Hijos de la brecha

A los dos años de tener un hijo los ingresos de las madres caen, y no se vuelven a recuperar nunca

Elena Costas
3 min

Si las mujeres queremos que nuestros sueldos se parezcan, como mínimo un poco más, a los de los hombres, lo tenemos al alcance de la mano. Es tan sencillo como dejar de tener hijos. Como mínimo, esto es lo que se desprende del análisis hecho por los economistas Jorge García-Hombrados y Libertad González, en el blog Nada es gratis. Las diferencias salariales entre hombres y mujeres se han ido reduciendo a lo largo de los últimos años, pero la maternidad todavía representa un muro infranqueable para conseguir la tan necesaria igualdad laboral. La llegada del primer hijo representa un impacto muy diferente para las carreras profesionales de los padres y las madres, pero ¿es posible saber hasta qué punto?

En nuestro país, el año previo a tener el primer hijo, los hombres ganan aproximadamente un 25% más que las mujeres, pero los dos siguen una tendencia creciente. Es decir, tanto futuros padres como madres se encuentran en un momento en que cada año cobran un poco más. Hasta que llega el niño; para las madres. El nacimiento del primer hijo no afecta de ninguna manera al sueldo de los padres, que siguen creciendo, igual que lo hacían unos meses antes. Pero a los dos años los ingresos de las madres caen, y no se vuelven a recuperar nunca. De hecho, sin tener en cuenta las diferencias de sueldo iniciales, la brecha de la maternidad llega al 17%. Parece que son pocas las dudas que podemos tener acerca de este valor. El Banco de España presentaba el mes pasado un estudio similar, en el que comprobaban que pasados cinco años del primer hijo existen unas diferencias salariales del 23% atribuibles a la maternidad.

Es una fotografía que se repite demasiado a menudo. Estudios similares en los EE UU, en Austria o en los países nórdicos revelan lo mismo: gran parte de la brecha salarial de género se debe a la maternidad. ¿Qué les pasa a las mujeres una vez son madres? De nuevo, el estudio de García-Hombrados y González aporta datos que nos permiten entender mejor esta brecha. Al tener un hijo, son muchas las mujeres que cambian el tipo de contrato que tienen. Piden excedencias, reducciones de jornada o pasan a trabajar a tiempo parcial. Unos cambios que los padres parece que no necesitan, y que impactan sobre las mujeres no solo en sus ingresos a corto plazo, sino también en la jubilación. El mismo tribunal de Luxemburgo acaba de emitir una resolución en la que declara discriminatorio el cálculo de la pensión en España, porque considera que el hecho de que la mayoría de trabajadores a tiempo parcial sean mujeres afecta negativamente, y de manera desigual, a los ingresos que tendrán en la jubilación. Una discriminación que, por el hecho de ser indirecta, no deja de ser contraria a la directiva europea de igualdad de sexos.

Pero no toda la explicación de las diferencias salariales se encuentra en el tipo de contrato. Es alarmante ver como entre las trabajadoras a tiempo completo con hijos la brecha sigue existiendo. El nacimiento del primer hijo supone una reducción del 9% del salario/hora de las madres, en relación con el de los hombres.

Incluso omitiendo este punto, olvidando que las mujeres cobramos menos una vez tenemos un hijo, podríamos pensar que el hecho de que las madres hagan jornadas reducidas o más flexibles tiene una explicación biológica o cultural. Las mujeres, además de parir, escogemos ser las que cuidamos los hijos, y por esto tenemos que reducir las horas de trabajo remunerado. Aquí, de nuevo, la evidencia empírica es reveladora. Analizando el caso noruego, para parejas tanto de lesbianas como de heterosexuales, vemos que el efecto de tener un hijo es el mismo que en nuestro país. La madre es la única que reduce sus ingresos, en un 20%. Eso sí, solo si su pareja es un hombre. Cuando son dos las mujeres que afrontan conjuntamente la maternidad, su impacto laboral se reparte. Tanto la madre que ha parido como su pareja ven reducidos sus ingresos. Sin embargo, una cosa muy relevante es que cinco años después esta reducción salarial ha desaparecido. Para las dos.

En un país donde las tasas de natalidad nos colocan en una situación de emergencia, tener hijos no puede suponer para las mujeres –heterosexuales– una brecha salarial en su vida laboral. Que tengamos que escoger entre tener una carrera profesional satisfactoria o ser madres no solo es injusto para nosotros sino que afecta al conjunto de una sociedad cada vez más envejecida. Las políticas de conciliación y familias, con bajas paternales más largas e intransferibles, o la disponibilidad de jardines de infancia a precios públicos y ayudas a la crianza, son el camino a seguir. Nos hacen falta más niños, pero no hijos de la brecha.

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