OBSERVATORI

Giscard de Estaing, el europeísmo arrogante

Carme Colomina
3 min
Jimmy Carter i Giscard d’Estaing el 1978.

Se ha comparado, a veces, a Emmanuel Macron con Valéry Giscard de Estaing. Los dos presidentes más jóvenes que ha tenido Francia, declarados reformistas y europeístas. Pero el obituario de VGD (como lo llamaban) tendría que servir al actual inquilino del Elíseo más de aviso que de guía. Giscard de Estaing tenía 48 años cuando, el 27 de mayo de 1974, llegó conduciendo su coche hasta 200 metros del palacio del Elíseo para entrar andando como jefe de estado de la quinta República Francesa. La prensa internacional lo ha despedido con la etiqueta de presidente “moderno”, que se construyó en esa investidura.

Fue el hombre que revolucionó la sociedad francesa. Introdujo el divorcio de mutuo acuerdo. Puso en marcha la alta velocidad ferroviaria y abrazó la energía nuclear como la fuente de independencia energética francesa. Como ministra de Sanidad, Simone Veil ganó la batalla por la legalización del aborto en un momento en el que buena parte de la clase política francesa continuaba convencida de que el gobierno era cosa de hombres. Pero, para quienes no lo vimos de cerca hasta muchos años después, cuando ya tenía 76 y aterrizaba en Bruselas en 2002 para presidir la Convención que redactaría la futura Constitución de la Unión Europea, VGD era el viejo reflejo del hombre altivo que perdió la presidencia en 1981. De esa imagen temprana construida tocando el acordeón, invitando a los barrenderos del Elíseo a desayunar con él por Navidad o que pretendía ir a cenar, una vez al mes, en casa de ciudadanos anónimos para hablar con ellos, ya no quedaba nada. Lo primero que hizo cuando llegó a Bruselas, resucitado para la política europea, fue pedir un coche oficial.

Él era dieu, el presidente-monarca a quien le gustaba declararse descendente de Luis XV. Fue esta ambición la que lo acabó enfangando, y su final como presidente de un solo mandato quedó relacionado con el escándalo de los diamantes que le regaló su “amigo” y tirano de la República Centroafricana, Jean-Bédel Bokassa. El inicio del fin de VGD -como el de algún otro monarca- también fue acompañado de unas fotos de safari. Giscard volvió a irse andando del Elíseo, pero esta vez entre los abucheos de la gente que allí se había congregado, mientras François Mitterrand tomaba su relevo.

El europeísmo del Giscard presidente lo consagró como uno de los padres del sistema monetario europeo, que llevó a la creación del euro, y de la elección del Parlamento Europeo por sufragio directo. Si en 1974 fue uno de los fundadores del Consejo Europeo, en 2002 se convirtió en el negociador que más luchó para dotar a este consejo de un presidente permanente.

Un cargo que, por primera vez, ocuparía Herman van Rompuy. Con la imagen del presidencialismo francés en la cabeza, Giscard estaba más que convencido de que Europa tenía que “buscar e inventar a su George Washington”.

Arquitecto europeo

La UE le ofreció su regreso a la primera línea, a las negociaciones entre capitales y las ruedas de prensa en Bruselas. Pero, una vez más, su última obra también chocó con el rechazo de los franceses que en 2005 votaron, en referéndum, en contra de la Constitución europea que Giscard de Estaing había contribuido a diseñar. La respuesta de VGD fue directa: “El rechazo de los votantes franceses es un error que se tendría que corregir”. La arrogancia lo acompañó hasta el final.

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