El árbol robusto, el octubre de la libertad

Ahora toca superar el falso debate sobre unilateralidad o bilateralidad

àngels Martínez, Ernest Maragall, Joan Ignasi Elena, Oriol Junqueras
5 min
Prop d’un milió de batecs per 
 Reclamar la República Catalana

Somos la gente del derecho a decidir. Mujeres y hombres que hemos reclamado un referéndum acordado como correspondería a un estado de la Unión Europea. Somos la gente del 1 de octubre. Gente pacífica y honrada que quiere decidir su futuro colectivo, de diferentes tradiciones políticas, de orígenes plurales, que hemos puesto en común nuestra sed de libertad y la voluntad de construir un país mejor, más justo, cohesionado. Y que lo queremos hacer en igualdad y respeto, juntos, entre todos y todas.

Decía ya Josep Pallach, en 1975, que "el problema de la revolución democrática hoy en España es el problema de democratizar realmente los centros de poder, si queremos transformar estructuras sobrepasadas o inoperantes". Este es un reto -casi parece una quimera- que sigue pendiente hoy en el seno del estado español. De hecho, en el actual contexto hemos visto cómo se visualizaba nítidamente que el problema que identificaba Pallach, lejos de resolverse, se ha enquistado en buena medida.

Uno de los retos que hoy tenemos en la sociedad catalana es cómo superamos el régimen monárquico para avanzar hacia una sociedad republicana, cómo construimos un estado al servicio de la ciudadanía, cómo lo conseguimos ante un Estado que ha demostrado que no duda en reprimir violentamente, si es necesario, a toda persona que en Cataluña -pero también en España- ponga en riesgo las costuras de un poder petrificado. Lo pudimos comprobar el 1 de octubre, cuando, sin complejos, y por órdenes de este poder, se apaleó a ancianos y a jóvenes, a ciudadanía demócrata y pacífica que únicamente quería votar. Porque han visto en el movimiento que se está viviendo en Cataluña el principal cuestionamiento al statu quo que representan. Y hemos comprobado también cómo la violencia de la extrema derecha vive en régimen de impunidad.

El 1 de octubre, y también el 3 de octubre, son la demostración fehaciente de la fuerza de la sociedad catalana en comunión con sus instituciones. Pero la reacción del Estado a posterioridad también es una evidencia de la fuerza de su maquinaria. De nuestras fortalezas tenemos que aprender, de nuestras debilidades aún más. Efectivamente, este mes de octubre, de principio a fin, ha sido también un aprendizaje colectivo que ahora tenemos que convertir en activo para la República Catalana y devolver con creces la confianza que la ciudadanía ha puesto en las instituciones catalanas.

Lo que hacemos es también lo que somos capaces de hacer. Y es obvio que hoy tenemos más información de cómo actúa el Estado y sobre nuestras capacidades. El 1 de octubre es la prueba. Mil veces nos dijeron que no votaríamos y votamos. Ahora toca superar el falso debate sobre unilateralidad o bilateralidad. Es el Estado quien no quiso dejar margen al acuerdo que hemos pedido hasta la saciedad. La cuestión es cómo afrontamos el rechazo al acuerdo por parte del Estado al derecho a decidir, mientras simultáneamente seguimos tendiendo la mano i a la vez somos capaces de seguir haciendo camino y de defendernos ante la involución, de derechos de todo tipo y de calidad democrática, que representa el bloque del 155.

La cuestión es, en primera instancia, si el gobierno español y el bloque del 155 están dispuestos a respetar los mandatos surgidos de las elecciones, sean cuales sean. Y, en segundo lugar, si la sociedad catalana tiene derecho a organizarse como considere más conveniente. Y lo más relevante: cómo seguimos creciendo, cómo seguimos sumando ciudadanos al proyecto de construcción nacional. Cómo superamos el frontismo, sumando y agregando a personas con miradas y tradiciones diferentes en un proyecto compartido. Hemos sido, somos y seremos un solo pueblo. Este es el reto y el compromiso inexcusable. Los avances irreversibles son los que se forjan sobre sólidas mayorías, y estas mayorías se construyen con la mano tendida a todo el mundo. Conscientes de que ninguna posición democrática es más digna que otra y que con todas las miradas hay que construir nacionalmente.

Estos últimos años hemos visto cómo el gobierno español, a través del TC, torpedeaba todas y cada una de las iniciativas legislativas del Parlament para mejorar nuestras vidas y avanzar hacia una sociedad más justa. La ley de pobreza energética es uno de los ejemplos más claros. Y la pregunta es: ¿dejaremos de ayudar a la gente que pasa frío en invierno? De ninguna manera. Por encima de todo, también de órganos politizados y escogidos a dedo, existe la voluntad de ayudar a la gente, de servir a nuestra sociedad, ya sea en el ámbito de la emergencia habitacional, en el ámbito fiscal con los impuestos a los bancos o en el ámbito de la salud o la educación.

La República se implementa y se construye así. Día a día. Porque la República es una manera de entender el gobierno como un patrimonio de todos y todas al servicio del conjunto de la sociedad con la justicia, la libertad y la equidad como valores que la definan. Un instrumento para crecer colectivamente. Para vivir mejor el conjunto y no solo unos cuantos. Son instituciones limpias al servicio de la mayoría y no de intereses a menudo indignos. Es el ejercicio de la autoridad al servicio de la liberación de las personas y no el uso del poder para mantenerlas dependientes. Este debe ser el espíritu republicano.

Este es el reto, construir República en el sentido profundo del término. Entre servir al interés general del país o dejarlo en manos del gobierno del PP y sus aliados, no podemos tener dudas. Como tampoco, por ejemplo, sobre el deber de acoger a los refugiados mientras el Estado incumple sus compromisos. Los derechos humanos, los derechos civiles y políticos, el conjunto de los derechos sociales, son irrenunciables. Y nuestro compromiso tiene que ser siempre hacerlos efectivos.

También es prioritario estar al lado de la comunidad educativa y de la salud pública. Estamos viendo cómo el gobierno español y sus aliados se esfuerzan para liquidar la escuela catalana, atizando el odio y fomentando la controversia. Creando problemas donde no los había al servicio de su indisimulada voluntad de acabar con la escuela catalana. O con la sanidad, sobre la que incluso hemos podido escuchar, desde el propio gobierno español, cómo se vanagloriaban de "destrozar el sistema sanitario". La sanidad es uno de los vectores estructurales de una sociedad que se quiere cohesionada. Por ello es imprescindible seguir mejorando la salud pública y con una vocación claramente universal. Y seguir luchando contra todas las violencias, y la de género en primer plano. Así también se hace República.

Estamos impacientes, pues, para construir el país, para gobernar las transformaciones que sabemos necesarias o incluso urgentes. Para hablar de economía por el bien común, de cambio climático y política energética, de política agraria, de justicia, de modelo territorial, de ayuntamientos y comarcas... de todas las cuestiones que tendremos que afrontar con la máxima ambición colectiva. Para hablar de educación y de salud, de servicios públicos, pero no solo para defenderlos de la agresión directa sino también para llevarlos al nivel de calidad y exigencia que nos tenemos que proponer alcanzar.

Un matorral crece rápido, pero es un árbol robusto, bien arraigado y de gran altura lo que es inexpugnable. Es con esta voluntad cómo hay que afrontar el futuro, hacernos fuertes para poder traducir lo que queremos ser en lo que efectivamente seremos. E intentarlo, intentarlo, intentarlo, sin desfallecer.

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