EL NUEVO MANDATO

El nuevo gobierno Colau: más votos, pero dentro de un polvorín

El ejecutivo de la capital, con siete concejales más, deberá buscar aliados en un contexto hostil

Maria Ortega
4 min
Un govern amb més vots però dins d’un polvorí

BarcelonaCon divergencias internas y en un contexto hostil. Así empieza a andar, aún sin haber tomado forma, la nueva etapa del pacto entre comunes y socialistas en Barcelona. La diferencia de criterio respecto a la restauración de la pancarta de apoyo a los presos políticos en la fachada del consistorio forma parte del apartado de temas en los que, como ya pasó en el primer pacto, los de Ada Colau y los de Jaume Collboni se respetarán desde la diferencia. En el primer mandato fueron precisamente estas diferencias las que acabaron dinamitando el acuerdo cuando los socialistas abrazaron el 155. Con aquella experiencia las dos formaciones reeditan ahora el acuerdo más precavidas, pero intensamente cuestionadas por la oposición y por la presión de la calle.

Unos darán apoyo a todo lo que suponga reclamar la libertad de los presos y los otros marcarán distancia en beneficio, dicen, de la “neutralidad institucional”. Pero estas discrepancias serán el primer frente que atacará la oposición a la hora de intentar abrir grietas en el futuro gobierno y, sobre todo, de evidenciar contradicciones en los comunes. ERC, la gran perjudicada por la decisión de Colau de escoger la vía PSC-Valls, ya avisó ayer que planteará iniciativas para “poner en evidencia la contradicción” del pacto de gobierno, una contradicción con la que podrá recordar, cuando le convenga, qué apoyos recibió Colau para levantar la vara de alcaldesa. También hay que ver cómo se reconfigura el espacio que representa el ex primer ministro francés Manuel Valls después de la ruptura con Cs y si esto puede suponer o no un acercamiento de los tres regidores independientes —el mismo Valls, Celestino Corbacho y Eva Parera— al PSC y, por lo tanto, dar la mayoría al gobierno.

Lo que celebran en las filas de los comunes es la cifra de 18 regidores que suma el acuerdo con los socialistas, a la espera de que se acabe perfilando quién asumirá cada área. Hace más de una década que el gobierno que se forma en Barcelona no es tan amplio. Y para los de Colau, que comenzaron y acabaron el pasado mandato con sólo 11 regidores y que en el periodo en el que gobernaron con el PSC sumaron 15, esta cifra es el mejor flotador. Eso y el hecho de anular la crítica durísima que les hicieron los socialistas después del divorcio, que no votaron ni a favor del presupuesto que se había diseñado con ellos en el gobierno.

Los comunes, ya desde la toma de posesión, han dejado claro que extenderán la mano a todo el mundo y especialmente a ERC, como socio preferente. Pero el contexto es hostil. Y la investidura ha envenenado (más) las difíciles relaciones entre BComú y ERC. El gobierno deberá garantizar en cada votación que los partidos de la oposición no hagan piña entre ellos. Y en el caso de grandes transformaciones, como las que requieren de un cambio en el planeamiento metropolitano, tendrá que sumar 21 votos. Valls ya les extendió la mano para grandes proyectos de ciudad y también JxCat instó a buscar acuerdos; sin embargo, sea como sea, el escenario no será plácido.

Sin “aliados dóciles”

Los de Colau confían en que ERC, ahora dolida por la forma en la que les han arrebatado la alcaldía, vote a favor de los muchos proyectos en los que comunes y republicanos tienen puntos de partida similares, como la concreción del proyecto del tranvía. Pero los republicanos avisan de que no serán “aliados dóciles” y de que, en el fondo, en muchos de los proyectos discrepan en la forma de enfocarlos. “No nos extiendan la mano. Hoy, no”, ya avisó el cabeza de filas de ERC, Ernest Maragall, en su intervención en el pleno de investidura. Y ayer cargaba contra las formas negociadoras de Colau, a la que acusa de haber decidido la maniobra que la llevó a la alcaldía en la noche electoral y de haber estado mareando la perdiz durante las tres semanas de contactos. ERC ya hizo una oposición dura durante el pasado mandato y los de Colau no esperan nada nuevo. Con una diferencia: ahora tendrán 18 regidores. Y eso es lo que ponen más en valor.

Es cierto que ya no pueden seducir a la CUP, que se ha quedado fuera del consistorio, para proyectos de izquierdas, y que los dos regidores no adscritos, que en alguna ocasión jugaron un papel clave, tampoco podrán hacer decantar la balanza, pero los comunes tienen, de entrada, más votos garantizados que los que tenían en el pasado mandato. “Alguna reprobación nos llevaremos, eso es evidente”, admitía uno de los electos una vez confirmado el pacto. Pero esto tampoco les viene de nuevo: Colau terminó el último mandato habiendo pasado ocho veces por este trance. El mayor reto será el de intentar aprobar los presupuestos anuales. Ya completaron su primer mandato sin conseguirlo. La alcaldesa pasó por dos cuestiones de confianza con la seguridad de que la fragmentación del pleno hacía inviable que cualquier candidatura alternativa la desbancara.

Ahora cualquier movimiento de este tipo también implicaría un improbable pacto entre independentistas y unionistas. La historia se repite. ERC tendrá motivos a espuertas para hacer reproches a quien le pida los votos para cualquier cosa. Y los comunes los acusarán, si no les dan apoyo, de votar como la derecha. Una letanía.

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