El derribo de los ídolos

Ningún pensador tuvo la influencia que tuvo Friedrich Nietzsche en el siglo XX, para bien y para mal

Rafael Argullol
2 min
El filòsof en una imatge realitzada cap al 1885.

Tal como se había propuesto logró planear sobre la atmósfera moral del siglo que se inició el año de su muerte. Pues, en efecto, ningún pensador tuvo la influencia que tuvo Friedrich Nietzsche en el siglo XX, para bien y para mal. Nietzsche había previsto revoluciones sin precedentes que cambiarían la naturaleza del hombre, y ese siglo, sobre todo en su primera mitad, encontró apocalipsis persiguiendo utopías y pesadillas esperando sueños. A su modo, Nietzsche tuvo razón y el espíritu de Zaratustra se paseó por la época moderna como un huracán a la busca de imposible acomodo.

Este Nietzsche me interesó en su momento como gran lectura de primera juventud, casi de adolescencia. ¿No es cautivador, a esa edad, alguien que "filosofa a martillazos"? Sin embargo, con posterioridad, 'Así habló Zaratustra', libro de momentos poéticos insuperables, es la obra que menos me ha interesado de Nietzsche. Es demasiado grandilocuente, demasiado voluntariamente visionario. Con el paso del tiempo he preferido al Nietzsche más sutil, aquel casi aforístico que comprimió el lenguaje hasta extremos de inaudita belleza. 'Humano, demasiado humano' o 'Aurora', por ejemplo. Y esta pequeña obra maestra de la autoironía que es 'Ecce Homo', su último libro publicado antes de caer en la locura.

Con todo, mi favorito fue y es su primer libro, 'El nacimiento de la tragedia', uno de los textos que más he releído en mi vida y al que cien lecturas no lograrían extraer las piedras preciosas que yacen en su seno. El nacimiento de la tragedia, que toma por objetivo adentrarse en la "obra de arte total" es, él mismo, un libro total en el que, más allá de lo estético, la condición humana es examinada desde ángulos insólitos y clarividentes. La entera filosofía de Nietzsche es avanzada, con extraordinaria hondura, en este libro excepcional que desconcertó a sus contemporáneos y causó un escándalo intelectual cuya fecundidad nos sigue alimentando.

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