ANÁLISIS

El dilema que quiere ahorrarse Albert Rivera

Tendrá que elegir entre lo que quiere el establishment y lo que le pide el cuerpo

Maiol Roger
3 min
Albert Rivera votant ahir  a Barcelona.

Jefe de PolíticaLa euforia de Albert Rivera es real, y no impuesta por una campaña en la que no las tenía todas consigo. El líder naranja ha ahuyentado los malos augurios y ha obtenido un resultado que lo consolida en el Congreso y lo deja como tercera fuerza, junto al liderazgo de la derecha. Sin duda, después de Pedro Sánchez, es el más satisfecho con el resultado de las urnas. De momento, Sánchez y él ni se miran, y en la calle Ferraz los gritos iban contra Ciudadanos. Pero cuando se enfríe el resultado las cosas pueden cambiar. Y si los socialistas extienden la mano a Ciudadanos, a Rivera se le presentará un dilema que se querrá ahorrar.

En primer lugar, si cumple su promesa de campaña: “No pactaremos ni con el PSOE ni con Pedro Sánchez; los echaremos y punto”. La contundencia puede llevar a pensar que el líder naranja no puede cambiar de opinión fácilmente, pero hasta ahora su votante no ha castigado los bruscos virajes. Se presentó a las últimas generales prometiendo no hacer presidentes ni a Sánchez ni a Mariano Rajoy, y después de incumplir las dos promesas (en el caso del socialista, el pacto se frustró por el flanco de Podemos) ha obtenido más apoyo en las urnas.

El dilema principal es qué hacer con el resultado de las urnas: ¿buscar un gobierno PSOE-Ciudadanos, el preferido del establishment y de la Unión Europea, o centrarse en una carrera furibunda para liderar la oposición con el PP y Vox extremando a la derecha? La primera vía es la que permitiría a Rivera congraciarse con sus padrinos presentándose a sus votantes como el único capaz de evitar un acuerdo de Sánchez con Podemos y los independentistas, “los que quieren romper España”.

Al otro lado está la tentación de destronar al PP y dar un paseo histórico en el sistema político español. El porrazo popular removerá la crisis interna, y si Pablo Casado no da el mínimo paso de dimitir —al cierre de esta edición no lo había hecho— la guerra en el PP se volverá virulenta. Campo ideal para que Rivera lidere la oposición a Sánchez. Y se frotará las manos si el presidente socialista no consigue evitar depender de los independentistas con una sopa de siglas (del PNV a Coalición por Melilla): en la legislatura en la que estará la sentencia del juicio, cualquier gesto de diálogo será gasolina para el líder naranja.

Los cálculos de Rivera deberán tener en cuenta que su crecimiento ha sido a costa del bloque de derechas. La suma de PP, Cs y Vox (146 escaños al cierre de la edición) es muy inferior a los 169 que acumulaban los populares y los naranjas en esta legislatura. El movimiento de forzar Sánchez a convocar elecciones no ha salido bien ni a los que tumbaron los presupuestos (los independentistas son más fuertes, pero menos influyentes) ni a la derecha que presionó la calle.

Para Rivera, esto ya es pasado; ahora toca el futuro y decidir: hacer caso a los valedores o a tus votantes. Hacer lo que pide la cabeza o lo que dice el cuerpo. Tener una silla ahora o aspirar a liderar la oposición pronto. El partido que nació para combatir el nacionalismo catalán y que ha crecido con el procés y con el hundimiento del PP se ha convertido en tercera fuerza, esperará que Sánchez no le dé opción. Pero si se tiene que mojar, no lo hará ahora. Oirán el silencio de Albert Rivera.

stats