¿Dónde están las mujeres como yo?

Si se ha hablado poco de las mujeres, aún menos de las mujeres negras

Susan Kalunge
3 min

Afrofeminista, activista y miembro del consejo de SOS RacismeDe lo que no se habla, no existe, dicen. Y tienen razón. Se ha hablado poco de las mujeres. Hemos estudiado y hemos creído la historia de los hombres desde su punto de vista. Por ello, el movimiento feminista nos sacude y nos obliga a cuestionar el relato único y a exigir el reconocimiento y la presencia de las mujeres. Sin embargo, la situación no es perfecta. Hay que seguir luchando para reescribir la historia desde el punto de vista femenino, reconocer su importancia y construir un presente feminista.

Pero si se ha hablado poco de las mujeres, aún menos de las mujeres negras (e igualmente ocurre con las mujeres migradas, racializadas y diversas).

Recuerdo mi infancia y me cuesta encontrar referentes femeninos a los que pudiera compararme, y no es algo que me haya pasado sólo a mí sino que nos ha pasado a muchas mujeres en nuestro país. El poder de esta infrarrepresentación o incluso invisibilización conlleva mucho peligro. Por un lado, nos envía el mensaje de que ciertos espacios (a menudo los de poder) son inaccesibles para nosotras –el llamado 'techo de cristal'– y por el otro, si superamos estas barreras, hacemos de la excepción una mera anécdota.

Me explico. Hemos de reconocer y valorar la valentía y la superación que supone llegar, como mujer negra, a ciertos lugares de poder, de relevancia pública o a los medios de comunicación. Pienso, por ejemplo, en Rita Bosaho –primera mujer negra que fue diputada en el Congreso– o en Francine Gálvez –primera mujer negra que presentó un telediario en España–, pero a la vez debemos ser críticos para no mitificarlo y quedarnos en la anécdota, y evidenciar que si no hay más mujeres, en buena parte, es por culpa del sistema, y no porque no existimos.

Es culpa del sistema cuando nos educa en este pensamiento estereotipado y limitador que no fomenta la igualdad de oportunidades entre sus ciudadanos (que también se manifiesta en la falta de referentes) y que provoca una autolimitación inconsciente, ya que no percibimos nuestras oportunidades desde la igualdad porque sencillamente pensamos que no podemos. Si toda la vida te hacen ver (de palabra o no) que no puedes hacer algo porque perteneces a un colectivo determinado, en el imaginario colectivo queda fijado que es así, y en gran medida, ni te planteas que sí que lo podrías hacer.

Otro de los espacios donde se hace patente la falta de representatividad de la mujer afrodescendiente es en la televisión o el teatro. Hagamos un trabajo de memoria colectiva: ¿cuántas obras tienen como protagonista (o personajes no secundarios) a una mujer? ¿Y a una mujer negra? Tres, dos, uno... Desgraciadamente, no me vienen a la cabeza muchas. Así pues, estas obras ni pasarían el test de Bechdel (conjunto de indicadores para medir la brecha de género y su nivel de representatividad) ni el componente de diversidad (que el test aún no tiene en cuenta).

La realidad es que las mujeres afrodescendientes a menudo no estamos presentes y, cuando estamos, mayoritariamente siempre es para representar un papel similar: de mujer migrada, prostituta, mujer de la limpieza, etc. Esto no sería un problema –ya que 'per se' no lo es– pasa a serlo cuando estos papeles son planos (sin relevancia en la historia) o cuando reducimos la negritud a representar sólo estos papeles porque parece que somos incapaces –en pleno siglo XXI– de hacer aparecer una médico, una abogada o una periodista negra. Y esto sucede porque estamos inmersos en la idea estereotipada de que las mujeres negras no somos o no podemos ser todas estas cosas, aunque ya es una realidad.

Me hubiera gustado que en mis años de escuela me hubieran explicado quiénes fueron Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, Clara Campoamor, Hannah Arendt, Emma Goldman, Gloria Fuertes y Victoria Kent, etc. Pero también quienes fueron Angela Davis, Ellen Johnson Sirleaf, Marsha P. Johnson, Rosa Parks, Dorothy Vaughan, Assata Shakur, Mary Jackson y Katherine Johnson, entre otras. Por este motivo, es importante romper con el discurso hegemónico (eurocéntrico, capitalista, heteropatriarcal, imperialista y de herencia colonial) para no caer en "la trampa de la historia única", como dice Chimamanda Ngozi Adichie.

Porque de lo que no se habla, no existe, dicen. Y por eso las mujeres negras reclamamos nuestro espacio –como mujeres y como mujeres negras–, porque la falta de referentes que la mayoría de las mujeres negras de mi generación hemos sufrido no se siga produciendo y para que las niñas de hoy -que serán las mujeres del futuro- crezcan con referentes con los que poder proyectarse y empoderarse.

Porque estamos y porque tenemos derecho a ello.

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