La cordura del loco

Cervantes muestra la nueva libertad y el nuevo absurdo que rodean al hombre moderno

Rafael Argullol
2 min
Un dels famosos gravats que va fer l’artista Gustav Doré per il·lustrar l’edició francesa del llibre el 1863.

U

na de las incontables cosas que debo agradecer a 'El Quijote' es lo mucho que me ha hecho reír cada vez que he vuelto a él. No es fácil que un libro te haga reír o, al menos, yo me he encontrado con muy pocos que lo hicieron. Sin embargo, Cervantes es uno de los mayores maestros de la ironía en la historia de la literatura y pienso que El Quijote es una auténtica radiografía de la sustancia irónica que habita, con frecuencia silenciosamente, en la condición humana. La risa más auténtica y también, a veces, la más melancólica se suscita con el choque entre lo que somos y lo que declaramos ser, entre nuestra obsesión por proclamarnos realistas y nuestra incapacidad por saber verdaderamente lo que es la realidad.

La gran ironía de 'El Quijote' es que lo que aparece como loco es tremendamente cuerdo. El habitual error de apreciación es creer que Don Quijote delira por señalar a los molinos de viento como si fueran gigantes. Pero en ese delirio se halla lo razonable. Don Quijote ve más allá de la pura epidermis de la existencia o de lo puramente utilitario y por eso es objeto de burla y de condena. Don Quijote es un loco que incomoda porque pone a quienes le escuchan ante la incertidumbre de lo que pueda ser o no real. No es un decadente y chiflado caballero medieval sino un humanista renacentista que percibe que el mundo moderno está alejado de toda certeza.

Ha sido un disparate analizar 'El Quijote' en clave exclusivamente española y aun más convertirlo en una suerte de "prototipo nacional". Lo que Cervantes refleja magistralmente en su novela es el hundimiento del universo de los absolutos y el nacimiento de la época de la incertidumbre, que alcanza a nuestros días. Miguel de Cervantes, italianizante, es un humanista en cierto modo desencantado que muestra la nueva libertad y el nuevo absurdo que rodean al hombre moderno. Como Montaigne, como Shakespeare, como todo aquello que atribuimos a la revolución renacentista. Esta es la risa que provoca El Quijote: la risa que nos produce mirarnos en el espejo y ver las trampas con que llevamos a cabo la representación.

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