COMPAÑEROS DE VIAJE

Paisajes ficticios, estados del espíritu

Rafael Argullol
2 min
Fotograma de la versió que en va fer el director James Franco el 2014.

Desde siempre los escritores han tenido la tentación de trabajar con paisajes ficticios. Supongo que en la Antigüedad esto no era sino la consecuencia de la íntima relación entre poesía y mito, ámbitos frecuentemente superpuestos. Virgilio, por ejemplo, en La Eneida, al tratar de buscar una genealogía honorable para Roma, no solo recurre a los desvanecidos troyanos sino que recrea una vasta red de conexiones legendarias que le sirven para reflexionar sobre su propio presente. En la época moderna han sido numerosos los autores que han creado territorios ficticios para encerrar sus universos narrativos. Macondo, propuesto por Gabriel García Márquez en la constelación de relatos en torno a Cien años de soledad, es sin duda de los más memorables.

Sin embargo, el propio García Márquez confiesa la inspiración que le provocó el condado de Yoknapatawpha, el complejo territorio concebido por William Faulkner en los años veinte del siglo pasado. Todos los grandes territorios ficticios son, además de paisajes físicos, estados del espíritu. Yoknapatawpha lo es de un modo sobresaliente no solo por lo que expresa sino por cómo es expresado. La materia prima es muy rica, fundamentada en el cúmulo de historias que el ávido oyente que era Faulkner fue amontonando en su memoria desde la niñez y que él mismo fue transfigurando en su escritura. Así, fantasmal y vigoroso, el mundo sureño resurge en Mientras agonizo o en Santuario.

Esta riqueza, no obstante, se multiplica al ser reflotada de un modo original y arriesgado por Faulkner: el descentramiento, la pluralidad de planos y la polifonía consiguen transmitir el estado del espíritu que gravita sobre Yoknapatawpha. Tal vez donde esta operación se realiza con más maestría es en El ruido y la furia, de 1929, una de las grandes novelas de Faulkner y probablemente la obra que mejor refleja su idea de la mentalidad sureña aunque también, de un modo más general, de la propia naturaleza humana. El declive y destrucción de un viejo linaje del Deep South con un verso de Shakespeare por elocuente título.

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