75 ANIVERSARIO DEL DESEMBARCO DE NORMANDÍA

El rey inglés que engañó a los nazis sobre el Día D

Jorge VI colaboró con la inteligencia británica para confundir Berlín sobre lugar del desembarco

Quim Aranda
5 min
El rei anglès que va enganyar els nazis sobre el Dia D

LondresDe la vergüenza del apaciguamiento con el Pacto de Munich de 1938 al corazón de los secretos mejor guardados del estado británico; de la sospecha constante a ganarse la máxima confianza del deep state. Es el viaje que realiza Jorge VI —padre de la actual reina de Inglaterra, Isabel II, el monarca de la oscarizada película El discurso del rey (The King’s speech)— entre el momento en el que es coronado (mayo de 1937) a raíz de la abdicación de su hermano, Eduardo VIII, hasta los últimos meses de 1940, cuando decidió quedarse en el Reino Unido a pesar del peligro real de una invasión alemana, y contra el consejo del entonces premier, Winston Churchill.

Dos historiadores ingleses, el catedrático Richard Aldrich, de la Universidad de Warwick (Coventry), y el profesor Rory Cormac, de la Universidad de Nottingham, han publicado toda una serie de documentos que demuestran la participación del rey y de su familia en la operación Fortitude y Fortitude North, los nombres en clave de las maniobras de engaño con las que la inteligencia británica (MI5) confundió a Berlín sobre el lugar real del desembarco de los aliados, el inicio de la ofensiva final para liberar el frente occidental de Europa de la dominación nazi. Unas operaciones de distracción en las que los actores fundamentales fueron tres agentes dobles conocidos con el nombre de Garbo (el catalán Joan Pujol Garcia), Brutus (el capitán del ejército del aire de Polonia Roman Czerniawski) y Trycicle (Dušan Popov, un abogado serbio).

Producción de un documental

La investigación de Aldrich y Cormac los ha llevado a coescribir el documental Día D: el rey que engañó a Hitler, emitido en el Reino Unido por Channel 4 la primera semana del mes de mayo, y en el que se narra dicha intervención real, hasta ahora desconocida.

El primer hilo que estiraron Aldrich y Cormac lo encontraron en el diario personal de Alan Lascelles, secretario privado del rey Jorge VI. El viernes 2 de marzo de 1944, Lascelles anotó la visita al palacio de Buckingham de dos miembros del MI5. ¿La razón? Pedir al monarca que participara en la elaboración de la cortina de humo necesaria para garantizar el éxito de la operación Overlord (nombre en clave del desembarco en Normandía). El segundo hilo lo localizaron a partir de uno de los documentos más importantes de los servicios secretos británicos del periodo de la Segunda Guerra Mundial.

Lo llaman El libro secreto, un relato muy detallado de los engaños del espionaje británico para proteger los preparativos de Overlord. Fue escrito en forma de memorándum en 1950 por quien acabaría siendo vicerrector de la Universidad de Oxford, John Masterman, que en el momento de la invasión de las playas de Normandía era uno de los jefes del MI5, responsable del control de los agentes dobles británicos que enviaban a Berlín datos falsos o parcialmente falsos en la batalla de desinformación que libraban los aliados y los nazis.

En octubre de 1951, Masterman envió la única copia que tenía del manuscrito a Lascelles, el secretario del rey, le animaba a leerlo y le pedía que transmitiera al soberano el interés del libro. Cuando murió Jorge VI (abril de 1952), Masterman volvió a escribir a Lascelles para recuperar el texto en el que contaba el papel de dichos tres agentes dobles y cómo engañaban a Berlín en coordinación con el rey. El monarca se implicó visitando a las tropas por todas las islas para despistar a los nazis.

En 1972, 27 años después del final de la guerra, Masterman publicó su relato histórico en los Estados Unidos porque el MI5 le prohibió hacerlo en el Reino Unido. Con todo, no reveló la participación del rey en Fortitude y Fortitude North.

Recuperación de la confianza

Pero la implicación de Jorge VI en una de las operaciones clave de la Segunda Guerra Mundial no tuvo lugar automáticamente después de la coronación. De hecho, la familia real inglesa estaba bajo sospecha de colaborar con Hitler a causa de las simpatías del rey Eduardo VIII con el régimen nazi. Tanto es así que el MI5 le llegó a pinchar el teléfono al palacio de Buckingham.

Los acontecimientos se precipitaron cuando Eduardo VIII abdicó en su hermano Alberto (Jorge VI) para poder casarse con la norteamericana socialista y divorciada Wallis Simpson. Con posterioridad, y ya como duque y duquesa de Windsor, en octubre de 1937 viajaron a la Alemania de Hitler, donde fueron recibidos con tratamiento de visita de estado.

No hay constancia documental, dice Rory Cormac, de que Jorge VI también tuviera simpatías nazis. Pero el seguidismo que hizo de la política de apaciguamiento del premier de la época, Neville Chamberlain, que había negociado una supuesta paz con Hitler (Munich, 1938), lo puso bajo sospecha. Los servicios secretos británicos desconfiaban de la familia real.

Las invasiones de Polonia y Checoslovaquia pusieron fin a cualquier esperanza de evitar la guerra. Jorge VI pidió la formación de gobierno a Churchill. La personalidad de los dos no podía ser más distante. El nuevo primer ministro era un hombre de talante agresivo e iracundo; el segundo, uno tímido que bastante había hecho superando sus problemas de dicción.

El otoño de 1940 Alemania había asediado las islas Británicas, y una más que probable invasión parecía inminente. El gobierno de Churchill puso en marcha el plan de evacuación a Canadá de la familia real. Jorge VI se negó. “Cuando nos invadan, quiero matar a mi alemán, resistiremos hasta el final”, dijo el rey al primer ministro. La determinación del monarca sorprendió al Viejo León. Como prueba de reconocimiento, Churchill le regaló una ametralladora Thompson, de tambor. Toda la familia real empezó a hacer prácticas de tiro por si llegaba el día en el que tuvieran que disparar directamente contra el enemigo. Isabel (la reina madre centenaria, mujer de Jorge VI) se entretenía en palacio haciendo diana con las ratas de los jardines.

La documentación de Aldrich y Cormac esboza el rompecabezas que el MI5 levanta entre marzo y agosto de 1944, incluso dos meses después del Día D. Los diarios y los boletines de noticias del cine y la radio informaban sobre los desplazamientos del rey para visitar tropas, sin identificar los lugares, pero filtrando suficientes elementos gráficos que permitieran reconocerlos. La intención era facilitar pistas falsas que, junto a los mensajes cifrados de Garbo, Brutus y Trycicle, permitieran a los nazis sacar sus propias —y erróneas— conclusiones. La operación Fortitude proporcionaba información sobre una supuesta concentración de tropas en el sur de Inglaterra y la Fortitude North sobre movimientos en la bahía de Scapa Flow, en las islas Orcadas de Escocia, desde donde se podía lanzar una invasión de Noruega.

La fascinación de los británicos por la Segunda Guerra Mundial — Britain’s finest hour, dicen— se añade en esta nota a pie de página del conflicto a la devoción por la Corona, que con Jorge VI y su hija, Isabel II, recupera el prestigio dañado por Eduardo VIII.

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