el fiscal italiano resolvió incautar el Open Arms y ordenar el desembarco.

El gobierno actuó manifiestamente molesto por un "incidente" que venía a estropear la tregua se que buscaba, después del fracaso de la investidura el 25 de julio, para abordar la fase política hasta el 23 de septiembre, en la que se va a definir si se repiten las elecciones.

La maldición de las tres T se ha impuesto: torpeza, tardanza y timoratez.

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