“Hemos pasado de tener 3.000 alumnos antes de la pandemia a tener unos 100"

Las escuelas de baile se adaptan como pueden a la situación ofreciendo clases online y disciplinas nuevas

Clàudia Frontino
4 min
Una classe de dansa d'abans de la pandèmia

BarcelonaDesde que estalló la pandemia de covid-19 el mes de marzo pasado son muchos los sectores afectados. Gimnasios, bares y restaurantes, salas de conciertos, teatros y un largo etcétera que parece no acabar. Es el caso también de las escuelas de baile social. Estos centros de formación no reglada son el punto de encuentro para miles de personas que practican swing, salsa, bachata o rock'n'roll. Una actividad para desconectar, hacer deporte y conocer gente que se ha visto truncada de manera intermitente en este tiempo. Ante una situación incierta y pérdidas económicas agudas, las escuelas optan por ofrecer clases online y modalidades que no impliquen bailar en pareja como último intento antes de plantearse un cierre definitivo.

En situaciones de incertidumbre y cambio constante como las de esta pandemia es complicado programar trimestres o incluso meses. Esto lo saben bien los equipos de las escuelas de baile que, desde marzo, han tenido que adaptarse en tiempo récord para dar respuesta a los miles de alumnos ávidos de mover el esqueleto. De la sala al Zoom y del Zoom a la sala. Y de nuevo al Zoom. Así van saltando entre la presencialidad y las plataformas en línea a la vez que pierden inscripciones.

“Hemos pasado de tener 3.000 alumnos presenciales antes de la pandemia a tener unos 100 ahora mismo”, explican con preocupación desde Swingmaniacs. Esta escuela tiene actualmente dos salas en Barcelona y otra en Madrid y, a pesar de que han ganado público en otras ciudades al pasar las clases a online, reconocen que la baja de tanta gente podría hacerlos peligrar”. “Nosotros teníamos unos 1.700 alumnos antes de la pandemia y hemos perdido al 50%”, asegura Jordi Pelegrí, profesor y miembro de la escuela Bailongu. “Al principio tuvieron bastante éxito las clases online y hacía gracia eso de conectarse, pero después de un par de meses la gente estaba agobiada de estar en casa y había demasiada oferta con la que competir”, asegura Pelegrí refiriéndose al confinamiento.

Nueva realidad en la pista de baile

Las nuevas medidas no permiten hacer bailes en pareja y, como mucho, a veces se permite si son de una misma unidad de convivencia, según explican. Bien, eso cuando están abiertas las escuelas. Para los centros dedicados principalmente a ofrecer clases de swing, que se haya establecido esta restricción limita mucho la oferta. “Hay gente que lo entiende y se adapta a lo que ofrecemos online, pero hay otra que quiere que se le devuelva el dinero porque o bien lo necesita o no le interesa continuar desde casa”, comentan desde Swingmaniacs. “Hay un núcleo de alumnos que son incondicionales y que nos apoyan, pero poco más”, lamentan también desde Bailongu.

Si son presenciales, las clases implican bailar sin pareja, con distancia y usando la mascarilla. Si son online se hacen en directo con asistencia del profesorado pero a través de una pantalla. “Dar clases online no permite progresar mucho, pero hace que no pierdas el nivel que ya tenías y hace que pases algo mejor el tiempo que estás en casa”, dice Toni Aregall, alumno de Bailongu. “Para mí, la gracia de las clases presenciales era que, antes de la pandemia, en cada canción cambiabas de pareja, y eso hacía que conectaras con el resto de la clase. Ahora eso se ha perdido y lo echo de menos”, reconoce Bel Martínez, alumna de Swingmaniacs. Martínez, sin embargo, ha aprovechado la situación para iniciarse en afrobeat y hip hop, disciplinas que se pueden practicar sin necesidad de pareja, y asegura que han sido un “gran descubrimiento”.

Vertiente social del baile

Ante el cierre de las aulas y, en algunos casos, la adaptación a plataformas online, las escuelas son conscientes de que la experiencia desde casa no es la misma. Se pierden momentos y toda una vertiente relacional asociada al baile. “Socializar durante las clases era la clave de hacerlo presencialmente. Ahora estamos promoviendo los bailes individuales para que se haga desde casa, pero sabemos que echan de menos el contacto”, explican desde Swingmaniacs. En Bailongu les pasa lo mismo. Abrieron en septiembre para intentar recuperar la actividad social y lo han tenido que parar hace unas semanas. “Si subimos la persiana después del verano fue para mantener el engranaje y el carácter social que tenemos las escuelas de baile, no porque pensáramos que podríamos remontar la economía”, apunta Pelegrí.

“En el momento en que no se puede ir a bailar se pierden varias vertientes: la parte lúdica y de pasárselo bien, la de contacto y sociabilidad con el resto del grupo, y la parte de movimiento y ejercicio físico”, explica Teresa Moratalla, psicóloga clínica y secretaria de la junta de gobierno del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya. En este sentido, Moratalla asegura que dejar de practicar estas actividades presencialmente puede llegar a generar soledad, por ejemplo, a quien viva solo. “Cuando hablamos de sociabilidad hablamos también de compañía, de pertenecer a un grupo, conocer a personas diferentes”, añade.

Perspectiva de futuro

“El baile ayuda a desconectar y a generar endorfinas. En definitiva, haces deporte y te lo pasas bien sin dejar de tener contacto con el profesor, aunque sea virtualmente”, dicen con optimismo desde Swingmaniacs. En esta línea, tienen pensado seguir potenciando las clases online y en directo, así como añadir vídeos grabados. Al menos hasta que se normalice la situación en las escuelas de baile y puedan ofrecer clases presenciales otra vez. Por su parte, en Bailongu aseguran que su modelo de negocio no aguantaría las clases online a largo plazo porque “implica mucho trabajo de mucha gente y, si estás en ERTO, no es compatible”. Peregrino comenta que no descartan un cierre definitivo según cómo vayan los próximos meses.

“Pienso que hacerlo presencial con restricciones es mejor que online, a pesar de que tampoco es lo ideal. Pero si se hace con medidas al menos hay una parte de sociabilidad que se mantiene, que al final es gran parte de la gracia de ir a bailar”, concluye Moratalla.

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