El análisis de Antoni Bassas: 'El rey en Catalunya'

"Por Barcelona entraron en España la prensa, la radio, la televisión, el ferrocarril, las autopistas y, desde hace años, las novedades de la telefonía móvil. Y la República"

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Cabría preguntarse, Señor, en qué consiste defender la Constitución, eficazmente. Enviar diez mil policías a pegar a más de dos millones de personas que llevan años manifestándose pacíficamente, que no sólo no son escuchadas sino que son despreciadas, y que pretenden votar, no me parece una defensa inteligente de la Constitución. Y por lo tanto, aun me parece menos eficaz hacer un discurso excepcional con la imagen de Carlos III agarrando un bastón, sin una sola palabra de empatía para esas personas. No sé hasta qué punto usted mismo se cree lo que les dicen sus cortesanos, eso de que el discurso del 1 de octubre del 2017 es a su reinado lo que el discurso del 23 de febrero del 1981 fue al reinado de su padre, el rey Juan Carlos. Eso es un inmenso error: ¿cómo puede comparar un golpe militar, con metralletas en el Congreso, tanques en las calles de Valencia y tropas acuarteladas, con más de dos millones de ciudadanos pacíficos intentando votar en un referéndum, armados con urnas y papeletas?

En el fondo, ¿sabe por qué escuchó cacerolas anoche? Porque esperábamos algo de usted. Hubo algo de decepción. Tómeselo como un cumplido. Esperábamos ‘algo’ quiere decir un mínimo, un tono o un adjetivo que le distanciase de los mensajes torpes y autoritarios del gobierno español, que ya ha dejado bien claro que no podemos esperar nada de él. Sabemos que usted no gobierna, reina. Usted es árbitro y moderador. No esperábamos oírle defender el referéndum, pero el día 3 de octubre no oímos ni ese mínimo. Cuando usted nos dijo “Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante”, parecía que estuviera hablando de un atentado terrorista o de una catástrofe natural y no de gente normal y corriente manifestando pacíficamente que quería ser consultada sobre su futuro político como hemos visto en Canadá o en el Reino Unido. ¿De verdad que esa es la mejor aproximación, en el siglo XXI, en un país democrático? Dijo usted: “Nuestros principios democráticos son fuertes porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad”. No es eso lo que vimos cuando la policía se venía para Cataluña jaleada al grito de “¡A por ellos!”. De resultas de todo aquello hay dos políticos elegidos democráticamente en prisión preventiva y dos activistas políticos pacíficos también entre rejas bajo una acusación de delitos que ya sé que no se sostienen. Y el president de la Generalitat, que ahora tendría los votos para ser investido, en Bélgica. Todo ello no prefigura el mejor escenario para volver a la normalidad.

Le recuerdo la desgraciada historia del Estatuto votado por el pueblo pero corregido por el Tribunal Constitucional. No se puede decir que no hemos hecho las cosas de acuerdo con la ley. Me imagino que usted sabe bien qué hay debajo de todo ello. España será plurinacional o no será. La histeria anticatalana siempre se termina volviendo contra España, por lo que la hace más pequeña. Usted sabe lo que signfica Barcelona. Usted mismo la calificó ayer de “ciudad global”. Y es cierto, y es desde hace siglos: por Barcelona entraron en España la prensa, la radio, la televisión, el ferrocarril, las autopistas y, desde hace años, las novedades de la telefonía móvil. Y la República.

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