Gracias, malvadas farmacéuticas

¿Realmente creemos que alguien relacionado con el sector público habría descubierto la vacuna en tiempo récord?

Xavier Roig
3 min
Un camió refrigerat de Pfizer abandona la planta de Puurs, a Bèlgica, on s'està produInt la vacuna. Els primers transports cap al Regne Unit van sortir-ne aquest dijous

Hace unas semanas, el ARA publicó una entrevista con el señor Germán Velásquez. De hecho, no conozco a fondo las actividades de este señor, pero, si lo que dice la entrevista es cierto, a buen seguro que divergimos en la concepción global del mundo que nos rodea. El titular que encabezaba la noticia de su entrevista ("El principal interés de la industria farmacéutica son los accionistas, antes que la salud pública" [sic]) denotaba un populismo muy característico. Ese que se identifica rápidamente porque siempre busca culpables más allá de las fronteras –sobre todo en el malvado Occidente capitalista.

Empezaré por esta afirmación, la que encabezaba la entrevista: “Las farmacéuticas miran por los accionistas”. Y me pregunto: ¿por quién tienen que mirar, pues? En una economía de mercado, como la economía en la que vivimos, las empresas dan servicios a la gente mientras miran por sus accionistas. Todo a la vez. No es incompatible. El propietario de una farmacia da un servicio público tratando de ganar dinero. Los accionistas de Microsoft quieren que esta empresa tenga beneficios. El funcionario –que, por cierto, también es accionista en cuanto que considera que tiene la “plaza en propiedad”– quiere que Hacienda recaude a diestro y siniestro para cobrar el sueldo religiosamente –y, si puede ser, que se le suba el 0,9%–. Las farmacéuticas apuestan muchos millones en investigación, también. A veces la aciertan y otras no. En general aciertan más veces que yerran, gracias a Dios, para fortuna de sus accionistas... y nuestra. De lo contrario los estantes de las farmacias estarían vacíos y el señor Velásquez, cuando tuviera dolor de cabeza, tendría que buscar remedios caseros –como hacían nuestros abuelos cuando la esperanza de vida era de cincuenta años.

El señor Velásquez se queja de las patentes. Dice que la investigación de las vacunas contra el covid-19 ha recibido inyecciones de dinero público para acelerar las investigaciones. Habla de miles de millones y dice que las patentes se las quedarán las farmacéuticas. Puede ser que tenga razón. Pero yo le pregunto: ¿hay alternativa?, ¿a quién cree que había que incentivar?, ¿usted realmente piensa que alguien relacionado con el sector público hubiera descubierto la vacuna en el tiempo récord que se ha tardado, aunque se hubieran inyectado “miles de millones”?, ¿de verdad lo cree? Esta utopía más valdría que no la utilizara para engatusar a la gente. Como buen funcionario de organización pública mundial, el señor Velásquez no parece que tenga intención de averiguar los temas hasta el final. Hace años tuve que negociar un contrato para proveer unos servicios de tecnología a la ONU. La conocí un poco por dentro. Incluso en varias reuniones en los despachos del edificio del East River. Nunca he visto una organización tan poblada de gente acostumbrada a cobrar demasiado, a trabajar poco y sin ningún tipo de control, sin nadie a quién rendir cuentas. La ONU y sobre todo los organismos que cuelgan de ella (como por ejemplo la OMS, en la cual trabajó el señor Velásquez) necesitan una reestructuración a fondo. Son altamente ineficaces y sus dirigentes son nombrados para cubrir la cuota políticamente correcta que los países desarrollados pagan a los políticos de los países subdesarrollados. Suena crudo, pero es así como yo lo veo. Y quien me encuentre escasamente caritativo, que mire los elementos españoles que acaban yendo a parar ahí de vez en cuando. Por lo tanto, si alguien no nos ha sacado, ni sacará, de esta crisis es la OMS. Y si sabemos de alguien que no descubrirá ninguna vacuna podemos estar seguros que será el sector público.

La industria farmacéutica ha salvado muchas vidas gracias a querer ganar dinero. Del mismo modo que la pesca salada del mercado donde los de casa compramos el morro de bacalao nos da muchas alegrías con su maldito vicio de querer hacer caja. Esto, pretender obtener beneficios, en la Catalunya actual parece que ha pasado a ser un delito. Y este estado de espíritu nos está llevando a la decadencia más tronada.

Si lo que quería manifestar la entrevista es que en las empresas farmacéuticas hay gente interesadamente malvada y muy conectada con los políticos, tiene razón –del caso específico de las farmacéuticas ya nos había martilleado sor Forcades–. Como las hay en las empresas de construcción de automóviles. Y en las constructoras que hacen rotondas municipales. O como en los diarios que lamen al amo y cobran subvenciones para mentir y destruir la democracia. Incluso, fíjense, viendo la lista de miembros de The South Centre, donde trabaja el señor Velásquez, estoy seguro de que hay gente malvada y corrupta entre los que financian esta organización. Y es lógico que el señor Velásquez no los denuncie. Al fin y al cabo, tiene que velar por los intereses de sus accionistas.

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