Cine

'Wonder Woman 1984': ni maravillosa ni feminista

Gal Gadot es el único valor seguro de una decepcionante segunda entrega de la franquicia superheroica

Xavi Serra
3 min
Gal Gadot a 'Wonder Woman 1984'

'Wonder Woman 1984'

(2,5 estrellas)

Dirección: Patty Jenkins. Guion: Patty Jenkins, Geoff Jones y Dave Callahan a partir de personajes de William Moulton Marston. 151 min. Estados Unidos, Reino Unido y España (2020). Con Gal Gadot, Chris Pine, Kristen Wiig y Pedro Pascal. Estreno en cines

De tan atronador que ha sido el ruido generado por la decisión de Warner de estrenar simultáneamente en salas de cine y en HBO Max sus próximas películas parece que hemos olvidado que los cines no solo necesitan semanas de exclusividad para blockbusters, sino también blockbusters competentes que generen en el público la necesidad de ir al cine (y también volver a ir en el futuro). No es el caso de Wonder Woman 1984, que este viernes llega a la cartelera, una secuela tan esperada como finalmente decepcionante, víctima de una duración exagerada y una dirección incapaz de orquestar satisfactoriamente sus ambiciones épicas y emocionales.

La primera Wonder Woman llegó en el momento justo –en 2017, en plena efervescencia pletórica del Me Too– para surfear la quinta oleada feminista y colgarse la medalla de ser el primer título del género superheroico moderno protagonizado por una heroína y dirigido por una mujer, Patty Jenkins. Junto con Black Panther, la película fundó el subgénero de película superheroica concienciada, un concepto rubricado por el éxito en la taquilla y la ovación unánime de una crítica norteamericana más politizada que nunca. Pero bajo el fulgor social de los adoquines había una playa de carencias como entretenimiento cinematográfico: escenas de acción caóticas, guiones desequilibrados, sentimentalismo barato y apuesta desesperada por el carisma de los protagonistas para hacer funcionar la cosa.

En Wonder Woman 1984, Jenkins cambia de escenario y salta de la Primera Guerra Mundial a los años 80, pero no tanto en busca de los referentes de la cultura pop de la época al estilo de Stranger things sino del contraste entre un mundo todavía inocente y una sociedad consumista y cínica en la que la protagonista continúa luchando contra el mal, pero ocultando al público su presencia. Un rol clandestino que, francamente, le va más a Batman que a una figura luminosa como Wonder Woman. La mano de Geoff Jones, el gran arquitecto moderno de los cómicos DC, se intuye en el hallazgo de situar como antagonista de la amazona a Maxwell Lord, un personaje secundario nacido en las páginas de la siempre reivindicable Liga de la Justicia de Keith Giffen y J.M. DeMatteix.

El Maxwell Lord al que interpreta con entusiasmo Pedro Pascal es un empresario charlatán y estafador que encarna el materialismo de la era Reagan y permite a Jenkins plantear el enfrentamiento con Wonder Woman como un choque de posiciones éticas, para enfatizar así la categoría de la heroína como referente moral de un universo superheroico en el que Superman ni está ni se le espera. Y si Maxwell Lord adapta a Charlie Sheen de Wall Street a los códigos superheroicos, el otro malvado del film, la doctora Barbara Ann Minerva, invoca el espíritu de la Melanie Griffith de Armas de mujer para transformar a una arqueóloga insegura y nerdy en fantasía sexual y de poder. El resultado es una especie de versión corrupta de Wonder Woman que no encuentra el equilibrio entre la comicidad inicial que le aporta Kristen Wiig y la oscuridad que va dominando al personaje.

Una transformación polémica

El valor más seguro de la franquicia vuelve a ser Gal Gadot, que desde su aparición en Batman vs Superman se ha apropiado del personaje de Wonder Woman con una fiabilidad comparable a la de Robert Downey Jr con Iron Man y Hugh Jackman con Lobezno. Y junto a Gadot, otra vez, el resucitado por arte de magia Chris Pine, que retoma el rol de pez fuera del agua y aporta la previsible ración de comedia de anacronismos probándose modelitos de los 80. Pero la reunión de Wonder Woman con su gran amor introduce uno de los puntos más discutibles de esta segunda entrega: la transformación de la heroína empoderada y autosuficiente de la primera parte en una mujer incompleta sin su hombre, que siete décadas después de perder a su querido piloto continúa suspirando cuando ve volar un avión y afirma que “no puede vivir sin él”.

Evidentemente, esta exaltación romántica tiene que ver con el mecanismo dramático del film y servirá para poner en valor el sacrificio que la protagonista tendrá que hacer en un momento dado. Pero no deja de ser una traición a la naturaleza de un personaje que, como definió muy bien Elisa McCausland en el revelador ensayo Wonder Woman. El feminismo como superpoder (Errata Naturae, 2017), es “un virus feminista” que “a pesar de haber sufrido muchas versiones y perversiones” resurgía siempre en manos de autores que habían sabido “celebrarla como arquetipo feminista”. Patty Jenkins, en cambio, parece más interesada en posicionarla como ideal superheroico –los homenajes al Superman de Richard Donner están por algún motivo– en una historia que, paradójicamente, nos habla de aceptar la realidad como es, mejorarla colectivamente y no esperar soluciones mágicas.

stats