Las cenas de amigas

En estas cenas dejas todos los roles para volver a ser tú

Magda Minguet
2 min
Els sopars d'amigues

Me encanta cenar con amigas. Diría que es la mejor terapia para sobrevivir al trabajo, a la vida y a las largas jornadas en las que es imposible conciliar nada. Cuando te parece que ya no puedes más y que el mejor plan es ponerse el pijama y dormir de un tirón, llega una cena de amigas que te recuerda que no, que el mejor plan siempre es reír hasta las tantas.

Y sí, no nos engañemos, quedar nos da una pereza que no veas. Nunca encontramos fecha, nunca nos cuadra a todas. Intercambiamos muchos mensajes en un grupo en el que tenemos a la que puede siempre, a la que no puede nunca y a la que no dice nada hasta que ya está todo atado. Llega un punto que piensas que será imposible encajarlo pero finalmente, tras los respectivos emoticonos de aplausos y flamencas, tenemos lugar y fecha.

Durante toda la semana esperamos el encuentro. Pero llega el día señalado y por algún extraño motivo nos entra una pereza infinita porque la semana en el trabajo ha sido de locos o tenemos un hijo que está un poco enfermo. ¿Y si digo que no puedo? Al final, sin ganas de arreglarnos mucho, vamos a la cena en vaqueros y con la nota mental de volver pronto a casa.

Por suerte, ni volvemos pronto ni estamos tan cansadas como nos hace creer la rutina. Después de los primeros diez minutos, en los que nos ponemos al día, recuperamos los temas de siempre y aparcamos el trabajo, los hijos y el móvil. Y, lo más importante, no solo recuperamos la conexión con las amigas sino que nos recuperamos a nosotras mismas. Como dice mi amiga Anna, nos hemos inventado un mundo hecho a medida en el que nos escapamos de todo lo gris que nos rodea.

En las cenas de amigas dejas de ser madre, esposa, hija, amante, administrativa o maestra. Dejas todos los roles para volver a ser tú. Para reírte de manera compulsiva y terapéutica de ti misma, de los grupos de whats de madres, del novio de la universidad o de temas de los que ya has reído mil veces pero que todavía te hacen la misma gracia o más. Te olvidas de que vas en vaqueros o de que hace seis meses que no vas a la peluquería. Y qué. Ahora todo se arregla con un par de filtros a las fotos.

Y cuando termina la cena todas decimos convencidas que esto deberíamos hacerlo más a menudo y que no puede costar tanto quedar. Pero da igual si tardamos dos meses o seis. Todas sabemos que ni una sesión en un spa ni un maratón de Netflix pueden superar sentirse querida y rodeada de amigas.

Venga, busquemos fecha antes de las fiestas, ¿no?

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