ANÁLISIS

"Vinieron a matar a las madres"

Bebés y mujeres embarazadas mueren en un ataque terrorista contra una maternidad en Kabul

Mònica Bernabé
4 min
Dos nadons evacuats de la maternitat atacada a Kabul dimarts

Ya sé que todos estamos muy preocupados con el coronavirus, pero esta semana han atacado una maternidad en Kabul. ¡Una maternida! Veinticuatro personas murieron, la mayoría mujeres embarazadas o que acababan de parir y dos bebés que no hacía ni 24 horas que habían nacido. Al menos hay veinte personas más heridas y dos decenas de criaturas que se han quedado huérfanas de madre o que no se sabe a quién pertenecen porque fueron evacuadas del hospital en medio del caos y no llevaban ninguna identificación.

Si esto hubiera ocurrido en cualquier país europeo, habría sido portada de todos los informativos y seguro que habríamos dejado aparcado el covid-19 temporalmente. Pero como ha pasado en Afganistán, nos parece que nos queda muy lejos. Como también nos parecía lejos el coronavirus cuando era un virus de Wuhan, que sólo afectaba a los chinos y no había llegado a nuestras casas.

Los terroristas irrumpieron en el hospital por la puerta principal. Hay otros edificios y salas más cerca de la entrada pero fueron directamente a la sala de la maternidad, que gestiona la ONG Médicos sin Fronteras. El centro está en el barrio de Dashte Barchi, una de las zonas más pobres de la capital afgana, donde buena parte de sus calles continúan siendo caminos de tierra y la mayoría de la población es de etnia hazara, chiíes descendiente de los mongoles. Se les identifica fácilmente porque tienen los ojos rasgados.

Médicos sin Fronteras ha difundido este viernes un comunicado que dice literalmente: “Tres días después del ataque, ha quedado claro que lo que sucedió el 12 de mayo fue un ataque deliberado a la maternidad de un hospital con el propósito de matar a sangre fría a las madres que estaban allí”. El coordinador de proyectos en Afganistán, Frederic Bonnot, especifica: “[Los terroristas] Pasaron por las habitaciones disparando a las mujeres mientras estaban en sus camas. Vinieron a matar a las madres”. Tres de ellas fueron asesinadas en la misma sala de partos cuando sus bebés aún no habían nacido. La barbarie supera todos los estándares, incluso para Afganistán, donde la violencia es tan cotidiana.

Sang en una habitació de la maternitat després de l'atac

Una mujer dio a luz en medio del ataque, entre tiros y explosiones. Y una niña que había nacido dos horas antes resultó herida en una pierna por una bala. Amina, se llama. Los médicos plantearon en un primer momento amputarle la pierna a pesar de que la pequeña apenas tiene unas cuantas horas de vida. La niña está ahora ingresada en el Instituto Médico Francés para Niños de Kabul, donde está previsto que sea operada.

Tras el ataque, decenas de hombres se concentraron delante del hospital para intentar saber qué había pasado con sus esposas y sus hijos recién nacidos. Juntos, sin guardar la distancia de seguridad porque entonces el coronavirus ya no era importante. Un hombre se plantó ante ellos con una lista de las madres cuyos hijos se habían salvado: “La hija de Suraya!”, “el niño de Gul Makai”, enumeraba a voz en grito en una situación sin precedentes. En Afganistán es una falta de respeto preguntar a un hombre el nombre de su esposa, a quien considera un bien preciado y de su propiedad, cuya identidad debe preservar. El nombre de la mujer no aparece ni tan siquiera en las invitaciones de boda cuando se casa, ni el de la madre en las partidas de nacimiento. Sólo el del padre.

Familiares lloran el asesinato de las madres en el hospital

Casi dos decenas de bebés que sobrevivieron al ataque fueron evacuados al hospital Ataturk, también en Kabul. Allí también se reunieron decenas de familiares en búsqueda de criaturas y mujeres que, como aves carroñeras, intentaban adoptar una porque ellas no habían podido ser madres y en Afganistán una mujer sin hijos es aún más un cero a la izquierda.

Las maternidades en Afganistán son lugares bonitos y horrendos a la vez. Bonitos por las nuevas vidas que nacen, y horrendos porque las mujeres son tratadas como ganado por comadronas y enfermeras. En los paritorios puede haber hasta seis camas una al lado de la otra donde embarazadas despatarradas dan a luz de forma simultánea sin ningún tipo de intimidad. Tras el alumbramiento, son obligadas a abandonar la maternidad de forma casi inmediata porque hay otras mujeres que hacen cola para poder dar a luz. La tarea de ONGs como Médicos sin Fronteras es indispensable. La maternidad atacada tenía 55 camas y desde enero habían nacido 5.401 bebés, unos cuarenta al día.

Nadie ha reivindicado el ataque

De momento nadie ha reivindicado la autoría del ataque. Los talibanes han asegurado que ellos no han sido, y el Estado Islámico mantiene silencio, aunque el asalto tiene todas sus características. En el pasado el grupo terrorista ya había atentado repetidamente contra civiles de la etnia hazara.

Me pregunto cuándo volveremos a preocuparnos por Afganistán. La última vez que lo hicimos fue cuando las míticas Torres Gemelas de Nueva York quedaron reducidas a un amasijo de hierros. Aquel atentado del 11-S del 2001 también cambió nuestras vidas, como nos las ha cambiado ahora el coronavirus. Esperemos que Afganistán no vuelva a alterar nuestra existencia de golpe, mientras miramos hacia otra lado porque continuamos creyendo que nos queda demasiado lejos.

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