Jeremy Corbyn, suspendido de militancia laborista por un informe sobre el antisemitismo en el partido

Keir Starmer carga contra su antecesor por la discriminación de los judíos entre el 2016 y el 2019

Quim Aranda
3 min
Jeremy Corbyn, aquest matí, sortint de casa seva, al nord de Londres

LondresLa continuidad de Jeremy Corbyn en el Partido Laborista, que lideró entre el 2015 y esta primavera pasada, cuelga de un hilo. Su sucesor al frente de la formación, Keir Starmer, ha anunciado este jueves que lo expulsaba del grupo parlamentario labour­ y que lo suspendía de militancia pendiente de una inminente investigación interna. Starmer, que ganó las primarias laboristas en abril, fue durante toda la etapa Corbyn su ministro a la sombra para el Brexit.

Corbyn paga así el precio de la enorme tormenta política desatada por la publicación, también este jueves, de un devastador informe de 130 páginas de la Comisión de Igualdad y Derechos Humanos –un órgano oficial que investiga abusos contra las leyes antidiscriminación– en el que se lo acusa de "graves deficiencias de liderazgo" y de "interferencia política" en el proceso de resolución de las quejas internas del partido relativas a las denuncias de actitudes antisemitas. Nueve diputados abandonaron la formación dirigida por Corbyn por estos motivos.

Para desmentir las durísimas conclusiones, Corbyn ha asegurado que las preocupaciones sobre el antisemitismo dentro del laborismo se habían "exagerado dramáticamente por razones políticas".

Starmer ha tomado la dramática decisión de suspenderlo de militancia justamente después de esta reacción, y también ante la enorme presión ejercida, entre otros colectivos, por el Movimiento Laborista Judío. Inicialmente, sin embargo, en una comparecencia en la que Starmer ha calificado la jornada de "día de la vergüenza" para el partido, el actual líder había asegurado que no era partidario de centrar la polémica en Corbyn. Y ha insistido en que el informe no se dirigía directamente ni contra su antecesor ni contra ningún miembro en concreto de su equipo.

En el curso de su intervención, sin embargo, Starmer también ha afirmado que los militantes que piensen que "no hay ningún problema con el antisemitismo en el Partido Laborista", que todo era una "exageración" y que se trataba de un "ataque partidista", también son "parte del problema". Justamente la excusa que había dado Corbyn y la que ha tenido Starmer para anunciar la investigación.

En relación al liderazgo concreto, el informe asegura: "Hemos encontrado ejemplos específicos de acoso, discriminación e interferencia política", una preocupación difícil de "conciliar con su compromiso declarado [de Corbyn] sobre la tolerancia cero con el antisemitismo". Con todo, objetivamente, no se designa a ninguna persona específica como responsable, pero sí se critica ampliamente la máxima jerarquía del partido por no haber tomado medidas decisivas.

El estudio revisa 70 expedientes de quejas sobre antisemitismo ejercidas entre marzo de 2016 y mayo de 2019 entre las cuales localiza 23 casos de interferencia política por parte del personal de la oficina del líder. El órgano de vigilancia de la igualdad y los derechos humanos concluye que estas implicaciones "eran indirectamente discriminatorias e ilegales", y considera que el partido laborista era el responsable subsidiario.

Rotura en relación con la herencia de Tony Blair

A pesar de todo, las palabras de Corbyn no dejaban de tener una parte de razón porque, a pesar de los muchos errores del partido a la hora de cortar de raíz los síntomas de ataque o discriminación contra los judíos –y que el propio Corbyn ha reconocido en su comunicado de reacción–, los diferentes episodios de antisemitismo sirvieron de munición tanto a los conservadores como a la prensa pro tory para desprestigiar el corbynismo, visto como una deriva populista y de ultraizquierda del tradicional laborismo heredado de Tony Blair. A la vez, estos episodios también fueron aprovechados desde la oposición interna a Corbyn, de talante centrista y blairista, para socavar su autoridad.

Hace 37 años que Corbyn es diputado por un distrito del norte de Londres, una historia marcada por su continua rebeldía contra la dirección. Hasta llegar a la máxima posición, votó en contra de las instrucciones del partido más de quinientas veces. Corbyn consiguió contra pronóstico el liderazgo del partido ayudado por la oleada de casi medio millón de militantes muy jóvenes que ingresaron en 2015 en el movimiento laborista, después de la segunda derrota consecutiva del partido en unas elecciones generales, cuando Ed Miliband cayó a manos de David Cameron.

Otra investigación interna del laborismo, también por denuncias de antisemitismo, en este caso contra el exalcalde de Londres Ken Livingstone, se saldó con su renuncia a la militancia en mayo de 2018, después de haber sido suspendido en abril de 2016.

Con el informe de hoy, el vía crucis al que Jeremy Corbyn ha sido sometido –debido a la amenaza que representaba desde la izquierda para un establishment que, en la práctica, es heredero no solo de Blair sino de políticas impulsadas por Margaret Thatcher, y asumidas tanto por la derecha como por la izquierda política británica– está más cerca de acabar en crucifixión.

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