Los primeros 851 catalanes que votaron electrónicamente en unas elecciones

Las dos únicas pruebas piloto se hicieron en las catalanas de 1995 y de 2003

Aleix Moldes
3 min
Imatge d’una de les cabines de votació electrònica de les eleccions de 1995.

BarcelonaA las 9 de la mañana del 19 de noviembre de 1995 se abrieron los colegios electorales catalanes, tal como marca la normativa, y los votantes más madrugadores pudieron empezar a depositar sus papeletas en las urnas. Se elegía si Jordi Pujol mantenía o no la mayoría absoluta -ininterrumpida desde 1984- o bien la oposición lo obligaba a tener que llegar a pactos para gobernar. Pero había otra cuestión que captaba el interés del entonces responsable de los procesos electorales de la Generalitat, Aldo de Ambrosio: por primera vez en Catalunya y en el Estado, en esas elecciones se usaría el revolucionario voto electrónico. Un sistema que, a pesar de la evolución vertiginosa de las nuevas tecnologías, veinticinco años después continúa siendo simplemente una anécdota. Al menos en cuanto a las autonómicas (y a las generales, europeas y municipales).

Las personas que votaron ese día en dos colegios electorales, uno en Anglès (Selva) y el otro en el Eixample barcelonés, usando una tarjeta electrónica fueron 851. El sistema era muy sencillo: después de enseñar el DNI, el presidente de la mesa entregaba la tarjeta al elector -sin ningún elemento que lo pudiera identificar- y este se dirigía a una cabina aislada donde la introducía en la máquina de votación. Selección de idioma y elección de candidatura con un lápiz óptico -también podía optar por el voto en blanco- antes de confirmar el procedimiento, retirar la tarjeta y dirigirse de nuevo a la mesa para depositar el voto -la tarjeta electrónica- en una urna especial. Los resultados, evidentemente, no eran válidos y se trataba simplemente de un simulacro para estudiar esta tecnología. CiU, con 304 votos electrónicos en Anglès y 151 en el Eixample, ganó la prueba piloto, en la que participó un 65% del censo, por el 77% que lo hizo por el sistema tradicional.

Sin la evolución esperada

En 2003, Catalunya volvió a ser la sede de unas nuevas pruebas de voto electrónico, algunas, como las de 1995, presenciales en los colegios, pero otras de forma remota por internet con electores de México, Argentina, los Estados Unidos, Chile y Bélgica.

Precisamente las dificultades para votar de los catalanes residentes en el extranjero llevaron trece años después a la primera ley de voto electrónico planteada desde la administración. La conselleria de Gobernación, que encabezaba Meritxell Borràs, presentó en el Parlament un texto que nunca se llegó a aprobar porque decayó la legislatura (se recuperó también sin éxito en 2018). “En las elecciones de 2015 constatamos las enormes dificultades para votar de los catalanes en el extranjero”, recuerda en conversación con el ARA Francesc Esteve, entonces secretario general de la conselleria. Votaron 14.000 personas, a pesar de que 21.000 habían solicitado la documentación para hacerlo. Los problemas en el envío del material -en muchos casos no llegaba o llegaba fuera de plazo- se pretendían suplir con el voto telemático. Incluso se habían llegado a hacer los cálculos económicos de lo que costaría: entre 265.000 euros en tres meses si se contrataba fuera de la administración y 2,3 millones en cuatro años si se creaba una plataforma gestionada internamente (que también cubriría las consultas populares).

El problema añadido de una ley de este tipo es que necesita una mayoría reforzada de dos tercios, y ni así está claro que en paralelo no hiciera falta una reforma de la ley electoral estatal. Además, hay quien critica la fiabilidad del voto electrónico. “Los sistemas son muy seguros, homologables a cualquier otro sistema tecnológico”, asegura Josep Maria Reniu, doctor en ciencia política de la Universitat de Barcelona (UB) y experto en la materia. Él atribuye a “la falta de voluntad política” que en 2020 en Catalunya y en España todavía no se pueda hacer lo que sí se hace en algunos procesos electorales en Francia, Noruega, Suiza, los Estados Unidos, Venezuela, Estonia... Sin ir tan lejos, en varias universidades catalanas ya se escogen así a los rectores. También las cámaras de comercio, los sindicatos e incluso los partidos políticos eligen a sus candidatos de forma telemática.

Hasta ahora, sin embargo, “el coste de oportunidad era demasiado elevado”, reconoce Reniu, que siempre habla de una introducción “progresiva” del sistema. Uno de los principales valor añadidos del voto electrónico es la facilidad del recuento, pero no es mucho más complicado en el sistema electoral catalán, con listas cerradas y un sobre por papeleta. “Esto cambia en un contexto de pandemia”, opina, puesto que el voto remoto permitiría resolver muchos de los problemas con los que el Govern se encontrará el 14-F.

stats