Tenemos un problema (o más)

La convocatoria del sábado en Barcelona reunió a miles de personas para expresar muchos mensajes en el mismo espacio

Esther Vera
3 min
Tenim un problema (o més)

Con miedo o sin miedo los miles de personas que el sábado se manifestaron en Barcelona saben que sólo embridando el miedo seguiremos siendo nosotros mismos. Solo superando la rabia, el sentimiento de amenaza y asumiendo crudamente la dimensión del desafío del fanatismo islamista mantendremos la cohesión de una sociedad tan plural como la nuestra. Que es tan diversa como la Rambla, que no fue un objetivo casual del Estado Islámico, porque representa toda la libertad, la desinhibición y la alegría que estos fanáticos medievales detestan hasta la muerte.

La convocatoria del sábado en Barcelona reunió a miles de personas para expresar muchos mensajes en el mismo espacio. Fue una manifestación con muchas manifestaciones dentro. Pero había una angustia compartida contra el terrorismo islamista, que expresó bien el manifiesto que se leyó en plaza Catalunya y aún focalizaron mejor las palabras escuchadas en Ripoll.

El gran desafío de nuestra sociedad como la entendemos hoy es proteger el cosmopolitismo que nos define sin engañarnos endulzando la interpretación y el alcance del problema que hoy tenemos. Lo dijo muy claramente la hermana de dos de los terroristas catalanes. Sus lágrimas expresaban la gravedad del momento para la sociedad entera, para nuestro mundo. Una mujer integrada, con velo y en un catalán excelente explicaba su "incomprensión" de lo ocurrido, pedía trabajar conjuntamente para que "nuestros jóvenes catalanes musulmanes no abracen ideologías perversas" y recordaba que la violencia "no tiene nada que ver con la religión musulmana", ni" tiene cabida en nuestra sociedad democrática". La portavoz de Ripoll nos interpelaba a todos, incluidos los musulmanes, al hacer dos ruegos fundamentales: rechazar los mensajes extremistas y "cambiar muchas cosas que no se adaptan a los tiempos que corren". Aún estamos a tiempo de salvarnos y solo lo haremos si no escondemos la cabeza bajo el ala y nos creemos inmunes a la violencia, pero también a la xenofobia.

Es imprescindible que entendamos cuál es el mecanismo de atracción de la violencia islamista y trabajar independientemente de las creencias religiosas para proteger nuestra diversidad y evitar convertirnos en un país con guetos como algunos de nuestros vecinos europeos, como Francia o Bélgica. Avanzar en la integración es tarea de todos, pero solo se conseguirá con la participación de los musulmanes moderados que levanten la voz contra el islam más reaccionario y contra las sectas que lo pervierten.

Una manifestación extraña

La del sábado en Barcelona fue una manifestación extraña. Con muchas expresiones de sensibilidades diversas. No fue la manifestación por la muerte de Ernest Lluch, en la que el silencio se cortaba con un cuchillo, ni una manifestación contra la guerra en Irak, ni una Diada. Fue una mezcla emocional enrarecida. Al agradecimiento ciudadano sincero y masivo a los cuerpos de seguridad, especialmente a los Mossos, y a la condena de la violencia se sumó la tensión de la situación política. Había pancartas contra la venta de armas, contra la relación de los Borbones y los Al Saud, banderas catalanas, esteladas, españolas, y entre la multitud una cabecera con Rajoy, Felipe VI y los principales políticos del Estado. La manifestación sintetizó la tensión vivida antes y después del atentado y el momento difícil que vivimos. No es la primera vez que se pita a los representantes políticos y la cesión de la cabecera a los protagonistas de la reacción al atentado ya indicaba una voluntad de rebajar el protagonismo para evitar una reacción. Pero la coraza de gente que ha destacado por su honradez y servicio no evitó una fuerte expresión de malestar hacia el gobierno español y el rey.

La reacción de algunas cabeceras hace prever que las hostilidades políticas volverán inmediatamente cuando el Parlamento y el gobierno catalanes reactiven los mecanismos que han de facilitar la convocatoria del referéndum.

No sabemos todavía cómo asimilará la sociedad catalana el atentado, pero sabemos que ha evidenciado cómo de cerca está la vida cotidiana de algunas reivindicaciones políticas. Como por ejemplo la calidad de la seguridad y la capacidad de ser un país mejor.

Con la Brunete mediática en plena forma embarrando la actuación de los Mossos y escondiendo los costes de la falta de información de la policía catalana, Rajoy se ha permitido un tono moderado.

Esta crisis ha sido un paréntesis en la confrontación política. Pero los ciudadanos han visto de qué es capaz cada uno. Quién no ha llenado el cargo, quién quedó fuera de juego, quién no tenía mando real, quién ha dado tranquilidad, quién ha hecho el trabajo. Una cosa ha cambiado profundamente, y es la relación con los Mossos. Los aplausos de los ciudadanos a su trabajo serio y valiente no parecen pasajeros.

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