Miquel Puig

Garicano en el Círculo de Economía

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Albert Rivera, al costat de l’economista Luis Garicano, en l’acte de Ciutadans ahir a Madrid.

No me gusta el programa económico de Ciudadanos. No porque sea peor que el que se ha venido aplicando en España en las últimas décadas, sino precisamente porque es, esencialmente, el mismo.

Sin embargo, el “coordinador del programa económico” de Ciudadanos, Luis Garicano, es un economista académico reputado, profesor en la London School of Economics, orador brillante y, por lo tanto, una persona que vale la pena escuchar. Por eso asistí a la presentación que hizo del programa en el Círculo de Economía, hace un par de semanas.

La síntesis del programa es la siguiente: contra el problema de la productividad, acabar con el “capitalismo de amiguetes”; contra el paro, flexibilizar y simplificar la regulación laboral; contra los salarios bajos, complemento salarial garantizado. En el turno de preguntas, me levanto para señalarle que, por mucho que sea deseable reducir la corrupción, no veo la relación entre ella y nuestro problema de productividad; que tampoco veo mucha relación entre el desempleo y la flexibilización del mercado laboral; y, finalmente, que tampoco creo que la manera de resolver el problema de los salarios bajos sea a base de subvenciones.

Garicano se justifica. En cuanto a la productividad, dice que es un hecho que bajó en España, a diferencia del resto de los países europeos, entre 1995 y 2007; dice que es un hecho que esta reducción afectó a todos los sectores económicos, cosa que demostraría que no es una cuestión relacionada con la construcción; finalmente, cita un artículo académico que demostraría que la causa del fenómeno sería la corrupción. El tema queda ahí, pero como acabo de publicar un libro al respecto y como la explicación me parece contraria a lo que sé y al sentido común, cuando llego a casa consulto el artículo en cuestión (Growing like Spain, 1995-2007, localizable en internet). Ni que decir tiene que el artículo no demuestra lo que proclama Garicano. Lo que dice es que, en aquellos sectores donde los gestores manifiestan que tienen que pagar sobornos para triunfar, la productividad ha crecido menos que en el resto de sectores, y que la existencia de estas prácticas explica un 11% de la pérdida de productividad que experimentaron estas industrias. Es decir, luchar contra la corrupción es importante incluso por motivos económicos, pero no podemos esperar que será así como resolveremos el problema de la productividad española.

En cuanto al paro, manifiesta que la flexibilidad del mercado laboral es una medida necesaria, aunque seguramente no suficiente para combatirlo. Ahora bien, esta aseveración tampoco se ajusta a los datos. Hace treinta años España tenía una regulación laboral significativamente más protectora de los trabajadores frente a los despidos (individuales o colectivos) que la media europea, pero antes de la crisis (2007) esto ya no era así: de acuerdo con la OCDE, la regulación española era menos protectora que la alemana, la francesa o la sueca, por ejemplo, y esto no impidió que el paro se disparara en España mientras que en Alemania y en Suecia se comportaba envidiablemente y en Francia mucho mejor que en España. Encima, y tras las últimas reformas, la regulación ya es en España mucho más laxa que en estos tres países. ¿Qué sentido tiene insistir en una medida que sabemos que no da resultados?

Finalmente, y en cuanto al subsidio a los que cobran bajos salarios, Garicano se corrige y habla de ello como de un instrumento para luchar contra la pobreza, que es otra cosa.

La conclusión que saco de todo ello es que Garicano y Ciudadanos proponen cosas que son positivas, pero que no van a la raíz del problema, y el problema es gravísimo. A pesar de toda la retórica sobre los brillantes resultados que España habría obtenido en las últimas décadas, lo cierto es que el modelo es poco productivo y poco equitativo: en términos de renta per cápita (la medida estándar de la prosperidad) no nos hemos acercado nada a Alemania (seguimos estando al mismo 73% en el que estábamos hace veinte años) y nos hemos convertido con mucha diferencia en el país más desigual de Europa occidental. Encima, el bajísimo crecimiento de la productividad condena nuestro estado del bienestar a la quiebra: no serán los recortes lo que lo matará, sino la imposibilidad de compensar la presión del envejecimiento a base de productividad.

El problema de España es que hemos elegido crecer a base de salarios bajos. Hay países donde la regulación laboral es aún más laxa que en España. Por ejemplo en el Reino Unido (mucho más) y en Dinamarca (poco más). Pero en el Reino Unido los salarios bajos están prohibidos (el salario mínimo es muy alto, y está subiendo) y en Dinamarca el Estado provee un sistema de políticas activas de empleo que es la envidia de medio mundo. Ni Ciudadanos ni Garicano proponen, sin embargo, ninguna de las dos cosas.

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