¿Qué perdería Barcelona sin los cruceros?

La huella ecológica es el punto más crítico del sector, que tiene un impacto millonario en la ciudad

Maria Ortega
4 min
La terminal de creuers del port de Barcelona, flanquejada per la Torre de Jaume I i el monument a Colom.

Barcelona"Son como una plaga de langostas: devoran el espacio público y se van". Las palabras de la concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, asegurando que es partidaria de abolir el turismo crucerista en Barcelona han desencadenado una tormenta política en plena precampaña. Pin expuso en una entrevista al ARA que cerca de la mitad de los cruceristas pasan pocas horas en Barcelona y resumió, más tarde, que hacen un uso tipo fast food de la ciudad.

En plena postulación preelectoral, quien reaccionó de manera más airada al desgarro de la concejala fue el exprimer ministro francés Manuel Valls, que pidió una rectificación a la alcaldesa, Ada Colau, y reivindicó el turismo como una de las principales fuentes de riqueza de la ciudad. La declaración, en cambio, fue bien recibida por los colectivos que critican la masificación turística de la ciudad y por los ecologistas, que ya hace años alertan del coste ambiental de este tipo de barcos para los barceloneses y, de manera especial, para los vecinos de los barrios que quedan más cerca del puerto. Piden avanzar hacia el decrecimiento y restricciones más duras en cuanto a los tipos de combustibles.

Con las cifras en la mano, es evidente que el negocio crucerista no ha dejado de crecer en los últimos años, hasta el punto que el de Barcelona ya es el puerto más importante de Europa para este tipo de desplazamientos. En 2018, un -nuevo- año récord, pasaron por la ciudad más de tres millones de cruceristas, y lo que el sector turístico destaca como más positivo es que crece el número de turistas que deciden empezar o terminar su crucero aquí, que son quienes dejan más dinero en la ciudad.

Según los datos del año pasado, cerca del 55% de los cruceristas usaron la ciudad como puerto base y el resto llegaron en tránsito hacia otro destino. La traducción económica de estas visitas es un tema delicado. Si bien los más críticos defienden que muchos de estos turistas consumen sobre todo en el barco, el sector elogia que, en muchos casos, son personas que hacen un gasto superior al del turista medio.

Un estudio realizado desde la Universidad de Barcelona (UB) -a partir de los datos del año 2016- cifró en 1.083 millones de euros el impacto económico de los cruceristas en la ciudad. De estos, 619 millones se atribuyen al gasto directo que hacen los viajeros, pero también las navieras y la tripulación, y 464 millones son el gasto que se estima que se genera de manera indirecta. Y la otra gran cifra que recoge el informe es la de puestos de trabajo que genera este sector: los cifra en 9.056 para el conjunto de Cataluña y en 6.809 específicamente en Barcelona.

Una de las autoras de este estudio, la profesora de economía aplicada de la UB Esther Vayà, remarca que el 75%, tanto de la facturación, como del empleo generado, se queda en Barcelona: "Si se destruyera esto, el paro aumentaría en un 1%".

Vayà asegura que, según constató el estudio, los cruceristas que deciden alargar su estancia en la ciudad hacen un gasto medio superior al de los otros turistas vacacionales: a pesar de representar el 8% de este colectivo, concentran el 20% del gasto.

El estudio determina que el 4% de los cruceristas no bajan del barco y que el 21%, a pesar de embarcar o desembarcar aquí, no llegan a visitar la ciudad y hacen un gasto medio de 25 euros. El 48% sí que hacen la visita, pero no pernoctan en la ciudad -gastan unos 57 euros-, y los que sí se detienen, el 27%, pasan 2,8 noches en Barcelona y dejan 230 euros por persona. Su gasto, según recoge el estudio, beneficia al conjunto de la ciudad, pero, sobre todo, a Eixample y Ciutat Vella. Vayà admite que el beneficio, sin embargo, no es a coste cero y se traduce en una mayor congestión -sobre los principales puntos de atractivo turístico- y contaminación, aunque destaca los esfuerzos que se están haciendo para intentar reducir este impacto. En Barcelona se han dado pasos como la apuesta por el gas natural licuado o las bonificaciones a los barcos más limpios.

Pero ecologistas como Maria Garcia, de la Plataforma por la Calidad del Aire, piden medidas que tengan resultados de manera más inmediata. Garcia pone en duda las cifras económicas del estudio de la UB y apunta que buena parte de los cruceristas llegan a Barcelona en avión y, a pesar de empezar aquí el crucero, no hacen noche en la ciudad. Critica que el sector tiene un fuerte impacto medioambiental y que los beneficios asociados se los llevan sobre todo las grandes navieras. "Es un gran negocio para ellas y un negocio ruinoso para la ciudad", remarca. La plataforma pide que se aplique una regulación más estricta como la de los países del norte de Europa, que impone límites más bajos para el azufre en los combustibles que utilizan los barcos.

La Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) se acoge a los datos económicos recogidos en el informe de la UB para rebatir las palabras de Pin. Alfredo Serrano, director de CLIA en España, pide que se respete la actividad crucerista: "Es un turismo que interesa y que debe mantenerse".

Francisco Valls, experto en turismo de Esade, defiende que Barcelona, como ciudad con mar, no puede dejar perder la oportunidad de los cruceros, sino que debe plantearse cómo gestionarlos de manera sostenible. Apunta que, en el ámbito medioambiental, el sector está haciendo avances más importantes que otros renglones turísticos y que lo que hay que intentar es potenciar la llegada de cruceristas que hagan noche -y gasto- en la ciudad.

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