El que la sigue, ¿la consigue?

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Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias i Albert Rivera

Pedro Sánchez dice estar seguro de que será el próximo presidente de Gobierno.

Entre propios y extraños hay una coincidencia: Pedro Sánchez está haciendo una actuación que le puede valer un Goya al mejor actor protagonista.

Pero, ¿le servirá para llegar al Palacio de la Moncloa a través de una nueva votación de investidura? Una tercera votación ¿podría ser la vencida para Sánchez?

Si hacemos caso del ruido y la furia que a diario nos transmiten los partidos políticos, la respuesta es no a ambos interrogantes. El ruido y la furia nos conducen de cabeza a las elecciones generales del 26 de junio.

Cuatro partidos, cuatro, que no quieren, a los que no les interesa para nada, ¿irán a nuevos comicios dentro de cuatro meses?

El vértigo al abismo de esas nuevas elecciones es el mejor aliado de la formación de un nuevo gobierno en los dos meses que correrán desde el miércoles de la semana pasada, cuando se le ha dado cuerda al reloj detenido.

Los dos partidos que pueden tener más expectativas de mejorar su posición del 20 de diciembre son las dos formaciones que aparecen ante los electores como las que han intentado hacer esfuerzos por pactar: PSOE y Ciudadanos.

¿Por qué? Por la sencilla razón de que creen conectar con la gente que quiere que se dé la puntilla al gobierno del PP que ha presidido Mariano Rajoy. Y esta interpretación tiene su base. Porque existe en España la ilusión democrática de acabar con el cuatrienio negro de Rajoy. La gente, muchos millones de votantes, está más pendiente del retrovisor, de pasar página al gobierno del PP, que del nuevo gobierno por llegar.

El PP, por su parte, difícilmente contemple con interés acudir a nuevos comicios. La corrupción no le impidió vencer el 20-D, pero sí le provocó a pérdidas tan cuantiosas como para naufragar. Y desde entonces sus dos motores más potentes, Madrid y Valencia, están incendiados. Y todavía pueden estarlo más de aquí al 26 de junio.

¿No va ello a influir, como ya lo hicieron los escándalos anteriores, en sus resultados?

Pero es que, además, está el comportamiento de Rajoy durante estos meses. Carece de la más elemental credibilidad para ser el candidato del PP. ¿Se imaginan otra vez a Rajoy jugando al futbolín con Bertín Osborne o en el programa de María Teresa Campos?

Podemos, finalmente, es la fuerza que dijo, inmediatamente después del 20-D, necesitar una semana más de campaña para dar el sorpasso y dejar al PSOE, según había vaticinado Rajoy ("váis bien", como nosotros, le dijo el entonces presidente del Gobierno a Pablo Iglesias en la celebración del Día de la Constitución), en tercera posición. Ya no más, como dicen, Santo Tomás.

Podemos tiene problemas, quizá no tantos ni tan graves como pinta la prensa de Madrid, pero son reales en un partido formado en terrenos, por así decir, de aluvión y en un corto periodo de tiempo. Tampoco, pues, al partido que lidera Pablo Iglesias le interesa o ir a nuevas elecciones.

Hasta ahora, Podemos es el partido que menos ha participado en las negociaciones de investidura. Su sentada con el PSOE ha sido simbólica. Porque el PSOE así lo quiso.

Rodolfo Ares puso sobre la mesa el tema del referéndum y los negociadores de Podemos dijeron que no veían porque el PSOE quería debatir este asunto. Y entonces todo se redujo a una larga cambiada de Jordi Sevilla sobre el sacrosanto Pacto de Estabilidad y Crecimiento, el euro y el expediente por déficit excesivo que pende sobre España.

Pero fuentes informadas estiman que, tras estos días de “ajuste”, Podemos intentará negociar las medidas acordadas por el PSOE y Ciudadanos con la intención de desactivar aquellas consideradas incompatibles con la pretendida anulación de los recortes del estado de bienestar practicados por el PP.

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