¿Un fantasma recorre España?

El partido ultraderechista Vox, de subestimado a sobrevalorado, cataliza las elecciones

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Santiago Abascal durant el míting celebrat per Vox a València

En menos de 150 días, entre las elecciones autonómicas andaluzas del 2 de diciembre de 2018 y las generales anticipadas a este domingo 28 de abril, un fantasma ha recorrido España: el fantasma de Vox y la amenaza de instalar en La Moncloa un gobierno de Partido Popular y Ciudadanos con el respaldo por Vox, fórmula que permitió a la derecha hacerse con el Palacio de San Telmo, sede de la Junta de Andalucía.

Los dos debates televisivos han permitido a los electores advertir en directo la metamorfosis operada en el paisaje político durante los ciento cincuenta días que siguieron a la batalla de Andalucía. El imán de Vox ha arrastrado a PP y Ciudadanos hacia posiciones más extremistas de las que ya sustentaban, tanto en el terreno político como económico.

Los partidos de la derecha han descrito, para justificar su desplazamiento hacia el extremismo, una España, si gobierna la izquierda, al borde del colapso político -la separación de Cataluña- y una nueva gran crisis económica -por la aplicación de lo que califican será un programa comunista inspirado por el partido Podemos.

Vox ha vencido, pues, al catalizar la dinámica guerra civilista del PP para recobrar el poder gubernamental. Y Abascal se ha beneficiado por partida doble de librarse de los dos debates: no ha sufrido el desgaste inevitable de participar y ha podido presentarse como víctima del establishment.

Mira por dónde, fue Jesús Polanco, presidente del grupo PRISA, quién el 23 de marzo de 2007, cuatro meses antes de morir, denunció en la junta de accionistas del grupo que el PP quería "volver a la guerra civil".

Y ello nada tenía que ver con Cataluña.

El PP quería recuperar el gobierno y desalojar por cualquier medio a quien, desde su punto de vista, lo usurpaba ilegítimamente desde 2004, José Luis Rodríguez Zapatero.

En aquella época, gobernaba el tripartitoen la Generalitat y el PSOE en La Moncloa: la mayoría de los catalanes apostaban por seguir siendo una comunidad autónoma dentro de España (38,2%) y, los más lanzados apoyaban un Estado dentro de una España federal (33,4%). El Estado independiente era un ideal con el que soñaba un 13,9 por ciento de la población. Y para el 8,1% era suficiente que Cataluña fuese una región dentro de España.

Santiago Abascal era en esos tiempos dirigente del PP, partido que abandonaría en 2013, acusando a Mariano Rajoy de traicionar los valores fundacionales y, en especial, de abandonar a las víctimas del terrorismo etarra.

Esa salida, retrospectivamente, puede tomarse como referencia al "huevo de la serpiente". En la película de Ingmar Bergman sobre la Alemania de Weimar, uno de los personajes, el Doctor Vergerus, explica las convulsiones de la república, en la que acaban de asesinar a los dirigentes comunistas espartaquistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, del siguiente modo: «Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado».

Si ya en 2006 y 2007, con un apoyo a la independencia de Cataluña del 14% de los ciudadanos, el PP animaba prácticas guerracivilistas para recobrar el poder, doce años más tarde -tras la consulta del 9-N de 2014 y el referéndum del 1-O de 2017, la aplicación del 155, la prisión preventiva y el juicio del procés-y con un porcentaje favorable a la independencia del 47% y un 80% que desea pronunciarse en referéndum, lo que se intuía entonces a través de la cáscara del huevo parece haberse convertido en realidad: el monstruo que pretende dar una respuesta definitiva ya está aquí. Un monstruo de tres cabezas.

Sabemos que la agenda la ha ido estableciendo Vox. Ni el PP ni Ciudadanos han actuado como maestro de ceremonias en la campaña de la derecha del 28-A.

Pero los resultados electorales darán respuesta a la pregunta y especulación sobre la magnitud del contagio en términos de votos que provoca en España el espectro derechista que recorre Europa a partir de la Gran Recesión de 2007/2008, es decir, precisarán el alcance de un fenómeno que yacía durmiente dentro de las filas del PP y que la explosión de este partido ha liberado.

Parece que la derecha, como la cabra, siempre tira al monte. Los resultados dirán, caso de no tener que ir a nuevas elecciones, qué combinaciones gubernamentales emergen.

A la pregunta de cual es la actitud de Pedro Sánchez en caso de alcanzar mayoría absoluta de 176 escaños la suma de PSOE-Ciudadanos, un dirigente socialista del ala izquierda señala: “Pedro Sánchez, a pesar de los ataques de Rivera, no renuncia a esa posibilidad. Es más, diría que le agrada. Pero estratégicamente sería malo para el PSOE. Porque no somos el SPD alemán u otro partido socialdemócrata europeo y una coalición con Ciudadanos supondría una nueva transformación de nuestra personalidad”. Ese nuevo cambio, lógicamente, es lo que promueven el establishment europeo que se expresa a través del semanario 'The Economist', que ha solicitado un voto amplio a favor del PSOE, o entidades financieras como J.P. Morgan o Deutsche Bank, que subraya las ventajas de un gobierno liderado por Sánchez, y las grandes empresas.

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