El análisis de Antoni Bassas: 'Fascistas en Sant Jaume, que sea la última vez'

Si nos importan la convivencia, la democracia, el prestigio de nuestras instituciones y nuestra autoestima como ciudadanos y como catalanes, esta vez tendría que ser la última

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Algo no funciona en nuestro ordenamiento cuando personas con banderas nazis se pueden manifestar, protegidos por la policía, en la Plaça Sant Jaume de Barcelona.

Que salgan brazos levantados y toda la simbología que llevaban.

Pasó ayer, Día de la Constitución. No eran muchos y el acto, un mitin de Abascal, de Vox, no duró ni veinte minutos. Pero eso no es consuelo. El fascismo volvió a la plaza donde está la sede del gobierno de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona.

Tanto la alcaldesa Colau como el conseller de Interior Sàmper han anunciado que llevarán el acto a la Fiscalía, para que determine si lo que se vio y se oyó es constitutivo de odio. La pregunta tendría que ser retórica, porque el fascismo es odio y, en este caso, cuando vienen a exhibirse ante el Palau de la Generalitat, es odio a todo lo que la institución representa. Es el mismo odio con el que nuestros abuelos y bisabuelos se oyeron decir “Habla en cristiano” en tiempos de persecución del catalán. Fascistas ante la Generalitat, justo el año en el que hemos conmemorado los 80 años del fusilamiento de Lluís Companys capturado en la Francia dominada por los nazis y entregado al régimen de Franco para que hiciera con él lo que quisiera.

Si nos importan la convivencia, la democracia, el prestigio de nuestras instituciones y nuestra autoestima como ciudadanos y como catalanes, esta vez tendría que ser la última.

No se entiende que gente así pueda manifestarse y protegida por la policía. Alemania e Italia tienen prohibido por ley la apología del nazismo y el fascismo, y hay penas de prisión para quien se salte la norma. En España decenas de militares firman cartas contra el gobierno y los hay que hablan de fusilar a 26 millones de españoles y no les pasa nada. La diferencia es clara: Hitler y Mussolini perdieron la guerra, y Franco no tan solo la ganó sino que gobernó durante 40 años. Y la historia la escriben los ganadores.

Si el ordenamiento jurídico de la democracia española protege el derecho de manifestación de aquellos que se la querrían cargar, hay que exigir a los jueces y mandos policiales que envíen las manifestaciones fascistas a un polígono, a un descampado, lejos del centro de las ciudades, para que podamos explicar a nuestros hijos que no podemos aceptar que se manifiesten entre nosotros, normalmente, aquellos que niegan el Holocausto o que no dudarían en fusilarnos.

Nuestro reconocimiento para los que trabajan en primera línea, un recuerdo para los que sufren, para los presos políticos, para los exiliados, y que tengamos un buen día.

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