Escribe Isabel Coixet un artículo en el diario El País que me sabe mal y que suscribo casi por completo. Comienza explicando que salía a primera hora de la mañana a pasear al perro cuando dos individuos con esteladas atadas al cuello la increparon en la puerta de su casa llamándola "¡Fascista, debería darte vergüenza!" Se queja, con razón, de que "no importa" que ella "condene la brutalidad policial o que pida la dimisión de Rajoy". Es fascista.
Es evidente que Coixet o Serrat o Loquillo u otros artistas de los que están a gusto formando parte de España no son fascistas. Y no hace falta explicar por qué, del mismo modo que no es necesario explicar por qué el Negroni es un gran cóctel. Nos quejamos cuando nos llaman norcoreanos o nazis (hay que decir que poco, porque ya estamos acostumbrados), por lo que me parece muy sensato que Coixet también lo haga.
Dice la cineasta al final del artículo -y aquí es donde matizaría- que hay una "fractura de una sociedad que convivía en paz y sin miedo, con diferencias lógicas de opiniones", y que los padres no hablan del tema con los hijos "para que en la escuela no los insulten". Bueno, en la escuela, en general, se vigila que nadie insulte a nadie. Y diría que si "antes" se vivía "en paz" era solo por una situación de ventaja unionista: los indepes eran minoría, no reivindicábamos nada y todo el mundo estaba contento. Seguro que cuando los primeros insumisos se negaron a hacer la mili hubo división e insultos, mientras que si no se hubieran rebelado no hubiera habido. Siempre hay más paz en el matrimonio cuando uno de los dos calla y aguanta. Si cuando se promulgó la Ley Seca en los Estados Unidos no hubiera habido desobedientes, habría habido más paz y menos gangsters.
No quiero que nadie llame "fascista" a nadie. Hagamos todas las bromas que sean necesarias con la equidistancia, pero en Cataluña artistas como Coixet o como Serrat (a quien debemos agradecer con lágrimas de emoción una obra de arte tan bella como el Romance de Curro el Palmo) tienen que poder pasear al perro rodeados de sonrisas o de indiferencia.
