Más guarderías, más igualdad

Si nos preocupa la baja natalidad, preocupémonos por las guarderías

Elena Costas
3 min

BarcelonaA lo largo de las próximas semanas más de 4.000 niños comenzarán su educación en una de las 101 guarderías públicas de Barcelona. Esta es la buena noticia. La mala es que casi la mitad de las familias que querían escolarizar a sus hijos en una de estas escuelas no lo ha podido hacer.

Teniendo en cuenta que la baja natalidad es uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos, no reconocer la educación infantil como un derecho básico no sólo afecta a las familias con hijos, sino que es también una condena a las generaciones que están por venir.

Si nos preocupa la baja natalidad, preocupémonos por las guarderías. Pocas inversiones tienen un retorno social tan importante como el primer ciclo de educación infantil. Entre los 0 y los 3 años es el periodo en que más podemos hacer para estimular a los niños, y reducir así posibles desigualdades futuras. Por lo tanto, gastar en educación infantil es una de las inversiones más progresivas que podemos hacer. La Organización Mundial de la Salud destaca que las actuaciones en esta etapa tienen una gran repercusión en el desarrollo del cerebro, y afectan a la salud, el comportamiento, los ingresos y las futuras relaciones sociales. Aquellos alumnos que reciben educación infantil tendrán mejores resultados académicos y más oportunidades para desarrollarse personal y profesionalmente como adultos, cualquiera que sea la renta de sus padres. Es la mejor manera de romper el ciclo de desigualdad y pobreza que se hereda de generación en generación.

Por lo tanto, garantizar la universalidad y gratuidad de la educación infantil es un objetivo que todas las administraciones -tanto los recién formados ayuntamientos y diputaciones, como los futuros gobiernos centrales y regionales- deberían priorizar.

¿Quién paga la educación de estos niños? Desde el año 2012, a raíz de la crisis económica, el gasto en guarderías recibido de la Generalitat se redujo en un tercio, y posteriormente todo su financiación se trasladó a las diputaciones. Este conflicto perjudica tanto a la oferta de plazas como a la capacidad de planificación de las mismas escuelas. Es una deuda pendiente a la que el gobierno de la Generalitat debe poner solución.

Debemos ver las guarderías como un bien público, como lo es una carretera o la iluminación de las calles. De uso universal y gratuito. Y, por tanto, financiado mediante impuestos. En el caso de la educación 0-3 son muchos los ayuntamientos catalanes que han comenzado a aplicar una tarificación social en las guarderías basada en la renta familiar. Por ejemplo, en Barcelona, de una cuota única de 289 € al mes -con bonificaciones para las familias de renta baja- ha pasado a un sistema de 10 tramos, de 50 € a 395 €. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que este sistema no es perfecto, ya que acerca lo que pagan las familias con rentas medias y altas al precio que pagarían en escuelas privadas, que les ofrecen más flexibilidad y facilidades para conciliar la vida laboral y familiar. Más allá del precio, la oferta de plazas es muy limitada. Por ejemplo, en barrios como el Eixample (derecho e izquierdo) conseguir plaza es directamente una utopía, con 9 guarderías municipales para una población de 266.000 habitantes.

Por lo tanto, la educación infantil de primer ciclo, a pesar de tener unos beneficios sociales indudables, está lejos ahora mismo de ser un bien público. En nuestro entorno ya se están poniendo en marcha experiencias que pretenden cambiar esta realidad. Por ejemplo, el gobierno de la Rioja ofrecerá de forma gratuita un bonus infantil para la educación de 0 a 3 años a todos aquellos empadronados en la Comunidad Autónoma, tanto si van a guarderías públicas como si van a privadas.

Son muchas las preguntas que se esconden detrás de la educación infantil, como cuánto deben cobrar aquellos que cuidan de nuestros niños, cuál es la corresponsabilidad de las familias o qué nivel de gobierno tiene que encargarse de su financiación. Son debates difíciles de afrontar porque tienen a menudo un importante componente ideológico. Pero las ventajas de esta educación no son sólo para los niños, que tendrán un mejor desarrollo social, intelectual y emocional, o para las familias, que podrán conciliar mejor y repartir más igualitariamente las tareas de la crianza. Garantizar una educación infantil universal y gratuita nos beneficia a todos, tanto a las generaciones presentes como las futuras. Podría mejorar los índices de natalidad y tener una sociedad más igualitaria y una economía más vibrante. Dejar de perder estas ganancias es un coste que no nos podemos permitir.

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