Cómo financiamos la factura del covid

Si alguna vez nos tenemos que endeudar, ahora es el momento

Elena Costas
4 min
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El coste que la crisis del coronavirus puede llegar a representar para nuestra economía puede ser mucho mayor que el que puede representar para otros países europeos. Esta semana instituciones como la Airef (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) o el centro de análisis Funcas han publicado sus previsiones de cierre de la economía española para el último trimestre de 2020. Se encontrarían alrededor del 0 o el 1,7%, cosa que implica una caída del PIB el año pasado de más del 10%. El inicio de este 2021 tampoco parece muy esperanzador en términos económicos, con un primer trimestre con un crecimiento más bajo del esperado. La factura de los costes del covid-19 solo la hemos empezado a ver, y el problema que nos tiene que preocupar ahora no tiene que ser cómo pagarla.

La gran red de seguridad que han supuesto -y todavía son- los ERTE, las transferencias directas a familias y empresas o las moratorias fiscales han elevado el endeudamiento público a niveles nunca vistos. La economía española mantiene de forma estructural uno de los déficits públicos más altos de Europa, pero el coronavirus nos ha llevado a récords de más del 110%. Y el Fondo Monetario Internacional prevé que este porcentaje pueda seguir aumentando hasta más allá del 2025.

A pesar de estos niveles de deuda, tenemos que tener en cuenta que el precio que pagamos es muy bajo. De hecho, si tenemos en cuenta tanto los intereses como la amortización, estamos pagando menos ahora que cuando la deuda pública era más baja. ¿Y cómo se explica esta diferencia? En este momento, el tipo de interés de las nuevas emisiones de deuda pública española a diez años tiene un interés negativo. De nuevo, una situación que nunca habíamos visto en nuestra economía. Y no se trata de una excepción en Europa, a pesar de que hasta hace bien poco estos intereses negativos se reservaban casi en exclusiva para la economía alemana. Lo que está buscando el Banco Central Europeo con las políticas monetarias expansivas, de compra de deuda, es que los países puedan tener una cobertura ante el covid-19. Una cosa que no se hizo durante la última crisis, cuando se priorizaban las políticas de austeridad, que nos llevaron a un coste del endeudamiento casi inasumible. En este momento el mensaje claro es potenciar el crecimiento, y no el ahorro.

Esto significa que si alguna vez nos tenemos que endeudar, ahora es el momento. Cuando las necesidades son más grandes que nunca y el coste de la deuda es bajo. El propio Mario Draghi dijo que la deuda no es mala, si se utiliza bien. Y aquí es donde está la condición fundamental.

Si usamos la deuda para inversiones productivas, que aumenten la eficiencia de nuestra economía, el crecimiento generado nos permitirá no solo devolverla, sino también aumentar nuestro bienestar. Se trata de conseguir que nuestra tasa de crecimiento sea siempre superior al tipo de interés que pagamos por la deuda. Así, y simplificando, la deuda disminuirá con el crecimiento económico. El mismo argumento sirve para los préstamos de los fondos del Plan de Recuperación Europeo, donde los tipos de interés son también muy bajos. El riesgo es que usemos mal este dinero, en gastos o inversiones que no mejoren la productividad y el dinamismo de la población y de la economía española y catalana. Hay que afrontar no solo el pago de la deuda y las facturas de la crisis del covid, sino también los retos previos que ya teníamos, como la digitalización, las políticas de familia, el envejecimiento de la población o la transición ecológica.

Evidentemente, a la hora de pensar en nuevos programas y políticas, o mecanismos de ayuda a las familias y empresas durante la crisis, hay que tener en cuenta también otras fuentes de financiación más allá de la deuda. Nuestra recaudación vía impuestos es baja en comparación con la de otros países europeos, con unos ingresos públicos alrededor del 38% del PIB. Tenemos una productividad baja, altos niveles de desigualdad y otros indicadores preocupantes para el crecimiento a largo plazo, como son las tasas de abandono escolar o la importante brecha digital. Y la pandemia, como la llegada de un meteorito, no ha hecho más que acentuar nuestras necesidades, y hará caer los ingresos fiscales como consecuencia de la recesión.

Hay que tener en cuenta que los bajos tipos de interés de la deuda y las políticas monetarias expansivas no durarán para siempre jamás, y que suponen una tensión política con otros países europeos. A la vez, no podemos expandir nuestro estado del bienestar, con medidas como un ingreso mínimo vital que llegue a todas las familias que lo necesitan, con un sistema de recaudación fiscal insuficiente. Pero la factura de la crisis solo la hemos empezado a ver, y evidencia carencias de nuestra economía que vienen de largo, tanto en sanidad como en educación o en cuidados. Endeudarse ahora no es malo, sino inevitable. El secreto será invertirlo bien.

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