APUNTES AL NATURAL

De Trapero a las urnas

La policía y el fútbol han aportado indicios de que se va asumiendo el cambio de paradigma

Josep Ramoneda
3 min
Pla general del ple del Parlament mig buit pel coronavirus

1. Indicios. Digámoslo sin tapujos: tres años después, el discurso de la implantación del mandato del 1 de Octubre ha decaído. Ya no es ni siquiera una consigna política, ahora mismo es pura retórica. Y la duda, en vigilias de elecciones, es decir, de un momento en el que por encima de todo se busca la fidelidad de los electores, es saber qué puede dar más resultado: seguir alimentando la fe de los más creyentes o pensar en los muchos agnósticos que probablemente decantarán la batalla.

En los últimos días han sido la policía y el fútbol los que han aportado indicios de que poco a poco se va asumiendo el cambio de paradigma después de una larga y dolorosa resaca. La restitución del mayor Trapero al frente de los Mossos d'Esquadra es una apuesta inequívoca por la asunción del respecto a la legalidad vigente. En su mandato anterior dio muestras evidentes de que no estaba dispuesto a llevar a los Mossos al otro lado de la frontera de la ley. Y ahora recupera las funciones ungido con una absolución que, poniendo en evidencia buena parte de la instrucción del procedimiento que condenó a los dirigentes independentistas en el Supremo, ratifica que los Mossos no salieron nunca del carril institucional. Apostar por Trapero, como han hecho el conseller Sàmper y por lo tanto el Govern, es una señal inequívoca de regreso a los límites de lo posible o, si se quiere decir de otro modo, de reconocimiento de que no hay (ni había) las llamadas condiciones objetivas para dar el gran salto.

Indirectamente, las elecciones del Barça pueden dar también alguna señal. Todos sabemos que el Barça no será nunca la vanguardia del soberanismo por el enorme alcance de su clientela, también dentro de España. El 1 de Octubre quedó claro que para la junta la ilusión de la independencia no valía el precio del riesgo de perder puntos si se suspendía el partido. Y la mayoría de los candidatos harán bandera del carácter apolítico del club. Pero me parece sintomático que presente candidatura una persona como Joan Rosell, expresidente de la patronal española, bastante reconocido socialmente (aunque la vanidad siempre acabe pidiendo más) y españolista inequívoco. Veremos el recorrido que tiene. Pero si se presenta es porque debe de haber visto un hueco. Y este hueco tiene un nombre en la historia: Josep Lluís Núñez, que en su día (en tiempos muy diferentes) se impuso al candidato que representaba al catalanismo. ¿Qué le hace pensar a Rosell que le vale la pena probarlo?

2. Votos. Estos indicios surgen en medio de una realidad: el Govern está desbordado por la difícil gestión de la pandemia y desgastado por unas desconfianzas internas que ya no se disimulan. Es evidente que la represión ha hecho daño. La prisión y el exilio siguen condicionando la política, pero al mismo tiempo se extiende el desgaste y la lejanía. Los errores de 2017, el hecho de no haber sabido parar a tiempo y conservar el capital acumulado, se pagan. Y las grandes palabras han perdido magia mientras la realidad se iba oscureciendo. ¿Alguno de los grupos que hoy están en el Govern será capaz de presentar un programa político que asuma la nueva realidad, con objetivos concretos para la negociación con Madrid y propuestas más allá de su nicho electoral? No deja de ser sintomático que los que llevan más años en Madrid, los del PDECat y los de Esquerra, sean los que muestran más interés en la negociación política cotidiana. Saben qué es y de qué va un estado dentro de la Unión Europea.

¿Cuánta gente irá a votar? Históricamente, la baja participación favorecía al nacionalismo pujolista, entonces mainstream de las clases medianas. La última vez, aun así, a la sombra del 1 de Octubre y del artículo 155, se batieron récords de participación. Y el independentismo logró la mayoría parlamentaria. Ahora, entre el desencantamiento político y el clima depresivo de la pandemia, es probable que la participación baje significativamente. ¿En el lado independentista tendrá premio el reconocimiento de la nueva realidad o seguirá pesando la promesa? ¿Saldrá de las urnas más de una opción para sumar mayoría? Lo que no se ve por ningún lado es un proyecto con entidad capaz de arrastrar a gente de procedencias diversas. Y así todo dependerá de quién se quede en casa.

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