El análisis de Antoni Bassas: 'Juan Carlos de Borbón paga 678.393 euros a Hacienda '

Juan Carlos era un santo en el altar de la transición y el bipartidismo, y como esta historia sostiene el sistema, es muy probable que no tenga que vivir la muerte social que le podría corresponder en una sociedad democrática

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Esta noche han muerto dos personas en un incendio que se ha declarado en una nave industrial en Badalona ocupada por más de cien personas que vivían en el edificio, muchas de las cuales migrantes y, probablemente, sin papeles. Podría haber más muertos, porque a los bomberos les han caído encima partes del techo de la nave cuatro veces y no han podido hacerse cargo ni de las causas inmediatas del incendio ni de cuántas personas había dentro exactamente.

Hablo de causas inmediatas porque a estas personas las ha matado una explosión y un incendio, pero la causa primera es la pobreza, la miseria, prácticamente. Y como la actualidad crea, a veces, irónicos compañeros de viaje, hoy en la portada convive la noticia del incendio con el hecho de que el rey Juan Carlos de Borbón ha pagado a Hacienda 678.393 euros. Se trata de una declaración voluntaria para intentar saldar su deuda con Hacienda derivada del uso de tarjetas de crédito opacas, que usaron él, la reina Sofía y algunos nietos, entre el 2016 y el 2018, cuando Juan Carlos ya no disfrutaba de inviolabilidad. Este pago supone la admisión de un fraude a las arcas públicas y el intento de frenar la investigación penal en marcha por posible delito fiscal. Es decir, Juan Carlos ha aprovechado el hecho de que no había ninguna investigación judicial para regularizar y así evitar la vía penal.

El pago hecho a Hacienda no incluye, sin embargo, los fondos opacos situados en el extranjero que también investigan el Tribunal Supremo y la Fiscalía suiza. Recordemos que lo que se investiga es una supuesta comisión por el AVE a la Meca que el ministerio de Finanzas de Arabia Saudí habría pagado a Juan Carlos I en un banco suizo, un dinero que después Juan Carlos transfirió a su amante, Corinna Larsen, para intentar desvincularse de unos fondos de los cuales también era beneficiario su hijo y actual rey, Felipe VI, hasta que se los quitó de encima.

Con este pago de los 678.000 euros, el rey Juan Carlos regulariza parte de su situación con Hacienda y evita la apertura de una causa judicial por delito fiscal, pero ni regulariza la valoración de su conducta moral como jefe del estado ni evita quedar señalado por siempre jamás, porque, claro, ahora parece claro que el uso que el rey ha hecho de su inviolabilidad constitucional es muy próximo a la impunidad.

Esto, más el hecho de que cuando la corrupción que rodeaba las cuentas y comportamientos económicos del rey ya era indisimulable, el que pagó el pato fue el yerno, Iñaki Urdangarin, y tuvimos que oír decir de boca del propio Juan Carlos, en el discurso de Navidad del 2011, que “la justicia es igual para todo el mundo”.

Dejo de lado que Juan Carlos haya tirado por la borda todo el apoyo popular que llegó a acumular en una época en la que el incienso iba a chorros y él era el campeón de la democracia. Hoy es la viva imagen de los peores vicios de la monarquía, los que derivan de la opacidad que acaba rozando la impunidad. Juan Carlos era un santo en el altar de la transición y el bipartidismo, y como esta historia sostiene el sistema, es muy probable que no tenga que vivir la muerte social que le podría corresponder en una sociedad democrática.

Comprometida la figura de Juan Carlos, ¿qué le queda al sistema? Su hijo, el rey Felipe de Borbón, garante no escrito de la unidad de España. Y el sistema ya ha salido a hacer el juego de las diferencias.

Pedro Sánchez: Lo que le puedo garantizar es que tenemos un jefe de estado contemporáneo, moderno, que entiende los retos que tiene nuestro país, que asume la diversidad territorial de nuestro país, es una persona que habla catalán, que se interesa por la cultura vasca, que conoce la realidad de Andalucía”.

Entre la opacidad del padre y los militares golpistas que le dirigen cartas, el discurso de Navidad de Felipe, dentro de quince días, promete buenas cifras de audiencia.

Nuestro reconocimiento para los que trabajan en primera línea, un recuerdo para los que sufren, para los presos políticos, para los exiliados, y que tengamos un buen día.

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