Un nuevo "tenemos prisa" en tiempo de teletrabajo

Terrazas con pocos clientes el primer día de la desescalada de la restauración

Toni Vall
3 min
L'encarregat d'un bar del barri barceloní de la Sagrera obrint la persiana de la cafeteria, després de 38 dies tancada

BarcelonaEl bar Andalucía de la calle Espronceda es una institución del Poblenou. Reabre hoy, claro, después del cierre de la restauración para hacer frente a la segunda oleada del covid-19. Antonio está pletórico, recibe a los clientes de siempre y a los nuevos con el entusiasmo desbordado a pesar de que la ocupación para comer es discreta, a medio gas, como el barrio: "Hay mucho teletrabajo y costará coger impulso". Desde el 1969 el Andalucía, irreductible, es un pulmón del barrio: "Ya remontaremos, la situación es complicada y se tienen que entender las medidas que se han tomado". Viven mucho de los menús del mediodía pero también de los almuerzos de tenedor de los sábados, con unos vecinos y visitantes que los aprecian muchísimo.

Ya han pedido dos ayudas ICO que les permiten apaciguar las pérdidas y valoran el buen verano de trabajo que han tenido. Tres clientes habituales han podido volver a la liturgia del aperitivo diario, se les ve contentos de poder ocupar de nuevo su lugar en la barra. De aquí a tres años Antonio se jubilará y ninguno de sus tres hijos seguirá con el negocio. Todavía le quedan muchas raciones de tripa, de morcilla y de pescadito frito por servir.

Con la noticia de la reapertura, el gremio de restauradores se ha mostrado impaciente para reclamar llegar al 50% de ocupación en el interior y ampliar también el horario de apertura hasta las 23 h. Un nuevo "tenemos prisa" que topa con las recomendaciones de desescalada paciente. "Es normal que haya nervios, se tiene que comprender las situaciones de todo el mundo, pero la seguridad tendría que ir antes de todo, ¿no?", dice Maties, que espera el segundo plato en la terraza del Soco, de la calle de Bilbao. Hace meses que teletrabaja y le ha hecho ilusión bajar a comer para inaugurar la semana. El caso de Marga es justo el contrario. Muy a menudo comía por el barrio pero ahora ya hace unos meses que sale de la oficina de la calle Pere IV y coge el metro para ir a comer a casa. Son ocho paradas, contando el transbordo.

En la Rambla del Poblenou hay mucha calma. Las terrazas están todas montadas, pero a las dos y media los comensales escasean. Al Nice Spice, de la calle Subidas, dos parejas que trabajan juntas han salido a comer. Tomarán un buen surtido de cocina paquistaní. Un regalo para celebrar un nuevo proyecto de la empresa: "Ya hacía días que queríamos pero entre el cierre y el toque de queda se nos hacía imposible". Hoy es un día bonito para ellos. En el cruce de Pallars y Lope de Vega conviven un puñado de bares y restaurantes. Can Vicenç, Casa Tino, el Pequeño Bar y El Faro tienen situaciones muy similares: en la terraza solo una o dos mesas ocupadas para comer. "¡Paciencia!", exclama uno de los camareros. "¿Os habéis sentido bien tratados por la administración?". "Hombre, ha habido ayudas y ciertas facilidades pero demasiadas dudas e improvisación, ¿no?".

La observación permite fijarse en pequeños detalles de un barrio que es fácil que pasen inadvertidos con las prisas. Por ejemplo, comprobar que las bocas del metro benefician el radio de cien metros a su alrededor. Orbitando con la salida de Poblenou, Línea 4, una tahona, una cafetería y un comercio de porciones de pizza. Los tres han continuado funcionando gracias al delivery y los tres han vuelto a plantar la terraza. El trasiego de las horas punta, la entrada y salida de las oficinas, la comida de pie y el bocado al vuelo. También así se explica la vida de un barrio, también así se explica la "nueva normalidad". También así, comiendo de pie, corriendo para llegar a todas partes, se pueden explicar todos los primeros días del mundo.

stats