COMPAÑEROS DE VIAJE

El teatro de la conciencia

La obra de Woolf, tras un reconocimiento inmediato, cayó en un cierto olvido hasta ser recuperada

Rafael Argullol
2 min
L’escriptora en una fotografia amb el seu pare, Leslie Stephen, abans de casar-se.

Su leyenda ha eclipsado con frecuencia su valía literaria. El Grupo de Bloomsbury fue posiblemente la constelación intelectual más brillante del período de entreguerras en la Europa de la primera mitad del siglo XX. En medio del excepcional conjunto Virginia Woolf brilló con luz propia pero, como acostumbra a suceder, la estela que dejó esa luz fue sinuosa y su obra, tras tener un reconocimiento inmediato, cayó en un cierto olvido hasta ser recuperada con fuerza, convertida ya Virginia Woolf en mito feminista, a partir de los años sesenta del siglo pasado. Quizá el texto suyo más leído —o citado— desde entonces es Una habitación propia, un revolucionario alegato sobre la emancipación de la mujer.

También algunas de sus novelas han tenido una repercusión sostenida, empezando por Orlando, su libro más conocido, una travesía sumamente singular por tres siglos de la historia inglesa en la que Virginia Woolf deja constancia de su vanguardismo literario y de su capacidad para renovar el lenguaje de la novela en la senda de Proust y con afinidades con Joyce. El ángulo escogido por Woolf en su estrategia narrativa es el de la introspección y el monólogo interior, unido todo ello a una continua experimentación lingüística que le valieron y le valen muchos detractores. Orlando, por tanto, es un texto de gran fuerza evocadora aunque de lectura compleja. Requiere una especial predisposición por parte del lector.

Sin embargo, para mí el libro más consecuente con las aspiraciones de Virginia Woolf es Las olas. En esta novela, radical en su concepción, la escritora prescinde casi por entero de la "realidad exterior" para adentrarse en los vericuetos de la conciencia de sus personajes. Trata de construir una suerte de teatro de la conciencia en el que los actos exteriores de los seres humanos apenas son sombras al compararlos con la auténtica verdad de la vida interior. Una vida, la que transcurre a través de la conciencia, que es libre, ambigua, oblicua, frágil y poderosa simultáneamente. Como el propio personaje asumido por Virginia Woolf.

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