IMMIGRACIÓ

Los barcos cuarentena que Italia alquila para confinar a los migrantes

El gobierno italiano aísla como mínimo dos semanas a las personas que llegan por el Mediterráneo

Soraya Melguizo
3 min
Un dels ferris on els migrants han de fer quarantena. Aquest a tocar de l’illa de Lampedusa.

MilàAbou Dakite tenía solo 15 años cuando el barco de la ONG Proactiva Open Arms lo salvó de una muerte segura en el Mediterráneo central. Era el 10 de septiembre y hacía casi tres años que se había ido solo de Costa de Marfil. Lo que Abou no sabía entonces es que después de atravesar el desierto para llegar a Libia -donde, a pesar de que no hay datos fiables, mueren tantas o más personas que en el mar-, sobrevivir al infierno en un centro de detención de este país norteafricano y subir a una barcaza para cruzar un mar inmenso, todavía tendría que esperar varias semanas confinado en un barco atracado ante las costas de Sicilia para poder pisar Europa. Un nuevo revés que su cuerpo, desnutrido y torturado, no soportó.

Cuando el covid-19 empezó a expandirse por Italia, el primer gran foco europeo, el gobierno de Giuseppe Conte canceló los vuelos con China y cerró las fronteras con sus vecinos europeos para evitar cualquier posible entrada de un virus que empezaba a mostrar a la población su cara más oscuridad. Las autoridades italianas temieron entonces que la llegada de personas migrantes a través del mar Mediterráneo se convirtiera en un nuevo foco de contagio. Un miedo que poco después se demostraría infundado, puesto que, según datos del comité científico que asesora al ejecutivo en la gestión de la pandemia, a finales del verano los inmigrantes que habían dado positivo en coronavirus representaban menos del 3%.

En abril, y todavía en pleno pico de la primera oleada, Roma declaró Italia “país no seguro [por la pandemia]”, cerró los puertos a los barcos de las ONG y alquiló varios ferrys de compañías privadas para que los inmigrantes irregulares rescatados en el mar o que habían llegado directamente a tierra por sus propios medios -como pasó de manera especial en la isla de Lampedusa- tuvieran que pasar una estricta cuarentena. Aislados. Según el anuncio del ministerio de Transportes, cada uno de estos barcos cuesta a las arcas públicas alrededor de cuatro millones de euros, y los migrantes son atendidos por personal médico de la Cruz Roja. Dentro de las embarcaciones se hace una PCR a todas las personas: quien da negativo está a bordo durante 15 días; quien da positivo se tiene que quedar hasta que el test salga negativo. Abou fue trasladado y confinado en el Allegra.

El chico no presentaba patologías concretas cuando fue rescatado en medio del mar, pero el 27 de septiembre, una semana después de que Italia permitiera su desembarco y fuera trasladado al barco-cuarentena, empezó a tener fiebre alta y dolor lumbar. Se le hizo una PCR que resultó negativa, pero su salud siguió empeorando. Abou dejó de comer, de hablar. Los médicos que lo atendieron a bordo confirmaron que sufría desnutrición severa y deshidratación, además de numerosas cicatrices compatibles con la tortura. Fue ingresado de urgencia en un hospital de Palermo, donde murió dos días más tarde. Habían pasado casi tres semanas desde su rescate y 12 días desde que pisó por primera vez Europa. Porque los barcos cuarentena son legalmente territorio italiano.

Como se trataba de un menor de edad no acompañado, el Tribunal de Menores asignó a Abou una tutora legal, Alessandra Puccio, que lamenta no haber podido ponerse en contacto con él durante su confinamiento en el Allegra. “Quiero llegar hasta el fondo para que este hecho no se repita. Me han dicho que durante días había solo un médico para 600 migrantes”, denunciaba Puccio en el diario La Repubblica. La muerte del menor, sobre la cual la Fiscalía de Palermo ha abierto una investigación, ha puesto en entredicho la estrategia del gobierno en la gestión de la inmigración irregular durante la pandemia. “Los barcos cuarentena en los cuales se detiene a los migrantes para determinar la presencia de casos de covid-19 son soluciones de emergencia, no pueden convertirse en permanentes”, defiende Mauro Palma, presidente del organismo para los derechos de los detenidos, que visitó una de las embarcaciones.

Consecuencias psicológicas

Las ONG denuncian el castigo psicológico que supone para estas personas un nuevo cierre, que a menudo los empuja a cometer acciones desesperadas para llegar a tierra. El 20 de mayo, un joven tunecino que había llegado a Lampedusa en una barcaza murió después de saltar desde el Moby Zaza, un barco-cuarentena de la compañía privada Tirrenia, atracado ante el puerto siciliano de Porto Empedocle con un centenar de personas a bordo. A finales de octubre, nueve inmigrantes fueron evacuados del Rhapsody, después de ingerir hojas de afeitar y trozos de vidrio. Durante los días que duró la agonía de Abou, confinado a bordo del Allegra, más de 120 personas se lanzaron al agua para intentar llegar a las costas italianas por sus propios medios.

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